En marzo de 1989 Tim-Berners Lee publicaba la propuesta que definiría internet y la web tal y como los conocemos hoy. En dicho documento basaba todo en el hipertexto, "información legible para el ser humano y enlazada de forma ilimitada".
La unidad básica de internet y la web. Los enlaces pronto se convirtieron en ese cemento que unía toda la información y la conectaba. Permitían ir saltando de un contenido a otro, y eso nos llevó a esa web original caótica, anárquica y maravillosa.
Y llegó Google. Este gigante triunfó allí donde otros no acababan de hacerlo. El maremágnum de contenidos e información necesitaba cierta organización, cierto orden, y Google construyó su imperio dando respuesta a ese problema. Durante muchos años la empresa fue clara exponente del valor de los enlaces: su propia página de resultados era una oda a ese concepto. Eran, básicamente, enlaces. Aquello era maravilloso, y Google era incluso capaz de entender lo imposible y de saber que cuando buscábamos "Aguanchu bi fri" salía el vídeo que queríamos de Queen.
Un "fragmento destacado" o "featured snippet" de Google. Fijaos: no es muy distinto de las respuestas generadas por IA, aunque en este caso Google simplemente copiaba y pegaba párafos de la fuente original, que enlazaba en la parte inferior de esa caja.
Igual no necesitas (tantos) enlaces. Con el tiempo, el enfoque cambió y Google intentó ir encerrándonos cada vez más en su buscador para que no saliéramos de él. Trataba de responder a nuestras preguntas directamente con sus "featured snippets" ("fragmentos destacados"), las pequeñas cajas de texto que aparecían al hacer ciertas búsquedas. Dicho sistema era fantástico para el usuario —que muchas veces encontraba la respuesta que buscaba— y para Google —más retención, más publicidad que podía mostrar— pero no para los creadores originales de esos contenidos de los que Google "robaba" la información.
El documento de Berners-Lee de 1989 ya apuntaba a documentos de hipertexto con enlaces como componente fundamental. Hola, web. Fuente: W3.org.
Te estás aprovechando de mi trabajo. Eso, entre otras cosas, acabó provocando una airada protesta por parte de medios y creadores de contenidos, que exigían a Google News y a otros agregadores de enlaces que pagaran por los contenidos que copiaban y enlazaban. Fue la primera iteración (hay otra distinta y más reciente) de la "Tasa Google" y el Canon AEDE incluidos como parte de la Ley de Propiedad Intelectual. Aquello no acabó bien: Google News cerró en España durante 8 años porque a Google y otros los obligaban a "pagar por enlazar". El servicio volvió con una Ley Iceta que permitía a Google esquivar esos pagos y negociar caso por caso para llegar a acuerdos. Es curioso cómo hace siete años quien suscribe afirmaba que Google y Facebook sí debían pagar por esos contenidos, y ahora esté pasando lo mismo con la IA. Pero me estoy adelantando a la cuestión.
Enlaces tóxicos. La evolución del buscador de Google, que antes representaba el exponente máximo de una web en la que los enlaces eran su valor principal, ha sido preocupante. Para muchos de nosotros Google ha roto su propio buscador, no por ir contra los enlaces, sino por contaminarlos. El SEO y los enlaces patrocinados se han acabado adueñando de la experiencia, y ese ya era de por sí un golpe importante para la web. No clicábamos no porque no hubiera enlaces, sino porque no nos fiábamos demasiado de una página de resultados demasiado manipulada.
El Huffington Post (ahora, El HuffPost) nació al abrigo de Facebook. Ellos sobrevivieron; otros como Buzzfeed no.
Las redes sociales fueron buenas antes de ser malas. La llegada de las redes sociales hizo que los enlaces fueran aún más importantes, y de hecho vivimos una explosión de contenidos —y de mucho clickbait— y el nacimiento del culto a Facebook por parte de medios como el desaparecido BuzzFeed. Luego se dieron cuenta de algo: lo de mandar a gente a sitios web externos no era interesante. Lo interesante era mantener a los usuarios encerrados en tu plataforma. A Facebook se le pueden criticar muchas cosas, pero al menos la plataforma nunca dejó de permitir usar enlaces. Una prima hermana suya nació con una actitud mucho más perversa.
