Un extraño pitido nocturno se ha estado escuchando durante semanas en Vigo. Acaban de encontrar al culpable
Publicado el 09/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Existen fenómenos cuyos sonidos desafían, no solo la razón, sino incluso la percepción misma de la realidad. Uno de ellos es recordado en Escocia desde finales de los 90, un zumbido de baja frecuencia que se escucha en diferentes enclaves y que en los últimos tiempos ha regresado con fuerza. En España pasaba algo parecido de un tiempo a esta parte en una zona de Vigo. Semanas con un ruido agudo al llegar la noche que había alterado el sueño de los vecinos.
El problema es que acaban de detectar al “culpable”, y tiene difícil solución.
El misterio tenía alas. Lo contaba el Faro de Vigo. Durante semanas, el vecindario de Travesía de Vigo y la calle Aragón ha vivido sumido en el desconcierto y la irritación a causa de un pitido agudo, intermitente y persistente que comenzaba al caer la noche y se repetía cada dos o tres segundos hasta el amanecer. La sospecha inicial recayó en múltiples culpables: una alarma estropeada tras el apagón del 29 de abril, una grúa del puerto amplificada por el viento, o incluso algún semáforo averiado fuera de decibelios.
Los vecinos, desvelados y perplejos, se movilizaron para encontrar el origen del molesto sonido, llamaron al 010, patrullaron las calles en busca de pistas sonoras y solicitaron la intervención de la Policía Local. Al final, ni alarmas industriales ni maquinaria portuaria: el autor del pitido ha resultado ser una criatura inesperada y sorprendente, cuya presencia había pasado desapercibida hasta entonces por su silencio histórico y su pericia para el camuflaje.
Pequeño y nocturno. Sí, al parecer, la Policía Local, tras inspeccionar la zona y confirmar que no se trataba de ninguna fuente mecánica, identificó al responsable: un autillo europeo (Otus scops), una de las rapaces más pequeñas de Europa (no supera los 20 cm de longitud ni los 100 gramos de peso) cuyo canto recuerda a un silbido electrónico de alta frecuencia.
De hecho y como contaba al medio el biólogo de SEO BirdLife, Gustavo Ferreiro, el pitido repetitivo forma parte del ritual de apareamiento del ave, que en esta época se encuentra en fase de incubación. Dicho de otra forma: el autillo no canta para molestar, sino para comunicar su presencia, reclamar territorio y mantener el vínculo con su pareja durante la cría.
Invisibilidad. Aunque común en el sur de Pontevedra, su estilo de vida nocturno y su camuflaje perfecto entre los árboles lo convierten en un habitante casi invisible que solo puede ser detectado por su voz. En este caso, la elección de hábitat fue un entorno urbano con vegetación densa y árboles viejos, los que rodean el parque del Matías y un caserón abandonado cercano.

Paradojas de la supervivencia. El caso también ofrece otras lecturas. Lo paradójico es que el autillo europeo, antaño ave rural, se ve hoy obligado a refugiarse en entornos urbanos debido a la pérdida de biodiversidad en el campo. La intensificación agrícola ha eliminado árboles de gran porte, esenciales para su anidación, y el uso masivo de pesticidas ha diezmado las poblaciones de insectos de los que se alimenta.
Así, el hábitat natural se ha degradado hasta tal punto que las aves buscan cobijo en parques urbanos, donde aún pueden encontrar oquedades y algo de alimento. Esta migración forzosa a la ciudad es un reflejo del declive ecológico en el que se halla la especie, incluida ya en la categoría de “vulnerable” en el Libro Rojo de las Aves de España 2021. Siendo así, la presencia del autillo en Vigo no es una anomalía aislada, sino más bien un síntoma de un cambio profundo en la distribución y el comportamiento de muchas especies afectadas por la presión humana sobre los ecosistemas.
Especies en peligro. El caso del pitido en Vigo demuestra cómo una molestia cotidiana puede ser, en realidad, la señal de vida de una especie en peligro. Lo que empezó como una perturbación del sueño se convirtió en una oportunidad para reflexionar sobre la convivencia entre la ciudad y la naturaleza. El caso recuerda a otros donde la presencia de urbes acaba modificando la vida de las especies. De hecho, en Valencia ha ocurrido algo parecido con otro ejemplar.
O en Islandia, cuando la temporada de frailecillos comienza y los humanos los cazan y los arrojan por los acantilados (por una buena razón). En este caso, el cambio climático y las luces de las ciudades amenazan la supervivencia de las aves. Con el autillo, la pérdida de la biodiversidad es lo que los está arrojando a espacios tan ajenos como las urbes.
Dicho esto, y si todo sigue su curso, el canto remitirá para los vecinos en agosto, cuando nazcan los polluelos y las prioridades del ave cambien del cortejo al cuidado.
Imagen | Contando Estrellas, Frank Vassen
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