Ver F1 en el Steve Jobs Theater fue como meterse en el coche con Brad Pitt. Crítica sin spoilers desde la premiere mundial en Cupertino

Publicado el 18/06/2025 por Diario Tecnología
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Ver F1 en el Steve Jobs Theater fue como meterse en el coche con Brad Pitt. Crítica sin spoilers desde la premiere mundial en Cupertino

Llegamos al Apple Park cuando el sol ya empezaba a caer, con esa luz dorada que parece pintada a mano sobre el vidrio curvado del Steve Jobs Theater. Eran las 18:30 y el ambiente tenía ese punto justo entre la expectación y la calma. Como si algo importante estuviese a punto de empezar, pero sin prisas. Allí estábamos, en ese templo moderno de la colina más alta, a punto de ver una película sobre velocidad… pero envueltos en una paz casi zen. Apple sabe jugar con los contrastes como nadie.

El recibimiento fue elegante, pero sin estridencias. Un pequeño catering con vino blanco, algunas bebidas, algo de picar. Lo justo para darte la bienvenida sin romper la atmósfera - quizás faltaron palomitas, pero cuando le di una vuelta supuse que quizás eran demasiado mundanas para aquel lugar. Recuerdo el primer sorbo de vino, mirando el techo suspendido del teatro como si fuera una nave espacial que se hubiese posado suavemente en medio del jardín del campus. Todo estaba medido, hasta el silencio. Incluso los pasos se oían distintos en ese lugar. Hay sitios que te predisponen al asombro. Este es uno de ellos.

Cuando entramos en la sala, tuve que detenerme un segundo. La pantalla, esperando frente a nosotros. Las butacas, impecables. Pero lo que ocurrió cuando empezó F1 fue otra cosa: fue como despegar. La calidad de imagen era tan precisa que parecía mentira que fuera proyección. Cada curva del circuito tenía textura. Y el sonido… el sonido era como si hubieran afinado un violín de mil caballos. Vibraba el asiento, sí, pero también el pecho: era como sentir la presión del casco sin llevarlo puesto.

El Steve Jobs Theater más allá de los Apple Events

Img 9055 Steve Jobs Theater, la tarde de la premiere mundial anticipada de la película (Apple Park, California)

Cada plano parecía pensado para este lugar. Como si Joseph Kosinski hubiera diseñado la película con esta sala en mente. Cada movimiento de cámara, cada rugido del motor, cada respiración dentro del habitáculo tenía un peso físico, un eco emocional. No parecía solo cine, sino más bien una experiencia sensorial completa. Como cuando escuchas tu canción favorita con los mejores auriculares que has probado en tu vida, pero proyectada sobre una pantalla que parece pintar el aire.

Y eso es lo que más me impresionó: cómo un lugar puede amplificar una historia. Cómo el Steve Jobs Theater no solo fue escenario, sino cómplice. Hacía tiempo que no me pasaba algo así viendo una película. Solo estaba ahí, en ese presente absoluto que solo se consigue cuando todo encaja: el lugar, la historia, el sonido, la luz. Todo lo demás desaparece - y esta sensación tiene mucho de la tecnología tal y como la entiende la marca.

Img 9061 Antes de la película, pudimos asistir a una pequeña entrevista entre Eddie Cue (Apple) y el popular productor Jerry Bruckheimer

Salí sorprendido - como salimos todos - con una mezcla de emoción y vértigo. Como si hubiera estado esas carreras, inmerso en sus sensaciones. Como si alguien me hubiese llevado de copiloto por un circuito que no conocía, pero que ahora forma parte de mí. Apple demostró que aquel lugar no estaba sólo pensado para los Apple Events: es un lugar diseñado para asombrar, en todos los sentidos. También la disfruté porque es la primera vez que estoy en el Steve Jobs Theater sin tener que retransmitir lo que estaba viendo. Sólo me senté, y disfruté: vaya si lo hice. Parecía la película perfecta para ser vista por primera vez en el mundo allí - y no salir indiferente.