Instagram y la guerra abierta contra los enlaces. Cuando Instagram nació lo hizo como una fantástica sucesora de Flickr y otros servicios para fotógrafos. Pronto se convirtió en el epítome del "una imagen vale más que mil palabras", y aunque era posible acompañar cada imagen de un texto, lo que estaba prohibido era incluir enlaces clicables. Salvo en apartados muy específicos (como la bio del usuario), enlazar estaba y está terminantemente prohibido. Era algo insólito.
Redes sociales como jardines amurallados. Pronto las redes sociales se dieron cuenta —como antes había hecho Google— que los enlaces iban en su contra, y que lo mejor que podían hacer era encerrarnos a todos en sus respectivos jardines amurallados. Lo que planteó Instagram fue tan solo el principio de una preocupante deriva hacia esos silos de contenido algorítmico:
TikTok siguió esa línea y solo algunos usuarios verificados pueden incluir enlaces a sus vídeos.
Twitter, que nació como una plataforma para compartir reflexiones y enlaces, también cambió con la llegada de Elon Musk, enemigo declarado de los medios. El magnate llegó a prohibir enlaces a otras redes sociales, y luego contaminaría la experiencia con su algoritmo además de desaconsejar los enlaces en X porque "no atraen tanta atención". O más bien, para que no te fueras de X.
Snapchat, algo menos popular pero igualmente relevante, también planteó una política agresiva contra los enlaces. Ofrece opciones limitadas para compartir enlaces, y su foco absoluto a los móviles (y no a la web y sus enlaces) es patente: lanzó su versión web en 2022, 11 años después de su creación.
Llega la IA. El papel de los enlaces ha sido por tanto coartado en plataformas y redes sociales, y lo que ya vimos con Google y sus snippets amenaza ahora con ser la norma en los chatbots que están sustituyendo al buscador tradicional de Google. Lo estamos viendo cada vez que los usamos: al preguntarle algo a ChatGPT, Perplexity, Claude o Gemini —entre otros— las respuestas son tan (aparentemente) correctas, coherentes, y detalladas que hacen prácticamente innecesario que necesitemos nada más. Los enlaces pierden relevancia porque ya no son necesariamente tan útiles. Los chatbots de IA hacen el trabajo por nosotros y nos lo dan todo demasiado mascado.
Los chatbots muestran fuentes sí, pero de forma demasiado sucinta, casi como un pie de página. No invitan a acabar accediendo a ellos.
Buenas y malas noticias. En estos "buscadores de IA" hay una sensación agridulce. ChatGPT y sus rivales citan las principales fuentes desde las que han obtenido y resumido el contenido. Eso es bueno, porque permite ir a esas fuentes para contrastar la información. Pero a partir de ahí, malas noticias.
Como se puede ver en la imagen, aunque chatbots como ChatGPT, Perplexity o Google y su AI Mode incluyen enlaces a las fuentes, no los destacan. Los señalan con textos y botones diminutos (ChatGPT), números (Perplexity) o iconos de cadenas (AI Mode).
La forma habitual de enlazar en la web, mostrando el texto enlazado tanto subrayado como con un color distintivo, desaparece. Es una forma más de relegar los enlaces a un papel secundario. Un patrón oscuro en toda regla que favorece los intereses de la plataforma y busca el mismo objetivo de siempre: que no salgas de ella.
El AI Mode de Google no destaca demasiado los enlaces en el texto, pero al menos sí muestra pequeñas tarjetas con las fuentes en el lateral derecho de la interfaz.
Pero las fuentes están ahí. Hay que señalar que aunque estos chatbots "camuflan" los enlaces en esas respuestas con las técnicas mostradas en la imagen, en algunos casos muestran además previsualizaciones de las fuentes de forma mucho más patente. Perplexity, por ejemplo, muestra las fuentes encima de las respuestas con pequeñas "cajas" o "tarjetas" para las más destacadas. El AI Mode de Google las coloca en el lateral derecho.
Navegadores agénticos a la vista. Lo que está ocurriendo al usar estos buscadores de IA es un buen indicio de la dirección que está tomando la web. Pero es que además de estos chatbots hay proyectos que quieren transformar los navegadores web convencionales. Perplexity prepara Comet y los creadores de Arclo abandonaron para preparar un nuevo desarrollo llamado Dia. En ambos casos hablamos de navegadores "agénticos" en los que la web y sus enlaces se difuminan, porque lo que haremos será conversar continuamente con dichos navegadores, que nos responderán y ayudarán a completar tareas como reservar un restaurante o preparar un viaje.
