Los aranceles de EEUU amenazan con la llegada masiva de productos chinos ridículamente baratos. Europa tiene un plan
Publicado el 15/04/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Primero fue el primer ministro de Reino Unido, Keir Stamer, el que dejó clara la postura de la nación frente a la guerra arancelaria. China era más aliado que enemigo frente a las turbulencias del mercado global. Luego fue Pedro Sánchez, presidente de España, el que se manifestó en la misma línea. De alguna forma, ambos líderes mostraban que, en la guerra comercial, hay diferentes interpretaciones en Europa, y que eso ocurre mientras sobrevuela una palabra junto a China que pondrá a prueba las regulaciones del viejo continente: dumping.
El desafío tras los aranceles. Durante años, Europa ha visto en China un competidor económico formidable, pero muchos medios como el New York Times han comenzado a deslizar un temor producto de la escalada de tensiones comerciales entre Pekín y Washington, y cómo ésta puede transformar ese desafío en una amenaza potencialmente desestabilizadora para el continente.
¿Cómo? La imposición de aranceles extraordinarios por parte de Trump ha levantado un muro comercial que impide a las exportaciones chinas dirigirse a su mercado tradicional, lo que ha encendido las alarmas en Bruselas ante la posibilidad de que una avalancha de productos subvencionados, desde vehículos eléctricos hasta acero industrial, se redirija de forma masiva hacia Europa.
Con industrias clave como las de Francia, Alemania o Italia ya en situación vulnerable, el temor es que el llamado dumping (la práctica de vender por debajo del coste para eliminar competencia local) se intensifique hasta erosionar los cimientos de la producción europea.
Por supuesto, no tiene por qué ser así, y Europa cuenta con “armas” para evitarlo.
Equilibrismo diplomático. Una cosa sí parece cierta. El bloque europeo se encuentra atrapado entre dos fuegos: por un lado, las presiones del proteccionismo estadounidense y, por otro, la necesidad de contener la sobreproducción china sin desencadenar un conflicto abierto. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha intentado articular una respuesta que combine firmeza con pragmatismo: ha prometido “vigilar de cerca” el flujo de mercancías chinas, ha creado un grupo de trabajo para detectar prácticas de dumping y ha advertido que Europa “no puede absorber el exceso de capacidad global”.
Su postura mesurada fue aplaudida por analistas, quienes la consideran la mejor vía para evitar un desastre económico. Sin embargo, el Times explicaba que la unidad del continente puede comenzar a mostrar grietas ante la magnitud del problema. Aquí aparecen las palabras que comentábamos al inicio de líderes como Sánchez o Starmer apostando por un mayor acercamiento a China como escudo frente a las turbulencias del mercado global, mientras otros miembros de la UE claman por una defensa más enérgica del tejido industrial europeo.
Europa tiene un plan. Lo cierto es que, frente a la imagen catastrófica que se advierte en muchos medios, desde hace años la Unión Europea ha adoptado un enfoque regulatorio riguroso para contener la entrada masiva de productos chinos en su mercado. ¿Cómo? Mediante una combinación de medidas arancelarias, controles técnicos y barreras no arancelarias que actúan como filtros efectivos frente al dumping y la competencia desleal.
Entre las herramientas más destacadas se encuentran las investigaciones antidumping llevadas a cabo por la Comisión Europea, las mismas que han dado lugar a más de 100 medidas vigentes contra productos chinos, abarcando desde acero inoxidable hasta bicicletas eléctricas. Además, el sistema RASFF (Red de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos) vigila de forma constante la entrada de productos no conformes con las normas europeas de calidad y seguridad, bloqueando en frontera decenas de envíos cada año.
Y el REACH. A esto se suma el estricto cumplimiento del Reglamento denominado como REACH, el cual exige a cualquier bien importado el registro y evaluación de sus sustancias químicas, un cortafuegos que impide que numerosos productos industriales chinos accedan libremente al mercado comunitario.
Gracias a este entramado normativo y a su capacidad para activar investigaciones de oficio, la UE no solo responde a amenazas concretas, sino que también puede disuadir proactivamente el ingreso de mercancías que no cumplen con los estándares europeos, configurando una muralla legal que, hasta ahora, ha mitigado con eficacia la oleada de sobreproducción asiática.
Una relación asimétrica. Dicho esto, y más allá del contexto inmediato, el fondo del problema posiblemente radica en una relación comercial desequilibrada. Contaba el Times que Europa ha acumulado un déficit récord con China, uno que en 2023 alcanzó los 332.000 millones de dólares, alimentado por subsidios estatales que distorsionan el mercado y por las barreras regulatorias que dificultan el acceso de empresas europeas al mercado chino.
Plus: la Comisión Europea ya ha clasificado a China como un “rival sistémico” y las relaciones bilaterales se han enfriado en los últimos años, especialmente tras el apoyo de Pekín a Moscú durante la invasión de Ucrania. Los comisarios europeos han expresado de forma directa su preocupación durante recientes visitas diplomáticas a China, exigiendo condiciones más equitativas y restricciones voluntarias a las exportaciones de bienes subvencionados.
Mensajes y alianzas oportunistas. Pese a estos desencuentros, China ha intensificado su ofensiva diplomática y mediática para presentarse como socio estratégico de Europa frente al caos generado por Washington. Desde artículos patrocinados en medios influyentes de Bruselas hasta comunicados oficiales que omiten las tensiones reales, Pekín intenta cultivar una imagen de estabilidad y colaboración.
En paralelo, ha aceptado reanudar negociaciones con la UE en torno a los aranceles europeos a los vehículos eléctricos chinos, al tiempo que minimiza los desacuerdos. Mientras tanto, los portavoces europeos responden con cautela, hablando de “revisiones” o “continuación de conversaciones”, sin ofrecer una adhesión clara ni un rechazo firme. Una ambigüedad que refleja no solo la complejidad de la situación, sino también, quizás, la fragilidad de una estrategia común dentro del bloque.
Un verano crucial. Así las cosas, y con una foto que solo apunta a un temor si nos basamos en los hechos y las normas europeas, el futuro inmediato de la política comercial europea podría jugar una partida clave en los próximos meses. Está prevista una cumbre UE-China para la segunda mitad de julio, una reunión en la que ambos bloques intentarán suavizar fricciones antes de que el impacto de los aranceles estadounidenses se traduzca en una crisis de sobreoferta en el mercado europeo.
De momento, la UE parece haber adoptado una estrategia de contención: aguantar el tirón, mantener el equilibrio entre firmeza y flexibilidad, y evitar que la economía continental se descarrile antes del verano. Una carrera de fondo, ya que lo que está en juego no es solo una serie de indicadores macroeconómicos, sino la capacidad de Europa para proteger sus intereses sin ceder ni romper su propia cohesión interna.
Imagen | Corey Seeman
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