China está dejando de prestar dinero y está empezando a cobrarlo. No son buenas noticias para España
Publicado el 09/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
La época dorada de la financiación china ha terminado. Pekín ya no regala dinero para construir puertos y ferrocarriles, ahora está exigiendo el pago de lo que prestó en su momento.
Por qué es importante. China ha prestado más de 800.000 millones de dólares a 150 países desde 2013 con su iniciativa de la 'Ruta de la Seda'. Hoy, el 60% de esa cartera está en manos de países en quiebra técnica o al borde del colapso financiero.
Los hechos. El dinero que los países deben devolver a China cada año supera ya el dinero "nuevo" que China presta. Es el fin del modelo expansivo de la última década: el país está pasando de ser un prestamista generoso a convertirse en un acreedor implacable.
La estrategia. China ha dividido a sus deudores en dos categorías, y a cada grupo le aplica un trato radicalmente distinto:
- Países grandes con deudas enormes (80% de la cartera): Reciben rescates, préstamos puente y facilidades especiales. Pakistán, Sri Lanka, Venezuela, Argentina, Angola...
- Países pequeños con deudas menores (20% restante): Solo extensiones de pago. Cero dinero nuevo. Zambia, Ghana, Mongolia, Tayikistán, República del Congo...
Por supuesto, el trato que recibe el primer grupo no tiene que ver con la generosidad sino con la autopreservación. China está rescatando a quienes, de quebrar, podrían hacer que sus bancos estatales se hundan.
El resto quedan abandonados a su suerte.
El contexto. La crisis empezó pronto. Concretamente en 2015, a los dos años de comenzar esta estrategia, cuando los precios de algunas materias primas se desplomaron.
El COVID aceleró los problemas, al igual que después la guerra en Ucrania. La subida de los tipos de interés a nivel global fue la puntilla.
El rastro del dinero. China está replicando el manual de los bancos occidentales de los años ochenta y noventa, cuando Wall Street y la City prestaron masivamente con petrodólares tras las crisis del petróleo de los setenta. Cuando llegó la crisis de deuda de los ochenta, pasaron de financiar desarrollo a exigir programas de ajuste estructural.
Los mismos bancos que habían empujado el endeudamiento se convirtieron en los acreedores más duros. China está en esa transición: de "socio estratégico para el desarrollo" a acreedor que prioriza sus balances bancarios sobre la estabilidad de los países deudores. Es el mercado, amigo.
Profundiza. Para España, el cambio tiene tres vectores de impacto:
- Las grandes constructoras e ingenierías españolas (ACS, Acciona, Sacyr) pierden acceso a megaproyectos financiados por bancos chinos, especialmente en infraestructuras en África y Asia.
- La inversión china directa en España será más selectiva: menos compras estratégicas y más exigencia de rentabilidad inmediata en sectores como energía y tecnología.
- La inestabilidad financiera en países africanos y latinoamericanos donde operan empresas españolas (Telefónica, Iberdrola, Repsol) aumenta el riesgo político y cambiario, complicando sus operaciones en mercados que dependían del oxígeno financiero chino.
En resumen. China ha completado su metamorfosis de potencia emergente a potencia establecida, y su política financiera lo refleja.
- La Ruta de la Seda fue el último gran proyecto expansivo de un país que buscaba influencia global comprando lealtades con dinero barato.
- Ahora que tiene esa influencia, actúa como cualquier acreedor maduro: cobrando.
Es el final de una era y el comienzo de un orden financiero global más predecible, pero también más despiadado.
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