Subirte a una azotea en caso de tsunami solo tiene sentido en un sitio: en Japón nos llevan décadas de ventaja
Publicado el 30/07/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Un terremoto de magnitud 8.8, que según los expertos podría ser el sexto más grande registrado, golpeó el Pacífico Norte frente a Rusia la madrugada de este miércoles, lo que provocó alertas de tsunami y evacuaciones en Hawái, Alaska, California y Japón, y dejó a millones de personas esperando ansiosamente olas que, según los meteorólogos, podrían alcanzar los 3 metros en algunos lugares. De hecho, en Japón ya hay gente agolpada en las azoteas.
Una buena idea, al principio.
Causas y naturalezas. Los tsunamis son fenómenos de gran poder destructivo que, en la mayoría de los casos, se originan tras un terremoto submarino, cuando un movimiento brusco de placas tectónicas desplaza enormes volúmenes de agua y genera olas que se propagan en todas direcciones como ondas en un estanque.
Aunque no todos los sismos costeros producen tsunamis, los que logran generarse pueden tener consecuencias devastadoras en las zonas cercanas y, en ocasiones, viajar miles de kilómetros a la velocidad de un avión comercial, causando estragos en lugares lejanos al epicentro, como está ocurriendo tras el terremoto en Rusia.
Que viene. En mar abierto pueden pasar inadvertidos para un barco, pero al acercarse a la costa, las olas aumentan su altura y adquieren un potencial destructivo. Además de los terremotos, pueden desencadenarse tsunamis por deslizamientos de tierra, erupciones volcánicas o, de forma más rara, por alteraciones meteorológicas que modifican la presión atmosférica, dando lugar a los llamados meteotsunamis, como el que en 1954 sorprendió mortalmente a bañistas en el lago Michigan.
Previsión y detección temprana. Aunque los terremotos no pueden predecirse, el seguimiento inmediato tras su ocurrencia permite evaluar si existe riesgo de tsunami. Para ello se emplea una red global de sensores submarinos que detectan mínimas variaciones de presión, junto con modelos informáticos capaces de proyectar la posible ruta y fuerza de las olas.
De esta manera, los gobiernos y los centros de alerta activan sistemas de emergencia que incluyen sirenas, avisos en radio, televisión o aplicaciones oficiales. Aproximadamente el 80% de los tsunamis se generan en el océano Pacífico, particularmente en el llamado Cinturón de Fuego, mientras que el Atlántico y el Caribe representan en conjunto apenas un 10%. En Estados Unidos, aunque poco frecuentes, la costa oeste es la más vulnerable: la historia registra episodios mortales como el tsunami de 1946, provocado por un sismo en las islas Aleutianas, que acabó con la vida de cinco personas en Alaska y unas 160 en Hawái.
Preparación y medidas preventivas. Los organismos internacionales insisten en la importancia de la preparación ciudadana. Lo principal: se recomienda conocer los planes de evacuación comunitarios y practicar las rutas previstas, así como identificar las zonas de inundación por tsunamis en cada localidad.
También se aconseja disponer de múltiples vías para recibir alertas de emergencia, ya sea a través de radios NOAA, aplicaciones oficiales o sistemas de aviso locales. En palabras de especialistas, cada persona debe “conocer su amenaza”, es decir, estar consciente de si su lugar de residencia está dentro de un área de riesgo.
Cómo actuar ante una alerta inminente. Así llegamos a la situación actual. Si ocurre un terremoto, lo primero es protegerse de la sacudida: agacharse, cubrirse bajo una mesa u objeto sólido y mantenerse en posición hasta que cese el movimiento. Acto seguido, si existe riesgo de tsunami, se debe obedecer de inmediato las instrucciones de las autoridades y desplazarse lo más rápido posible hacia zonas elevadas y alejadas del mar.
No obstante, la experiencia demuestra que esperar a un aviso oficial puede ser letal, reconocer las señales naturales puede salvar vidas. A saber: un temblor tan fuerte que impida mantenerse en pie, un estruendo proveniente del océano o un retroceso repentino e inusual del agua en la costa. Conviene recordar que no todos los tsunamis comienzan con ese retroceso: en muchas ocasiones, la primera ola que llega es directamente la cresta, sin previo aviso. En tales circunstancias, la única opción segura es la autoevacuación inmediata, ya que incluso un par de minutos de demora puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
¿Y subirse a una azotea? Las imágenes que se están haciendo virales con gente agolpada en azoteas cercanas a la costa es un recurso que puede salvar vidas en ciertas circunstancias, pero no es la opción ideal y debe entenderse con mucho cuidado. Las principales agencias de gestión de emergencias (como la NOAA, el Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico, la JMA o la UNESCO/COI) coinciden en que la recomendación prioritaria es siempre evacuar hacia tierra firme elevada y lo más alejada del mar posible.
Sin embargo, las mismas agencias reconocen que cuando el tiempo es extremadamente limitado o no hay rutas seguras disponibles, buscar altura en estructuras sólidas puede ser la única alternativa viable.
El caso nipón. Obvio, en el caso de Japón, país con una larga historia de tsunamis y un alto grado de preparación, muchas ciudades costeras han construido lo que denominan “estructuras de evacuación vertical”: edificios de hormigón armado o torres específicamente diseñadas para resistir el impacto de olas de gran magnitud.
De hecho, la JMA y los gobiernos locales instruyen a la población a que, si no es posible evacuar tierra adentro a tiempo, subir a las azoteas de estas estructuras reforzadas es una estrategia aceptada. Tras el devastador tsunami de 2011, que arrasó gran parte de la región de Tōhoku, se intensificó la construcción de estos refugios verticales y la señalización que indica qué edificios cumplen con los estándares para soportar olas de hasta varios metros de altura.
El “pero”. El problema radica en que no todas las azoteas son seguras. Por ejemplo, subirse a un edificio de poca altura, mal construido o cercano a la costa puede ser incluso más peligroso: el agua puede sobrepasar la estructura, debilitar sus cimientos o arrastrarla.
Estudios del National Tsunami Hazard Mitigation Program en Estados Unidos y de la UNESCO (en sus directrices) señalan que solo las edificaciones diseñadas o evaluadas para este propósito deben considerarse refugios. En áreas donde no existen estas construcciones certificadas, la opción más segura sigue siendo la misma: moverse horizontalmente hacia terreno elevado.
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