No visites enlaces, ya lo hace la IA por ti. Bajo ese paradigma los enlaces no desaparecen, pero desde luego quedarán mucho menos a la vista de los usuarios al usar estos servicios. Podremos seguir navegando por sitios web y por tanto esto no representa la muerte del enlace, pero una cosa está clara: la guerra contra esos enlaces que iniciaron las redes sociales ahora se recrudece con la llegada de la IA.
Todo estaba listo para que el multimillonario Jared Isaacman, que ha volado dos veces al espacio con SpaceX, tomase el timón de la NASA. La Administración Trump retiró su nominación el mismo día que Elon Musk salió de la Casa Blanca.
Le han dado la patada. Según The Washington Post, Isaacman fue informado el viernes de que su nominación como futuro administrador de la NASA, que se hizo pública en diciembre, sería rescindida, a pesar de haber recibido ya la aprobación del Comité de Comercio del Senado.
"Los últimos seis meses han sido enriquecedores y, sinceramente, emocionantes", escribió Isaacman en su perfil de X tras hacerse pública la noticia. "He adquirido una comprensión mucho más profunda de las complejidades del gobierno y del peso que tienen nuestros líderes políticos. El presidente, la NASA y el pueblo estadounidense merecen lo mejor: un administrador dispuesto a reorganizar, reconstruir y reunir a las mentes más brillantes para generar los titulares que cambian el mundo".
La Casa Blanca emitió el sábado un comunicado con algunas pistas: "La misión del presidente Trump de plantar la bandera estadounidense en el planeta Marte" sigue en pie. Pero Isaacman no era suficientemente trumpista, y pasó el corte por la influencia de Musk, quien había donado 275 millones de dólares para la campaña de Donald Trump: "Es esencial que el próximo líder de la NASA esté en completo alineamiento con la agenda America First del presidente".
El presupuesto más bajo en 65 años. Los históricos recortes que, de ser aprobados por el Congreso, reducirían en un 24% el presupuesto de la NASA han sido parte del problema, pues Jared Isaacman, al igual que Musk, se posicionaba en contra de eliminar misiones científicas, las más afectadas.
Isaacman habría tenido que dirigir la NASA con el presupuesto más bajo desde 1961. La propuesta presidencial para 2026 plantea un recorte de casi el 47% para toda la división de Ciencia de la agencia, pasando de 7.334 millones de dólares a unos escasos 3.907 millones. Esta masacre supondría la cancelación inmediata de hasta 40 misiones, muchas de ellas activas y otras futuras, tachadas de "baja prioridad" a pesar de la eficiencia de la NASA en esta rama.
Quién va a ser el jefe de la NASA. Donald Trump lo anunciará en breve, pero Ars Technica publica que hay un candidato en consideración: el ex teniente general de la Fuerza Aérea Steven L. Kwast, un militar políticamente leal a Trump que "parece más orientado a ver el espacio como un campo de batalla que como un lugar para la cooperación y la exploración pacífica".
Hasta que no se haga oficial, el futuro de la NASA es una gran incógnita. En cualquier caso, la salida de Isaacman no parece estar vinculada con el lobby de Boeing y Lockheed Martin, que está funcionando a toda máquina tras la cancelación del cohete SLS y la nave Orion. "Si Kwast es el candidato", dice el periodista Eric Berger, "definitivamente no es partidario de la industria espacial tradicional, es un firme defensor de la industria espacial comercial".
Si apunto al volumen, no tengo claro si aprendí mucho o poco en la universidad. Pero sí tengo claro una cosa: aprendí lo que era una noticia o, al menos, los criterios para señalar si un suceso es o no noticioso.
Cuando en una redacción se ponen encima los temas que se pueden tratar se valoran diferentes aspectos. Veracidad, actualidad, proximidad... y novedad. Y es que si un suceso sale en los medios es porque suele ser "singular, inédito, improbable o fuera de lo común". No lo digo yo, lo dicen las instituciones universitarias.
Por eso tiene poco sentido afirmar que los coches eléctricos son peligrosos basándonos exclusivamente en una noticia. Podríamos hacerlo si tuviéramos estudios relevantes que nos señalaran que el número de incendios de los coches eléctricos es notoriamente superior a los de combustión. Pero no es el caso.
