Este círculo fue la pista que nos llevó a uno de los rituales marinos más asombrosos. Un vídeo delató a la criatura 15 años después

Publicado el 23/02/2025 por Diario Tecnología
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Este círculo fue la pista que nos llevó a uno de los rituales marinos más asombrosos. Un vídeo delató a la criatura 15 años después

Si acudimos al diccionario para ser exactos con el término, al verbo “cortejar” le acompaña la siguiente definición: intentar conseguir el amor o los favores de alguien halagándolo y buscando su compañía. Por eso, el hallazgo que tuvo lugar hace varias décadas fue tan sorprendente. Normalmente, cuando hablamos de cortejar pensamos en clave humana. Sin embargo, en el reino animal superan todo lo visto en nuestra especie cuando se trata de reclamar la atención del otro.

El enigma de los círculos. En el año 1995, un grupo de buzos que se encontraban explorando las aguas cercanas a la isla de Amami Ōshima, Japón, descubrieron unas extrañas formaciones circulares en el lecho marino. Fue sorprendente, ya que aquellas estructuras eran simétricas, con picos y valles radiales, y con una perfección geométrica tan destacada que despertó todo tipo de especulaciones sobre su origen: ¿estaban ante una creación humana, o se debía a algún tipo de fenómeno natural desconocido, o quizás de algún organismo insólito?

Pasaron los años, y no fue hasta 2011 que un equipo de científicos logró resolver el misterio. No solo eso. Lograron “pillar” al sospechoso repitiendo la fastuosa escena. Para sorpresa de los investigadores, el protagonista se trataba de un diminuto Torquigener albomaculosus, una pequeña especie de pez globo que, con un tamaño de apenas 12 centímetros, parecía ser capaz de esculpir estructuras 16 veces más grandes que su propio cuerpo con un propósito muy específico: seducir a una pareja para la reproducción.

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El arte del cortejo bajo el mar. El año del hallazgo, los científicos registraron el proceso de creación de estos círculos en el fondo marino, observando hasta 10 eventos reproductivos en dos zonas de estudio. Cada estructura tardaba entre siete y nueve días en completarse y requería de una precisión extrema. El pez globo macho utilizaba sus aletas pectorales, anales y caudales para excavar y modelar la arena en un patrón radial perfecto, alternando entre movimientos rápidos y pausas estratégicas para dar textura a las formaciones.

Además, decoraba los picos de su obra con elementos decorativos como conchas y fragmentos de coral, mientras que el centro del círculo quedaba completamente despejado como vemos en las imágenes. Solo cuando estos detalles finales estaban listos, las hembras comenzaban a acercarse para evaluar el diseño del “artista”.

El ritual de apareamiento. En este punto, cuando una hembra se interesaba en la estructura, el macho agitaba la arena fina del centro para atraer su atención. Si ella se decidía a entrar en el círculo, el macho se retiraba momentáneamente antes de nadar rápidamente hacia ella en un baile repetitivo de cortejo. Si la hembra quedaba impresionada, ponía sus huevos en el centro del círculo, convirtiéndolo en un nido temporal.

Si aquello ya era fascinante, poco después se reveló que las impresionantes estructuras nunca se reutilizaban, eran de un solo uso. Después de la reproducción, los machos abandonan su creación y comienzan una nueva desde cero, ya que el proceso de esculpir el círculo consume la mayor parte de la arena más fina y adecuada para la reproducción. Este apoteósico ritual de construcción de nido, documentado años después en la serie Big Pacific de BBC Earth/PBS y narrado por Sir David Attenborough, ha maravillado a biólogos y espectadores desde entonces.

Arte efímero. Qué duda cabe, el complejo trabajo del pez globo es una de las exhibiciones más fascinantes del reino animal, comparable a las elaboradas danzas de apareamiento de las aves o a las construcciones de algunos mamíferos. Sin embargo, lo que hace que estas estructuras sean únicas es que se trata de verdaderas obras de arte submarinas, cuidadosamente diseñadas y moldeadas con precisión geométrica. Además, su descubrimiento también ofreció una nueva perspectiva sobre la evolución del cortejo en los vertebrados.

Aunque los humanos solemos pensar en el arte y la arquitectura como capacidades exclusivamente nuestras, estos círculos marinos demostraron que la naturaleza también es capaz de crear estructuras extraordinarias con propósitos tan antiguos como la vida misma: el amor, la atracción o la perpetuación de la especie, todo eso, y seguro que algo más, en la extraordinaria obra de una diminuta criatura.

Imagen | H Kawase et al (2017) Fishes, CC BY 4.0

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