EEUU cobra por su IA pensando en el presente. China la regala pensando en las próximas décadas
Publicado el 27/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Hay una paradoja interesante en el desarrollo actual de la IA que dice más sobre geopolítica que sobre tecnología:
- Estados Unidos, tradicionalmente líder en software propietario y monetización premium, está construyendo modelos cerrados de IA.
- China, históricamente más restrictiva con el flujo de información, está liderando la IA de código abierto.
Una inversión que no es casual: cada bloque adopta la estrategia que mejor sirve a sus intereses estructurales.
→ Estados Unidos (OpenAI, Anthropic, Google), está construyendo el equivalente al iPhone de la IA:
- Sistemas muy sofisticados.
- Integración vertical.
- Experiencias premium pulidas que justifican cobrar por el acceso.
La lógica es clara: cuando controlas las mejores GPUs, los principales servicios en la nube y tienes el capital para entrenar los modelos más avanzados, monetizar esa ventaja a través de APIs de pago tiene sentido económico inmediato. Es el modelo que lleva sosteniendo al software estadounidense durante décadas.
→ China, en cambio, con DeepSeek, Qwen y MiniMax dominando los rankings de modelos abiertos, está creando el Android de la IA:
- Un ecosistema libre y modificable.
- Descargable para uso local sin depender de APIs de pago.
- Licencias permisivas sin restricciones empresariales, a diferencia de Meta con Llama.
- Código fuente accesible para investigación y desarrollo independiente.
Como dijimos en su momento, este enfoque no es por altruismo, tampoco por diferencia cultural. Es una estrategia basada en crear dependencia global de un stack tecnológico chino cuando americano se vuelva inaccesible. O al menos, para presentarlo como alternativa muy atractiva antes incluso de ver sus resultados.
Es cierto que Llama es estadounidense y también está en la liga de los grandes siendo de código abierto (con un asterisco del tamaño de Mestalla). También parece factible una hipótesis habitual: que Meta la liberó precisamente porque iba por detrás. La clásica estrategia defensiva para erosionar la ventaja de los líderes.
China lo hace desde otra posición: fortaleza creciente. Y además, teniendo que lidiar con restricciones de acceso a hardware y a mercados occidentales. Cuando tu rival controla los chips y las plataformas en la nube, y puede cortar el grifo en cualquier momento, la única forma de crear un ecosistema alternativo es hacerlo tan accesible que el mundo no pueda ignorarlo.
Soft power tecnológico: regalar hoy para dominar mañana. Eso, o aferrarse a mercados en desarrollo más el gigantesco mercado interno. Así es como Huawei dejó de competir para construir una realidad paralela.
Los números hablan solos. Según los benchmarks de Artificial Analysis (con sede en California, no en Shenzen), los tres mejor modelos de código abierto salen de China. Cada startup que usa DeepSeek en lugar de GPT, cada país del hemisferio sur que despliega modelos chinos porque son gratis, cada universidad que entrena sobre Qwen en lugar de sobre Claude, es un nodo más del ecosistema que Estados Unidos no puede censurar, regular o desconectar de forma unilateral.
Es una historia muy similar a la de la lenta pero imparable independización china del GPS: en dos décadas ya no es que no lo necesite, es que BeiDou ha llegado a 140 países.
También es cierto que hay trampas en ambas estrategias:
- El modelo estadounidense genera ingresos inmediatos pero crea incentivos para que el resto del mundo busque alternativas, especialmente cuando las guerras comerciales se recrudecen. Competencia.
- El modelo chino conquista usuarios pero en algún momento necesitará monetizar sin espantar a su base.
Esto último es algo que Google aprendió con Android por las malas: tras conquistar el 70% del mundo, empezó a monetizarlo agresivamente y acabó recibiendo enormes multas en Europa, demandas antimonopolio en Estados Unidos y alternativas chinas... como HarmonyOS de Huawei. Se cierra el círculo.
La lección es que regalar tecnología para crear dependencia funciona, pero monetizar esa dependencia una vez establecida atrae la atención que nadie quiere: la de los reguladores. Es el dilema que China enfrentará eventualmente con sus modelos "gratuitos" de IA.
La batalla real no es por la mejor IA de hoy, sino por controlar la infraestructura intelectual del mañana.
- Estados Unidos vende IA como servicio premium.
- China regala IA como sistema operativo universal.
Y el desenlace será el de dos filosofías históricamente exitosas, pero opuestas: la persistencia americana por monetizar agresivamente frente a la paciencia china para invertir décadas si es necesario hasta poder liderar. Ingresos inmediatos frente a dependencia a largo plazo.
El tiempo dirá.
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