Ucrania fue el anticipo de lo que hizo Israel. La guerra ya no es cosa de cazas o misiles, sino de algo mucho más barato
Publicado el 16/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
En realidad, la ofensiva israelí en territorio iraní la habíamos visto dos semanas antes. Hay tantas similitudes entre la operación Spiderweb que llevó a cabo Ucrania dinamitando varias bases aéreas en Rusia, con la operación León Creciente de Israel para bombardear el programa nuclear de Irán, que el resultado abre un nuevo paradigma en las contiendas: la guerra ya no es un asunto geográfico.
De hecho, se pueden batallar en diferido con un daño salvaje al enemigo.
El ataque desde dentro. Como decíamos, la operación israelí, destinada a neutralizar la capacidad nuclear y de misiles de largo alcance de Irán, comenzó con un movimiento tan audaz como meticulosamente planificado: ataques coordinados desde dentro del propio territorio iraní. Según un informe del medio israelí N12, agentes del Mossad lograron infiltrarse en Irán durante meses, estableciendo bases secretas para el despliegue de drones suicidas y misiles antiblindaje que fueron utilizados en la apertura de la ofensiva.
Estas acciones no solo apuntaban a sabotear directamente los sistemas de defensa aérea iraníes anulando radares y nodos de comunicación, sino a despejar el camino para los ataques aéreos masivos de la Fuerza Aérea israelí, que desplegó unos 200 aviones y lanzó más de 330 municiones sobre objetivos clave.
Drones y Ucrania. Los comandos israelíes no solo habrían introducido drones en el país, sino que habrían construido al menos una base de lanzamiento cerca de sistemas antiaéreos iraníes. Equipados con misiles Rafael Spike NLOS, que permiten ataques desde zonas encubiertas con guía en tiempo real, los agentes atacaron emplazamientos estratégicos como lanzadores de misiles superficie-aire y plataformas balísticas.
Muchos de los misiles se habían transportado y ocultado en vehículos adaptados con tecnologías avanzadas, replicando las mismas tácticas vistas recientemente en la operación Spiderweb de Ucrania, donde se lanzaron drones desde camiones infiltrados en territorio ruso. Estas acciones explican la inusual inactividad de las defensas aéreas iraníes durante los bombardeos iniciales y representan una evolución táctica sin precedentes en el historial bélico israelí.

Disuasión y precedentes. Israel ya había ejecutado operaciones encubiertas dentro de Irán, como el asesinato en 2020 del científico Mohsen Fakhrizadeh mediante un arma automática controlada remotamente desde una camioneta sin presencia humana directa, lo que ya insinuaba el grado de sofisticación alcanzado por sus servicios de inteligencia.
Sin embargo, Leon Creciente marca un salto cualitativo: no se trata de un asesinato selectivo, sino de un ataque coordinado desde el interior del país enemigo para desactivar su infraestructura crítica desde el primer minuto. Esta táctica, aunque difícil de replicar de inmediato debido al aumento de la alerta en Irán, sienta un precedente estratégico con ecos globales.
La “nueva” guerra. Contaban los analistas del CSIS que el éxito de la ofensiva inicial israelí radicó no solo en su escala y precisión, sino en su capacidad para desorientar al enemigo mediante un modelo de guerra multidimensional. Este enfoque refleja el concepto de “superioridad relativa” desarrollado por el almirante William McRaven (el hombre que "cazó" a Bin Laden): el momento en que una fuerza más pequeña y ágil obtiene ventaja decisiva sobre un oponente mayor y más defendido, gracias a la velocidad, el entrenamiento y la sorpresa.
Como decíamos antes, los drones de bajo coste, autónomos y preposicionados, explotaron las brechas en las defensas aéreas iraníes, crearon dislocación operativa y permitieron que los misiles de largo alcance alcanzaran sus blancos sin oposición. Al igual que la Spiderweb de Ucrania semanas antes, la operación de Israel validó que una campaña basada en enjambres de drones autónomos y fuego de precisión puede tener efectos de nivel estratégico… sin requerir una invasión masiva.

De los Jedburghs a los drones. Aunque las herramientas actuales (drones sigilosos, inteligencia asistida por IA, cazas de quinta generación) son nuevas, el concepto que las sostiene no lo es. Durante la Segunda Guerra Mundial, organizaciones como la SOE británica y la OSS estadounidense ya empleaban tácticas denominadas como“poco caballerosas”: sabotaje, reconocimiento especial y golpes quirúrgicos que, combinados con campañas convencionales, debilitaban profundamente al enemigo desde dentro.
Si se quiere, la de Israel actualiza ese modelo: sustituye comandos humanos por enjambres de robots autónomos, y bombarderos por plataformas F-35, pero mantiene la lógica de golpear con precisión el corazón del enemigo antes de que pueda reaccionar.
Tres lecciones clave. En un informe del Center for Strategic & Internacional Studies resumían el ataque israelí con tres enseñanzas fundamentales. Primero, la integración profunda entre fuerzas especiales, drones autónomos y redes de inteligencia impulsadas por IA ya no es una opción, sino la base de entrada al teatro de operaciones. Esos “robots poco caballerosos” erosionan defensas aéreas y saturan redes de mando antes de que los ataques principales siquiera comiencen.
Segundo, la defensa en profundidad debe asumir la presencia de amenazas internas: los drones ocultos en vehículos civiles o infraestructura común convierten la distancia en una ilusión y la profundidad estratégica en una vulnerabilidad. Tercero, la combinación de emplazamiento encubierto y ataques de largo alcance reduce los tiempos de advertencia estratégica a minutos, paralizando la capacidad de respuesta del adversario y obligando a replantear los esquemas de gestión de crisis.
Adaptarse o quedarse atrás. Es otra de las patas clave de esta nueva realidad. Para Estados Unidos y sus aliados, la última ofensiva israelí es mucho más que una operación exitosa: es un aviso sobre la evolución acelerada del carácter de la guerra. El Pentágono y sus socios ya saben que deben impulsar la experimentación en campañas ofensivas asimétricas, expandiendo programas como Mosaic Warfare y Project Replicator, que integran sensores autónomos y drones de ataque capaces de coordinarse con fuego convencional.
Dicho de otra forma, occidente reconoce como necesario proteger infraestructura crítica (no solo bases militares) mediante capas de defensa que combinen radares anti-UAS, patrullas autónomas y análisis de comportamiento para detectar amenazas ocultas. La exportación de estos sistemas entre socios estratégicos posiblemente sea un componente clave de la seguridad global en las próximas décadas, según los analistas.
Otra disuasión. Y de fondo, una idea sencilla de entender: los ataques lanzados desde dentro del propio territorio enemigo erosionan la credibilidad de las líneas rojas tradicionales. El bajo coste de los drones, combinados con su capacidad para alcanzar objetivos de alto valor, permite a los Estados escalar un conflicto sin asumir grandes riesgos iniciales.
Qué duda cabe, este nuevo equilibrio fuerza a las potencias a revisar su señalización estratégica: cuando un adversario puede golpear el corazón del sistema de mando con drones ocultos en camiones o disparar contra instalaciones nucleares desde dentro, los paradigmas tradicionales de disuasión se vuelven prácticamente obsoletos.
Y lo que antes requería meses de preparación y divisiones enteras, ahora puede lograrse en una sola noche con robots, inteligencia artificial y una estrategia bien orquestada.
Imagen | LANCE CPL. CODY OHIRA, Mehr News Agency, Ssu.gov.ua
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