F1, una postal de velocidad y orgullo

F1 The Moive Photo 0110

Hay películas que no se conforman con contarte una historia, te arrastran, te lanzan al asiento, pisan el acelerador y te obligan a vivir cada plano como si fueras parte del motor. F1, la nueva superproducción de Apple TV+ dirigida por Joseph Kosinski, hace justo eso. No busca reinventar el género ni dar lecciones filosóficas sobre la vida. Lo que busca - y logra - es emocionarte. Hacerte vibrar. Y vaya si lo consigue.

Desde los primeros compases, con el rugido de un V6 mezclado con la guitarra de Whole Lotta Love en los altavoces, sabes que estás ante algo especial. Brad Pitt interpreta a Sonny Hayes, un veterano del automovilismo que vuelve a la parrilla con más cicatrices que gloria, pero con esa mirada que solo tienen los que ya lo han perdido todo y, aun así, siguen soñando con ganar. No es solo una historia de redención, es una carta de amor a la velocidad, al riesgo, y a esa conexión invisible que se crea entre piloto y máquina.

F1 The Moive Photo 0101

El alma de la película está en cómo se vive cada carrera. Kosinski demuestra, una vez más, que lo suyo no es solo estilo, es precisión. Las escenas sobre la pista son un espectáculo de técnica y emoción. Las nuevas cámaras IMAX integradas en los monoplazas no solo muestran las curvas, también las sientes. Estás literalmente ahí dentro. Notas cada cambio de marcha, cada vibración del asfalto, cada fracción de segundo donde la vida puede dar un volantazo. No hay artificio, es una peli que busca la inmersión pura.

Aquí la calidad del Steve Jobs Theater en imagen y sonido destacó: es casi un contrato entre el espectador, la imagen, y un sonido a otro nivel. Cuando arrancó la película, el rugido de los coches no solo llenó la sala, sino que la atravesó. Literalmente vibraban los asientos, pero no como un truco “barato” de cine 4D: vibraban porque el sonido era tan real que parecía que la pista estuviera justo debajo del escenario.

Cada curva proyectada parecía una pincelada precisa sobre la retina. Los colores, los reflejos en la carrocería, las chispas cuando los frenos se calientan… todo tenía esa textura casi táctil que solo consigues con una combinación perfecta entre cámara, proyección y entorno. Kosinski jugó fuerte aquí: no solo quería mostrarnos el vértigo de la velocidad, quería que lo viviéramos. Y el Steve Jobs Theater fue el copiloto perfecto para hacerlo.

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Pero F1 también sabe frenar a tiempo. En medio del ruido, encuentra momentos de humanidad. La relación entre Sonny y el joven prodigio Joshua Pearce (Damson Idris) funciona como un espejo de dos generaciones que se entienden más por el lenguaje del volante que por las palabras. Javier Bardem como Ruben - el alma y cabeza del equipo APXGP - aporta ese toque de carisma desordenado que equilibra perfectamente el tono épico con el más humano. Hay humor, hay complicidad, y sobre todo, hay pasión.

Una de las grandes virtudes de la película es que no intenta esconder su ADN. Es una historia con ritmo de verano, con estética de superproducción y con corazón de fan. No quiere ser otra Rush, ni falta que le hace. Quiere ser F1. Con su merchandising, sus cameos de Verstappen y Hamilton, y su cariño por todo lo que representa el mundo del automovilismo. Es honesta. Es brillante. Y es sorprendentemente cálida.

Terminas F1 con una sonrisa, pero también con cara de velocidad. Aunque sabes hacia dónde va todo desde el principio, el viaje acaba siendo espectacular. Porque no se trata solo de llegar primero, sino de hacerlo sintiendo cada curva. Apple ha apostado fuerte y ha entregado una película que no solo deslumbra técnicamente, sino que enamora emocionalmente. Y Brad Pitt, a sus años, se pone el casco y nos recuerda que la experiencia también puede ser combustible. La meta es lo de menos. Lo que cuenta es la carrera. Y esta, sin duda, merece celebrarse.

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