La cruzada de Mercadona contra la cocina casera está funcionando. La pregunta es a qué coste nutricional la estamos aceptando
Publicado el 18/09/2025 por Diario Tecnología Artículo original
En los últimos ocho meses, Mercadona ha ganado siete décimas más en cuota de mercado y ya llega al 27,3%. Es una auténtica barbaridad que la reafirma en cabeza y la aleja de su competido más cercano: Carrefour.
Pero lo más llamativo no es eso. Lo más llamativo es que, según los datos, todo se debe a que la cruzada contra el futuro de la cocina en casa de Juan Roig está dando sus frutos. Sabíamos que el mundo lleva décadas dejando de cocina, lo que no sabíamos es que esto iba a ir tan rápido.
Lo que no sabemos, de hecho, es qué consecuencias tiene todo esto a medio plazo. ¿Estamos poniendo a los zorros a vigilar el gallinero?
Un futuro, pero ahora. Porque, aunque media España se echó encima de ROig cuando aseguró eso de "a mitad del siglo XXI no habrá cocinas", lo cierto es que ahora mismo más de ocho millones de españoles recurren a los platos preparados del supermercado.
De hecho, las estadísticas nos dicenos datos que, en las últimas décadas, la cocina casera había estado en declive claro. Los millenials "comían un 30% más a menudo en restaurantes que cualquier otra generación; cuando cocinaban, dedicaban menos tiempo (una hora menos a la semana que la generación X) y, cuando compraban, se decantaban más por comidas preparadas, pastas y dulces que el resto". Son datos de EEUU, pero podemos encontrar tendencias similares en todos los países occidentales.
Hubo un pequeño cambio con la pandemia, pero las cosas parecen estar volviendo a su cauce.
17 kilos por cabeza. Esa es la cantidad de platos preparados que consumieron, de media, los españoles en 2024. Un 6,6% más respecto al año anterior. Y en estos datos no tenemos en cuenta que la tendencia no solo "se traduce en una mayor oferta de platos preparados, sino también en una simplificación de los productos frescos, destinada a disminuir el tiempo que dedicamos a la cocina".
Los motivos son claros y comprensibles: según la consultora Kantar, "la comodidad, la falta de tiempo y las propuestas cada vez más elaboradas y sanas por parte de los supermercados" son los factores que están detrás de este cambio.
¿Pero esto es cierto? Me refiero, en concreto, a lo de "propuestas sanas". Y no con respecto a los platos precocinados tradicionales, que eso (a priori) es evidente. Sino, con respecto a la dieta general de los consumidores. Es decir: ¿este movimiento está mejorando nuestra dieta o no?

La pregunta es pertinente. Sobre todo, porque tenemos bien fresco el problema de los ultraprocesados. Cada vez es más evidente (y los grandes estudios así lo confirman) que hay una "correlación positiva entre el consumo de estos alimentos y una lista de hasta 32 problemas en la salud que van desde la mortalidad cardiovascular a la depresión".
Hablamos de un aumento de cerca del 50% en el riesgo de muerte relacionada con problemas cardiovasculares, un aumento semejante del riesgo de sufrir ansiedad y problemas “comunes” de salud mental, y un aumento del 12% en la probabilidad de desarrollar diabetes de tipo 2.
Más aún, los datos muestran un aumento del 21% en el riesgo de muerte por cualquier causa y uno de entre el 40 y el 66% del riesgo de muerte por infarto.
La invasión de los procesados. En 2010, la comida ultraprocesada representaba un 31,7% de la dieta de los españoles y el 80,4% de todos los azúcares añadidos. Es decir, el peso de la comida procesada en nuestra dieta se triplicó entre 1990 y 2010 (pasando del 11% al 31,7%). De forma paralela el peso de los azúcares añadidos ha pasado del 8.4% de nuestra ingesta diaria de energía al 13%.
Es un problema serio y tomar consciencia de él ha hecho que, como decíamos, los productos sean más sanos que antes. Pero la irrupción de estos platos precocinados mucho más atractivos, convenientes y accesibles plantea dudas. ¿Estamos ante una nueva fase de esa tendencia? ¿Va a empeorar más aún nuestra alimentación?
Faltan respuestas. Es pronto para ver cómo todo esto está afectando (y va a afectar) a la alimentación de los ciudadanos. No hay que olvidar que, como repetimos a menudo, no todos los alimentos procesados suponen un riesgo para la salud. Pero lo que nos dice la experiencia histórica es que no podemos dejarlo todo en manos de las empresas del sector: sin una regulación ambiciosa y una opinión pública comprometida, la situación puede volverse en nuestra contra.
Es, parece, el momento idóneo para utilizar este boom a favor de la salud pública. Luego será mucho más difícil.
Imagen | JJ Melero
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