Puede que algunos de los correos que lees no digan exactamente lo que fue escrito. La culpa es de un ajuste olvidado de Gmail
Publicado el 20/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Decenas de lectores de El País se quejaron de que algunas de las newsletters recibidas contenían "erratas groseras". Frases sin sentido, palabras que parecían terriblemente escogidas...
Al hacer las comprobaciones, el equipo técnico de El País se dio cuenta de que las newsletters no contenían esos errores, la redacción era la adecuada. Pero en el buzón de los receptores sí aparecían modificadas.
Por qué es importante. El fallo no estaba en el periódico, sino en Gmail. Quienes protestaron tenían activado el traductor automático al español, para que cualquier correo recibido se mostrase en este idioma.
El problema es que ese traductor actúa incluso en correos que ya están en español, convirtiendo palabras al detectar inglés donde no lo había.
- Donde ponía "planes militares secretos", aparecía "aviones militares secretos".
- Donde ponía "Trump utiliza el poder del Estado para chantajear a las instituciones", aparecía "Trump utiliza el poder del Estado para cantar a las instituciones".
El contexto. Gmail es el servicio de correo más usado del mundo, y muchos usuarios tienen activado su traductor "traducir siempre automáticamente". Esta función, como hemos visto, opera incluso sobre textos ya escritos en tu idioma.
Entre líneas. Lo que comenzó como una suma de quejas de lectores ha expuesto un problema bastante mayor: las plataformas pueden alterar contenidos sin que nadie se entere, al menos durante un tiempo.
El emisor envía un mensaje, el receptor lee otro, y ninguno sospecha que hay una herramienta en segundo plano modificando palabras.
La amenaza. Si Gmail puede cambiar "asedio" por "seminario", otro de los ejemplos citados por el periódico, también puede introducir sesgos intencionados. O forzados.
Por ejemplo, una orden gubernamental puede obligar a sustituir automáticamente "golfo de México" por "golfo de América" en todos los correos. Los usuarios lo leerían y normalizarían sin saber que el contenido ha sido manipulado.
Sí, pero. Esta personalización automática nace de una buena idea, nace de ayudar. El problema llega cuando la ayuda se vuelve invasiva, no está del todo bien diseñada (no diferencia anglicismos en el español de palabras homónimas entre idiomas) y es opaca. Nada hacía pensar a los afectados que la culpa viniese de ahí.
No parece justo fiar años de uso de una herramienta a que en su momento el usuario la activó o concedió ciertos permisos si nada de lo que ocurra después actúa de recordatorio sutil.
En primer plano. Por primera vez, los lectores no estaban leyendo lo que los periodistas habían escrito. Y ni los primeros ni los segundos eran conscientes de ello.
Es el síntoma de una era donde a veces las máquinas toman decisiones sobre la información que consumimos sin transparencia ni control real.
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