El nuevo analfabetismo no tiene que ver con saber leer o escribir: es usar la IA como oráculo en lugar de como herramienta

Publicado el 27/04/2025 por Diario Tecnología
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El nuevo analfabetismo no tiene que ver con saber leer o escribir: es usar la IA como oráculo en lugar de como herramienta

Hace un siglo, ser analfabeto era no saber leer ni escribir. En los países desarrollados ese problema hoy es residual. Pero está surgiendo otro tipo de analfabetismo. Más sutil, más difícil de detectar, con más grises y quizás igual de determinante: no saber interactuar con la IA.

Este nuevo alfabetismo no va de saber programar ni entender cómo funcionan los modelos. Es algo más básico: saber hacer buenas preguntas, saber leer las respuestas, y sobre todo, saber desconfiar. No de forma paranoica, sino con criterio. Distinguir cuándo estamos usando la IA... y cuándo la IA nos está usando a nosotros.

Es la diferencia entre ser un usuario pasivo de la IA —alguien que traga sin masticar— y utilizarla como palanca para el pensamiento, como una extensión de nuestra capacidad de análisis. Porque, bien usada, puede ser eso: un multiplicador cognitivo.

Ahí se juega una diferencia enorme:

  • Hay quien usa estos sistemas como si fueran un Google vitaminado o una calculadora con esteroides. Le lanza una pregunta, copia la respuesta y listo.
  • Otras personas —cada vez más— están aprendiendo a conversar con ellos. A estirar sus límites. A generar ideas que ni la máquina sola ni ellos solos habrían podido producir.

La clave no es la herramienta, es cómo la usas. Y para eso hace falta alfabetización en IA.

La cosa va más allá de quién hace qué con ChatGPT. Sistemas como Deep Research están empezando a automatizar tareas que, hasta hace poco, eran el punto de entrada a muchas profesiones. Informes, resúmenes, análisis preliminares... Justo ese tipo de trabajo que servía para formarse, para entender el oficio desde dentro. Si eso se lo das a un modelo, ¿cómo aprendes a pensar como un experto?

Ese es el agujero negro que se avecina en muchas empresas. Si automatizas las tareas formativas, ¿cómo vas a formar a los nuevos? Si no rediseñamos bien —y rápido— cómo se transmite la experiencia, podríamos tener generaciones enteras sin base real. Gente con títulos pero sin criterio.

Y no solo eso: este nuevo analfabetismo puede ser hereditario. Igual que los padres que no leían no criaban hijos lectores, los que no sepan usar bien estas herramientas difícilmente enseñarán a usarlas. El aprendizaje quedará en manos del colegio… o del algoritmo.

Lo paradójico es que todo esto se disfraza muy bien. Alguien puede generar un informe brillante, una presentación perfecta, un análisis aparentemente sólido… sin comprensión profunda ni mucho menos. Basta con que sepa pedirlo bien.

El riesgo no es solo que se imponga la mediocridad. Es que nadie se dé cuenta. Como viene avisando Antonio Ortiz, el verdadero problema no es que la IA piense por nosotros. Es que, poco a poco, dejamos de pensar por nosotros mismos y empiece nuestra atrofia.

Por eso la verdadera alfabetización digital del futuro no será técnica. Será ética, crítica, cognitiva. Saber cuándo pedirle a la IA que piense por ti.

Y, sobre todo, cuándo decirle que no.

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