"Dentro de 200 años, los arqueólogos buscarán en nuestra basura y encontrarán una imagen terrible de nosotros mismos": la sucia realidad de lo que tiramos
Publicado el 23/02/2025 por Diario Tecnología Artículo original
"Los residuos son historia. Los cuerpos se descomponen, el papel se enmohece y se deshace, los tesoros pueden saquearse o las fuerzas conquistadoras pueden fundirlos. Pero nadie roba en un vertedero y, por eso, durante siglos los arqueólogos [...] han reconstruido nuestra historia partir de los desperdicios", nos decía Oliver Franklin-Wallis y, si lleva razón (que la lleva), cabe preguntarnos una cosa: ¿Qué dirá nuestra basura de nosotros?
Y, aunque no lo parezca, esa es una pregunta clave. Porque la imagen que nos devuelven esos residuos es terrible.
El gran engaño de la basura. "Cada año producimos 2.000 millones de toneladas. Están por todas partes, pero como es algo asqueroso, no pensamos en ello". Sostenía Franklin-Wallis hace unas semanas hablando de 'Vertedero' (Capitan Swing, 2025), pero eso es quedarse corto. Como él mismo reconoce, no es un 'olvido natural y comprensible'; al contrario, "la industria [internacional] de los residuos ha sido un negocio opaco a propósito" con la colaboración cómplice de gobiernos, empresas de gestión y medios de comunicación.
Antes de que, en 2028, China decidiera dejar de comprar los residuos de medio mundo, todo parecía un remanso de paz y buena gestión. Pero era mentira. Como explicaba Cheryl Katz hace años en Wired, los países desarrollados que tenían sistemas de reciclado desde hace muchos años, aprovecharon las facilidades que les daban países como China para hacer la gestión de residuos más accesible y barata.
Una trampa en la que nos metimos solos. El lado negativo es que esa presión desmanteló la industria local de gestión de residuos. Para hacernos una idea de la dimensión del problema: antes de ese año 2018, el 95% de los plásticos europeos y el 70% de los norteamericanos terminaban en China.
Pero ese "trato" se terminó. China decidió que ya no le traía a cuenta seguir importando residuos y el sistema internacional de basuras convulsionó. El mundo desarrollado se encontró con que todas las soluciones estructurales eran demasiado complejas y caras de implementar: requerían, en último término, volver a reconstruir una industria que habían deslocalizado casi por completo.
Ante eso, la alternativa fue buscar nuevos países que quieran esa basura: durante los últimos años, millones de toneladas de basura se ha redirigido hacia el Golfo de Guinea y, sobre todo, hacia el Sudeste asiático buscando "nuevos vertederos". Nada ha cambiado sustancialmente y lo que menos el oscurantismo.
En las sombras crecen los monstruos. Y cuando uso el término "monstruo" no estoy usando una metáfora: estoy describiendo la realidad. La delincuencia relacionada con la basura ya es la cuarta actividad delictiva más importante del mundo (después del tráfico de drogas, la trata de seres humanos y la falsificación). Es más, según la Guardia Civil, este tipo de delincuencia crece a un ritmo de entre el 5% y el 7% al año.
¿Cómo salir de esta espiral? En la que quizás es la parte más valiosa de 'Vertedero', Franklin-Wallis explica lo que él mismo experimentó cuando acabó su larguísima investigación por "la sucia realdiad de lo que tiramos".
Varias de las personas a las que he conocido en el negocio de los desechos han compartido historias parecidas: una vez que de verdad empiezas a fijarte en los residuos, los ves por todas partes. Se convierten en una obsesión. Pasado un tiempo, comienza a pasarme factura anímica.
Al fin y al cabo, como escribía Heather Rogers en 2005, "la basura es la interconexión visible entre la vida cotidiana y los horrores profundos, y con frecuencia abstractos, de las crisis ecológica". Por eso, cuando hablamos de estos temas, la primera tentación es preguntarse "¿qué puedo hacer?".
Y la respuesta es complicada. En la mayor parte de los casos, todas las opciones que tenemos a nuestra disposición tienen problemas: no hay estrategias - y menos a nivel micro - que sean plenamente positivas.
Eso, desde luego, no quiere decir que iniciativas como la economía circular o las estrategias de consumo responsable no tengan un papel. Sencillamente, quiere decir que hay que entender la dimensión de lo que estamos hablando (y no poner más esperanzas en ellas de las que son razonables).
Necesitamos estrategias macro, dice Franklin-Wallis; pero sobre todo, necesitamos sacar la basura a la luz, necesitamos discutir sobre los residuos, necesitamos pensar sobre los desechos. Y necesitamos hacerlo de una forma que nos impulse a mejorar. Es la única forma de encontrar algo valioso entre tanta porquería.
Imagen | Jilbert Ebrahimi
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