GPT‑5 cambia las reglas para quienes usan ChatGPT: lo mejor del modelo está donde siempre debió estar
Publicado el 08/08/2025 por Diario Tecnología Artículo original
GPT‑4.1, GPT‑4.5, GPT‑4.1-mini, o4-mini, o3, o3-pro.
Si estos nombres no te suenan del todo, no estás solo. A pesar de su popularidad, una gran parte de los usuarios de ChatGPT jamás tocó el selector de modelos. Algunos sabían que estaba ahí, pero más allá de una breve descripción en el desplegable, pocos entendían realmente para qué servía cada uno. Y aun así, lo usaban a diario.
Lo más probable es que durante meses hayas convivido con el modelo base por defecto —GPT‑4o, ese que OpenAI describía como “ideal para la mayoría de las tareas”— sin explorar nada más. Puede que alguien lo intentara alguna vez, solo para descubrir que los resultados no eran tan distintos o que aquello no era lo que buscaba. Al final, todo quedaba en manos de unos pocos usuarios avanzados, los que sabían cómo exprimir esos otros modelos para obtener mejores resultados.
El selector de modelos fue un muro para muchos
Durante mucho tiempo, usar ChatGPT implicaba tomar una decisión que no todos estaban preparados para tomar. ¿Qué modelo elegir? ¿Cuál era mejor para programar? ¿Y para escribir? ¿Y si necesitaba analizar datos?
OpenAI ofrecía una lista, una descripción breve y, con suerte, alguna recomendación genérica. Pero la única forma real de entender los matices era experimentar. Cambiar de modelo, probar, comparar resultados, volver a cambiar. Un proceso que exigía tiempo y criterio.
En un entorno donde pedimos resultados inmediatos, eso fue una barrera invisible pero real. La mayoría se quedó donde estaba. Y lo más curioso es que incluso pagando la suscripción, muchos jamás usaron las opciones que estaban incluidas.
Ya no hay que elegir. Con la llegada de GPT‑5, el selector de modelos desaparece para los usuarios gratuitos y pierde relevancia incluso entre los de pago. OpenAI ha diseñado un sistema que decide por el usuario: el nuevo modelo sabe cuándo tiene que pensar más y cuándo no hace falta. Si la tarea requiere razonamiento complejo, GPT‑5 se lo toma con calma. Si es algo sencillo, responde al instante.

Esto cambia las reglas del juego. No solo porque ahorra tiempo y decisiones innecesarias, sino porque por fin coloca la inteligencia donde debía estar desde el principio: al servicio del usuario, sin que este tenga que saber cómo funciona por dentro.
GPT‑5 se comporta de forma más parecida a nosotros. No porque sea consciente, ni mucho menos, sino porque empieza a decidir en tiempo real si una tarea requiere pensar o no. Como hacemos nosotros.
Cuando alguien nos hace una pregunta sencilla, respondemos rápido. Cuando algo exige análisis, tomamos unos segundos más. Esa es la lógica que empieza a replicar este modelo: si hace falta esfuerzo, lo aplica. Si no, prioriza la velocidad.
En el fondo, eso era lo que esperábamos de una inteligencia artificial avanzada. Que nos entienda sin necesidad de darle instrucciones técnicas. Que se anticipe, que elija por sí sola cómo ayudarnos mejor.
Que el modelo decida por su cuenta no significa que hayamos perdido el control. De hecho, los usuarios de pago aún pueden forzar manualmente el tipo de respuesta que quieren.
Desde la interfaz de ChatGPT, se puede activar el modo de razonamiento con un botón. Pero también se puede hacer con una simple instrucción en el mensaje: “piénsalo bien”, “hazlo rápido”, “dame una respuesta ligera”… El sistema interpreta estas frases y ajusta su comportamiento.

Es un cambio sutil, pero importante. Porque aunque GPT‑5 se autogestiona, sigue siendo posible intervenir y afinar la experiencia. Quien quiera profundidad, la puede pedir. Quien quiera inmediatez, también.
Para quienes usan ChatGPT de forma intensiva —en el trabajo, en estudios, en tareas complejas— este cambio tiene consecuencias directas.
Antes, un usuario podía estar pagando por una herramienta que no entendía del todo, sin saber que estaba usando solo una parte de su potencial. Ahora, aunque no tenga tiempo para experimentar ni para aprender cómo funciona todo, GPT‑5 hace ese trabajo por él.
La diferencia entre quienes sabían combinar modelos y quienes no, entre quienes exploraban cada variante y quienes se quedaban en la superficie, se ha reducido. A partir de ahora, la calidad de la experiencia dependerá mucho más de cómo pedimos las cosas que de si sabemos o no qué modelo usar.
Y eso es una buena noticia, sobre todo para quienes nunca tocaron el selector. Usuarios que, sin cambiar nada en su forma de interactuar, van a empezar a obtener respuestas mejores, más ajustadas, más útiles. GPT‑5 los equipara con los avanzados sin que tengan que mover un dedo.
GPT‑5 no añade una función nueva. Corrige una vieja incoherencia. Hasta ahora, lo más potente del sistema estaba escondido tras decisiones técnicas que pocos sabían tomar. Ahora está en primer plano.
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