Habíamos visto hacer de todo a los drones en Ucrania, pero esto es nuevo: están llegando perdidos a países ajenos a la guerra
Publicado el 04/09/2025 por Diario Tecnología Artículo original
En la guerra de Ucrania habíamos visto drones lanzando drones para derribar a otros drones, enjambres de drones deteniendo y haciendo prisioneros a reclutas, incluso drones actuando prácticamente por su propia cuenta gracias a la IA. Pero lo que no habíamos visto hasta ahora es que un dron perdiera el rumbo y terminara llegando tan lejos como a un país ajeno a la contienda para impactar.
Un dron en Estonia. Sí, la guerra en Ucrania ha cruzado fronteras de manera inquietante. En Estonia, a unos 80 kilómetros de la frontera rusa, un agricultor halló los restos de un dron de ataque ucraniano que se desvió de su objetivo y explotó en su campo sin causar heridos ni daños graves.
Según la seguridad interna del país báltico, todo apunta a que la aeronave, que pretendía atacar instalaciones rusas en San Petersburgo, fue desviada por las intensas operaciones de guerra electrónica y el potente bloqueo de GPS que Moscú emplea sistemáticamente en la región fronteriza. El incidente supone la primera entrada conocida de un dron ucraniano en territorio de un país no beligerante desde 2022, subrayando la fragilidad de las fronteras aéreas europeas ante el pulso tecnológico entre ambos bandos.
Una vulnerabilidad y la guerra electrónica. El director del servicio de seguridad estonio, Margo Palloson, explicó que el aparato se precipitó en medio de la noche, desviándose del corredor previsto debido a las contramedidas rusas de spoofing y jamming.
El ministro de Defensa Hanno Pevkur insistió en que estos incidentes no son aislados: drones ucranianos han empezado a terminar en Lituania y Letonia, y otro cayó el mismo día en la parte rusa del lago Peipus, a escasos kilómetros de Estonia. Rusia ha convertido sus fronteras en un muro invisible de interferencias electrónicas que afecta tanto a la aviación militar como a la civil, con consecuencias potencialmente catastróficas.

Escalada en la región báltica. El mismo día del incidente en Estonia, Ucrania atacó con drones el complejo gasista de Novatek en Ust-Luga, el mayor productor de gas licuado de Rusia, situado a apenas 30 kilómetros de Estonia. Las imágenes de las explosiones y del posterior incendio evidenciaron la capacidad creciente de Kiev para golpear infraestructuras críticas rusas en el interior del país.
La proximidad geográfica ha convertido a Estonia y al resto del Báltico en testigos involuntarios de una escalada que eleva la exposición de la región a accidentes y daños colaterales, como ya ocurre en Polonia, Rumanía, Moldavia o Bulgaria con drones caídos en campos o cerca de poblaciones.

Detectar drones de bajo vuelo. Plus: las autoridades estonias reconocen que el incidente revela la necesidad urgente de reforzar las capacidades de detección. Los drones de ataque vuelan muy bajo para evitar radares, lo que los hace casi invisibles. El primer ministro Kristen Michal reclamó un sistema de defensa en capas capaz de cubrir todos los ángulos, aunque los expertos advierten que la cobertura absoluta es imposible.
Países como Polonia han optado por invertir en aerostatos con radares de visión descendente, un sistema que permitiría detectar no solo drones, sino también misiles de crucero y aeronaves que vuelen a baja cota. Sin embargo, mantener alerta permanente con medios aéreos de vigilancia, como aviones AWACS, resulta extremadamente costoso en personal y recursos.
El eco en Polonia. La caída del dron ucraniano coincide con un patrón creciente de incursiones accidentales. Polonia denunció hace varios días que un dron militar ruso, con motor de fabricación china, cayó en un campo de maíz cerca de Osiny, al sureste de Varsovia.
Varsovia, además, recordó que Rusia nunca reconoce este tipo de hechos, pese a que Moldavia ha sufrido ocho incidentes similares, Rumanía tres, Lituania otros tres, Letonia dos y Bulgaria uno. Estos episodios, sumados a los bombardeos rusos constantes contra Ucrania, han obligado a cazas de la OTAN a despegar repetidamente para controlar los riesgos en el espacio aéreo de la Alianza.
Efectos en la aviación civil. El desvío del dron ucraniano también afectó al tráfico aéreo civil. Un avión de pasajeros procedente de Sharm El Sheikh y con destino a San Petersburgo tuvo que aterrizar de emergencia en Tallin por el cierre temporal del aeropuerto de Pulkovo tras el ataque con drones. No es un hecho aislado: la Organización de Aviación Civil Internacional advirtió que las interferencias rusas de GPS en el Báltico suponen una amenaza grave para vuelos civiles en Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Finlandia y Suecia.
Países europeos como Francia, Países Bajos o Suecia denunciaron el año pasado ante la UIT que las estaciones rusas de Moscú, Kaliningrado y Pavlovka interfirieron con sistemas de satélite europeos, afectando incluso a la señal de televisión y suplantando emisiones con propaganda de guerra. Reino Unido confirmó que un vuelo oficial con el entonces ministro de Defensa Grant Shapps sufrió alteraciones de GPS sobre el enclave ruso de Kaliningrado, en una jornada en la que más de 500 aeronaves registraron bloqueos similares.
Una carrera cada vez más peligrosa. Si se quiere, el telón de fondo de este incidente es la carrera acelerada entre Kiev y Moscú por desplegar armamento de largo alcance. Ucrania desarrolla drones y misiles de nueva generación como el Flamingo, un misil de crucero terrestre con alcance de 3.000 kilómetros y una cabeza explosiva de más de una tonelada, lo que lo convertiría en el proyectil más destructivo de su arsenal.
Rusia, por su parte, avanza en drones y misiles cada vez más sofisticados y numerosos. El objetivo es intensificar la guerra de ataques a larga distancia, lo que multiplica la probabilidad de que proyectiles terminen impactando fuera de la zona de combate, provocando una escalada indeseada y un riesgo mayor de implicación para países de la OTAN.
Imagen | ERR, Google Earth