La última táctica rusa no son drones kamikaze. Sus soldados llevan un casco con antenas que está sorprendiendo a Ucrania
Publicado el 04/08/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Una vez que ha quedado claro que los drones son la ofensiva sobre la que se sustentan las ofensivas en Ucrania, ha comenzado una cara B: la de la búsqueda de tácticas que contrarresten los ejércitos de enjambres. Ucrania, por ejemplo, había logrado un escudo inesperado: las redes de pesca de un pueblo de Dinamarca. Por su parte, los soldados rusos han revelado la última táctica contra los drones de Kiev.
Drones en auge. La guerra entre Rusia y Ucrania ha entrado en una fase marcada por la hegemonía de los drones, que han pasado de ser armas tácticas contra blindados a transformarse en verdugos de soldados individuales. En ciudades devastadas como Chasiv Yar o en las llanuras cercanas a Kupiansk y Járkov, los enjambres de drones FPV se han vuelto omnipresentes, convirtiendo cualquier movimiento de tropas en un blanco inmediato.
Esta nueva realidad ha impuesto un escenario de estancamiento: cualquier avance ofensivo es detectado, rastreado y destruido en minutos. La consecuencia estratégica es clara: el lado que logre blindar a sus soldados frente a los drones adquirirá una ventaja decisiva en el frente. Consciente de ello, Rusia ha presentado un sistema inédito de guerra electrónica portátil diseñado específicamente para cada combatiente, un paso más en la miniaturización de la defensa anti dron.
Diseño del nuevo sistema. En un vídeo divulgado en redes, un soldado ruso ha mostrado un aparato compacto integrado en su equipo. El sistema consta de un módulo con dos antenas acoplado al casco, un arnés de conexiones, una pantalla montada en el antebrazo y una batería de alimentación. El proceso es simple en apariencia, pero complejo en ejecución: el dispositivo detecta de forma pasiva la señal radioeléctrica del dron, intercepta la señal de vídeo transmitida hacia el operador y la reproduce en la pantalla del soldado.
Desde allí puede ordenarse la interferencia dirigida, cegando al piloto enemigo. La innovación reside en que este mecanismo no busca cortar el enlace de control ni de navegación (el objetivo habitual de los inhibidores tradicionales) sino atacar directamente la transmisión de vídeo, un canal que opera con mayor potencia y es más resistente al ruido. Esta focalización precisa reduce la necesidad de emitir grandes niveles de energía, disminuye el riesgo de interferir en las propias comunicaciones rusas y mantiene baja la huella electromagnética del sistema, dificultando su detección y destrucción por parte de Ucrania.

Valor táctico. El método ofrece varias ventajas sobre los sistemas de supresión convencionales. En primer lugar, evita activar los protocolos de seguridad de los drones ucranianos de última generación, que suelen entrar en modo autónomo o de retorno cuando se interrumpe la navegación o el control. Al mantener esos canales intactos y limitarse a cegar al operador, la confusión es inmediata: el piloto pierde de golpe la visión del objetivo, pero no se activa ninguna defensa automática.
En segundo lugar, la portabilidad permite que cada soldado disponga de una burbuja de protección mínima contra drones hostiles, en lugar de depender exclusivamente de sistemas montados en vehículos o en plataformas fijas. Esto es especialmente relevante en entornos urbanos o boscosos, donde los enfrentamientos son descentralizados y dispersos.
Limitaciones y vulnerabilidades. Pese a su ingenio, el sistema ruso no está exento de debilidades. Por ejemplo, resulta ineficaz contra drones de fibra óptica, que transmiten sus imágenes mediante cableado físico y, por tanto, son inmunes al bloqueo de radio.
Además, no sería de extrañar que la evolución de las tácticas ucranianas termine neutralizándolo, bien con la adopción de canales de vídeo más seguros, encriptación reforzada o incluso la implementación de modos de emergencia al perder señal visual podrían reducir su efectividad en cuestión de meses. Asimismo, depender de actualizaciones técnicas continuas para seguir el ritmo del adversario implicará un coste logístico y de producción significativo.
Consecuencias estratégicas. Dicho esto, si Rusia consigue desplegar esta tecnología a gran escala, incluso con eficacia parcial, podría transformar el equilibrio en sectores clave del frente. Neutralizar drones, aunque sea temporalmente, abre la posibilidad de maniobras ofensivas que hoy resultan suicidas bajo la mirada constante de los FPV enemigos.
La capacidad de avanzar centenares de metros sin ser inmediatamente detectados puede suponer la diferencia entre conservar la iniciativa o quedar atrapados en una guerra de desgaste interminable. Y, si ampliamos el foco, la tendencia refleja la transición de los sistemas anti dron de gran alcance y montados en vehículos hacia soluciones portátiles, individuales y adaptadas a la guerra de proximidad. En esta carrera tecnológica, cada innovación determina no solo la supervivencia de soldados aislados, sino la viabilidad de operaciones ofensivas enteras.
Evolución de la guerra electrónica. La aparición de este inhibidor portátil confirma un cambio doctrinal profundo: la guerra electrónica, antaño dominio de estaciones masivas y plataformas aéreas estratégicas, desciende ahora hasta el nivel del soldado. Lo que antes se desplegaba en radares de largo alcance y antenas potentes se concentra hoy en un dispositivo acoplado a un casco.
Si se generaliza, el combate moderno quedará aún más ligado a la capacidad de los ingenieros para miniaturizar defensas electrónicas y adaptarlas al soldado individual. Rusia ha dado un paso significativo en esa dirección, y si su apuesta resulta viable en combate, podría inaugurar una nueva era en la que cada combatiente porte, junto a su fusil, un escudo invisible contra los drones que dominan el cielo del siglo XXI.
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