Los bolsillos femeninos son tan inútiles que se convirtieron en meme. Lo grave es que llevan siglos siéndolo
Publicado el 18/09/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Una tendencia hace poco menos de dos meses viral en redes sociales llamada claw grip mostraba cómo las mujeres sujetaban varios objetos —móviles, llaves, cartera— en una sola mano, porque los bolsillos son tan pequeños que apenas cabe un paquete de pañuelos. Lo que parece una ocurrencia divertida es, en realidad, una foto cotidiana de la desigualdad en el diseño de la ropa.
“Tiene bolsillos”. Parece una frase bastante tonta, pero entre las mujeres encontrar bolsillos en los pantalones es una misión casi imposible. La expresión se ha vuelto el comentario obligado, convertido ya en meme cultural. En redes sociales la frustración se ha transformado en activismo digital. Con hashtags como #WeWantPockets, miles de usuarias denuncian lo absurdo de que en pleno siglo XXI aún resulte excepcional encontrar una prenda con bolsillos útiles.
Los datos lo reflejan. Según un estudio de The Pudding, los bolsillos de los vaqueros de mujer son de media un 48% más cortos y un 6,5% más estrechos que los de hombre. De hecho, apenas un 40% de los bolsillos delanteros femeninos puede guardar un smartphone. La consecuencia está a la vista: bolsillos incapaces de meter un teléfono, una cartera pequeña o incluso la mano completa.
El contraste es aún más irónico si pensamos que, en paralelo, muchos diseñadores masculinos están sacando bolsos “de moda” —riñoneras cruzadas, tote bags, bandoleras—, es decir, los hombres empiezan a comprar bolsos como accesorio voluntario, mientras las mujeres siguen reclamando bolsillos por necesidad.
Más que moda: autonomía. El bolsillo no es un simple detalle estético: permite salir de casa sin bolso, con las manos libres, sin depender de cargar un accesorio para llevar lo básico. En un reportaje para la BBC han detallado que en la historia feminista ha sido reivindicado como una herramienta de libertad. A comienzos del siglo XX, las sufragistas británicas lo resumieron en una consigna clara: “Votos y bolsillos”, recuerda Caroline Stevenson, directora del programa de Estudios Culturales e Históricos de la Universidad de las Artes de Londres. «Es interesante que un bolsillo se convirtiera en una de las formas simbólicas de contrarrestar el deseo de independencia y libertad de la mujer», añade Elizabeth Evitts Dickinson, autora de una nueva biografía sobre la diseñadora estadounidense Claire McCardell, pionera en intentar resolver este problema desde la moda. Para ellas, tener un espacio propio en la ropa equivalía a independencia, a no depender de un marido o de un bolso.
El caso de la pequeña Cameron Dorado, de ocho años, lo demuestra: indignada porque los pantalones escolares de niñas no tenían bolsillos, escribió a la cadena de supermercados Sainsbury’s pidiendo una solución. Tras viralizarse su carta, la compañía modificó sus diseños. El episodio, contado en otro reportaje de la BBC, muestra cómo incluso las niñas detectan la desigualdad textil desde temprana edad.
Un problema con raíces históricas. En el siglo XVII los hombres disfrutaban de bolsillos cosidos en pantalones y chaquetas, mientras que las mujeres usaban pequeños saquitos atados a la cintura bajo sus faldas. Esa diferencia implicaba algo más que moda: los objetos de valor de una mujer estaban escondidos bajo capas de ropa, inaccesibles rápidamente y dependientes del diseño del vestido.
La situación empeoró en el siglo XIX, cuando se impuso la moda ajustada que directamente eliminó los bolsillos femeninos. “Privar a las mujeres de bolsillos era también privarlas de libertad”, explica The Atlantic. Además, pasado los años, la moda reforzó el estereotipo de que el cuerpo femenino debía priorizar la estética sobre la funcionalidad. Christian Dior lo verbalizó en 1954 en una frase que aún resuena: “Los hombres tienen bolsillos para guardar cosas, las mujeres para decoración”.
Las pasarelas se pronuncian. Y es que el debate sigue dando que hablar a día de hoy. Algunas marcas, como Chanel o Saint Laurent, llevan tiempo incorporando bolsillos como gesto de modernidad. En los Oscar de 2022, Penélope Cruz sorprendió con un Chanel de bolsillos, algo que destacó como un detalle insólito en la alfombra roja. En paralelo, marcas independientes como The Pockets Project o firmas de ropa deportiva han hecho del bolsillo amplio un emblema: leggings con espacio para el móvil, vestidos de cóctel con bolsillos secretos.
Pero en el fast fashion la realidad es otra: bolsillos falsos, costuras inútiles o tamaños ridículos. El problema es de costes, como señala la BBC: añadir bolsillos reales implica más tela y más tiempo de confección, algo que choca con los márgenes ajustados de la moda rápida.
El bolsillo como reflejo social. El debate, en realidad, no es solo textil. Un interesante reportaje de New York Times ahonda más en que la ausencia de bolsillos está ligada a la dependencia de bolsos. En otras palabras, el sector de los bolsos es un mercado global que mueve más de 8.000 millones de dólares. La moda parece haber empujado a las mujeres hacia un consumo obligatorio de bolsos, mientras que los hombres salen de casa con las manos libres.
No es casualidad que ya en 1937, cuando Diana Vreeland asumió como editora de Harper’s Bazaar, propusiera dedicar un número entero de la revista a los bolsillos. En su autobiografía DV recuerda que la idea fue descartada de inmediato por la presión de la publicidad: “¿Te das cuenta de que nuestros ingresos por bolsos son millones al año?”, le advirtió su directora. La anécdota revela hasta qué punto los intereses económicos también pesaban en lo que parecía un simple detalle de confección. En sí, el bolsillo es un espejo: muestra cómo durante siglos la moda masculina privilegió la funcionalidad, mientras la femenina sacrificó autonomía en nombre de la estética.
Todo sigue igual. Cinco siglos después de que los hombres estrenaron bolsillos cosidos y las mujeres quedaran relegadas a saquitos ocultos, el debate sigue vigente. Lo que en redes se expresa con memes, hashtags o el gesto incómodo del claw grip, en realidad apunta a una cuestión profunda: quién tiene derecho a vestirse con autonomía y quién sigue condicionado por diseños que priorizan la estética y el mercado sobre la igualdad.
Por eso, cuando una mujer se prueba un vestido, pantalón o falda, y exclama: "¡Tiene bolsillos!", no está celebrando solo un detalle de costura. Está celebrando un pequeño triunfo en una larga lucha: la de poder guardar lo propio, en lo propio.
Imagen | FreePik
utm_campaign=18_Sep_2025"> Alba Otero .