Lo hago todo en Internet, pero casi no he comprado online en toda mi vida: es una decisión que me hace muy feliz
Publicado el 05/07/2025 por Diario Tecnología Artículo original
El otro día necesitaba un libro de un periodista argentino que no aparecía en búsquedas online en librerías de mi tierra, Asturias. Llamé a una librería de mi pueblo para decirle cuál era, dos días más tarde me llamó el dueño de la tienda para decirme que ya estaba y que podía recogerlo cuando quisiera.
Se lo comenté a una de mis mejores amigas, amante de la lectura, y me dice: ¿pero eso puede hacerse?. Le respondí: "Claro, las librerías se dedican a eso, ¿no?" No tiene que tener todos los títulos en su tienda ni en el escaparate, pero están en contacto con muchas editoriales y los consiguen.
Mi amiga tiene absolutamente nada de tonta, al contrario, es súper inteligente y siempre está informada, pero nos han vendido tanto un marketing de que para conseguir ciertas cosas hay que ir a por ciertas grandes empresas (en este caso, sería Amazon o alguna gran empresa de libros) que se nos olvida que las pequeñas tiendas tienen acceso a conseguir lo que necesitamos, porque tienen muchos proveedores y son los intermediarios con el cliente final.
Además, tengo que decir, ese libro que compré, ni siquiera me costó más dinero que lo que mostraban en webs online, donde también tenía que pagar el precio de envío y estar en casa por si llegaba cuando yo no estaba (es un libro muy grueso, no cabe en un buzón).
A todo esto se le suma que yo trabajo online, tengo muchísimas amistades por el mundo, con las que estoy en contacto a menudo y, por tanto, con las que no tengo más remedio que hablar online, tengo a mis amistades y mi familia de mi pueblo con las que también estoy en contacto a través de redes, bien sea cuando estoy viajando, bien cuando estoy aquí y no puedo ver a todo el mundo, pero sí me apetece hablar.... ¿por qué también comprar por internet.... o por qué no hacerlo?
Los pueblos necesitan vida o necesitamos más vida de calle
Amo mi pueblo. Me he pasado décadas fuera, gracias al teletrabajo siempre volviendo muchos meses al año y a veces cuando vuelvo de estar fuera puedo aburrirme aquí como una ostra, pero lo amo y quiero que siga vivo, quiero que la gente pueda vivir aquí, hacer sus familias aquí y que no sea esto un sitio fantasma de pisos comprados por inversores para hacer alojamientos turísticos o un pueblo sin vida.
Mi pueblo tiene vida, tiene posibilidades, como cualquier lugar, y me da pena ver cómo la ha ido perdiendo en las últimas décadas, tras el cierre de las minas de carbón que era la principal fuente de economía.
Igual que me da pena ir a ciudades de mi país como Madrid, donde estudié, y ver que las tiendas de siempre, de barrio, ya no existen, y hay toda una cadena de franquicias varias ocupando las calles.
Una de las formas de lograr vida en los pueblos y ciudades es con sitios de socialización: parques, cafeterías y también tiendas varias. La decana del Colegio de Registradores, María Emilia Adán hablaba hace unos años en una entrevista del uso de los espacios públicos:
"Hay que allegar recursos a los centros y mantener las instalaciones necesarias para hacer esa vida más sostenibles y humana, donde los vecinos puedan desarrollar las relaciones sociales” con el objetivo de "evitar la gentrificación y el despoblamiento, tenemos que empezar a crear relaciones de vecindad, de asentamiento, que estén enraizadas en el entorno".
Como explica la asociación Asedas, una buena combinación de tiendas, que ofrece una amplia variedad de productos y servicios, es fundamental para mantener los centros de las ciudades como lugares ideales para vivir, visitar y disfrutar. Muchas ciudades, particularmente las medianas, ven cómo las tiendas luchan por sobrevivir, con un panorama que cambia rápidamente, nuevas cargas regulatorias y el impacto de la transformación digital en la forma en que los consumidores compran.
Si compramos desde casa y un repartidor nos trae a casa la compra, no estamos aportando nada a la vida del pueblo o del barrio. Luego a eso, puede sumarse que hay empresas donde ya es sabido que los trabajadores no gozan de los derechos que merecen, los despidos masivos de ciertas empresas grandes o que pagan a sus empleados sueldos escasos, mientras sus líderes son millonarios, o que están despidiendo a gente para cambiarla por máquinas. Algo muy destacado es que cuando Jeff Bezos, creador de Amazon y uno de sus principales inversores, se fue al espacio en 2021 agradeció a los empleados y clientes de Amazon por pagar su viaje: “Ustedes pagaron por todo esto”, afirmó.
Personalmente, como clienta, prefiero que mi manera de consumir sirvan a que la gente de mi pueblo pueda vivir, sacar adelante a su familia, pagar su hipoteca e irse de vacaciones que pagar para que un millonario se vaya al espacio. Además de esto, está el tema de pago de impuestos. Muchas multinacionales de las que venden online, además aprovechan su poder para instalar sus sedes en países donde los impuestos que pagan son mucho menores, y no repercute en nuestro propio país.
La cercanía y el trato
En general, además, valoro el trato cercano de las tiendas pequeñas. Por ejemplo, incluso cuando compro dispositivos electrónicos no voy a una tienda grande, no me meto en ver un catálogo online de decenas o centenas de opciones en la web de alguna empresa de ventas online. Voy a una tienda de productos de informática en mi pueblo y le digo que necesito un nuevo ordenador, le digo qué busco en un ordenador, él me ayuda a ver qué opciones encajan mejor, lo pide, me lo trae, me cobra el mismo precio que veo en las grandes tiendas (y si me cobrase unos euros más no me importaría) y, listo.
Además, si tengo algún problema en algún momento, es el primero que me ayuda a solucionarlo o que insiste a la empresa fabricante de que lo haga si dan problemas. Y todo sin pagar una garantía de seguro extra por ello. Este PC con el que estoy escribiendo, me dio un problema hace un par de años. Él lo miró, ya que es informático, tenía pocos meses, y vio que el ordenador se recalentaba mucho. Dijo que lo enviásemos a la empresa fabricante. Luego, desde la empresa me llamaron para decirme que estaba quemado y que yo lo envié ya roto.
Era mentira, en el proceso de arreglo en la empresa fabricante lo habían quemado. Afortunadamente para que no me cobrasen cientos de euros en reparar algo que no existía, había dos pruebas. Una foto que yo había hecho y otra algo previa, realizada por el dueño de la tienda. Ahí la empresa fabricante tuvo que reconocer que fue error de ellos y me hicieron toda la reparación de manera gratuita.
Imagen | Foto de Bruno Kelzer en Unsplash
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