Sí sabemos que el incendio de un coche eléctrico es más complicado de apagar y más virulento. Por eso es lógico que haya que tomar medidas en los barcos donde se transportan o trabajar en nuevos protocolos en los cuerpos de bomberos. Eso no quiere decir, sin embargo, que los riesgos de esta tecnología sean mayores.
Pese a todo, también entra dentro de cierta lógica que cuando se da un incendio o cualquier otra situación de riesgo se multipliquen las voces de alarma. Desde ayuntamientos donde se plantean si seguir comprando coches eléctricos a aparcamientos que prohíben su paso.
En ese caso, a las compañías sólo les queda demostrar que sus baterías son tan seguras como cualquier otro componente de un coche.
Aunque parezca una tontería, tiene sentido que los fabricantes afinen las ideas a la hora de demostrar la seguridad de las baterías de coches eléctricos. Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, en Corea del Sur se ha vivido un intenso debate sobre si estos coches pueden o no acumularse en garajes después de que explotara un Mercedes EQE el año pasado.
Cuando BYD llegó a España tenía un reto por delante. Necesitaba darse a conocer y, sobre todo, demostrar que era una compañía en la que se podía confiar. Ya sabemos los prejuicios hacia el producto chino. Como periodista, no sé en cuántas ocasiones pude visualizar este vídeo en el que un clavo atraviesa una batería LFP sin que no suceda nada.
Era una de las imágenes clásicas. La otra eran las pruebas de presión. Cuando se aplica demasiada presión a una batería (de coche eléctrico o de cualquier otro aparato) se corre el riesgo de experimentar una fuga térmica. El calor crece en el interior, la química se libera y la presión aumenta hasta provocar una explosión con el consiguiente incendio.
Para evitar esto, las carcasas se diseñan para liberar la presión acumulada en el interior, con el objetivo de que si tenemos un accidente, la presión ejercida sobre la batería no provoque una explosión. Y la compañía ya nos puede hablar de cifras y datos y todo lo que queramos. Pero nada mejor que lo visual.
Pincha en la imagen para ir al tweet original
Por eso Geely, explican en CarNewsChina ha cogido su nueva "Aegis Gold Brick Battery" un tanque de 36 toneladas y la ha pasado por encima. ¿Y qué ha sucedido? Nada. Nada de nada. La batería no dio ningún signo de daño pese a recibir 1,8 veces la presión mínima requerida por las instituciones chinas para homologar una nueva batería. Puedes ver el vídeo en este enlace.
Señalan en el medio que el tanque no sólo aplastó la batería en una ocasión. Pasó por encima de la misma, volvió sobre sus pasos y siguió aplastándola en repetidas ocasiones. E hizo lo mismo pasando por encima de celdas individuales. El paquete de baterías "mantuvo su integridad estructural sin abultamientos, fugas, incendios o explosiones", recalcan.
Para superar la prueba, la Aegis Gold Brick Battery se ha diseñado con un doble revestimiento húmedo que facilita la dispersión del calor y las fugas térmicas ya que es especialmente resistente al calor generado por el óxido de aluminio. Cuenta, además, con separación líquido-eléctrica de los materiales.
Una de las grandes ventajas de teletrabajar es que puedes desempeñar tu labor profesional en cualquier parte, basta con tener un ordenador y una buena conexión a internet. Esto abre las puertas a conocer mundo, vivir cerca de tu gente aunque trabajes en una potente multinacional con sede en una gran ciudad, ahorrar en gastos como alquiler o desplazamientos y sí, el trabajo en remoto también hace más fácil el espionaje.
Uno de los países con una flota de hackers más potente es Corea del Norte y precisamente desde el país asiático nos llega una noticia de ciberdelincuencia a distancia donde la que tiene todas las papeletas para salir mal parada es Christina Chapman, una tiktoker oriunda de Minnesota que se gana la vida como freelance en dicha red social. ¿El motivo? Ayudar a montar la tapadera para el fraude, algo que no es la primera vez que vemos y que tras producirse en Estados Unidos, está moviéndose a Europa.
Corea del Norte está infiltrando ciberdelincuentes gracias al trabajo remoto y ciudadanos de a pie
Una investigación reciente del Wall Street Journal desvela cómo ciudadanos estadounidenses normales y corrientes se están viendo envueltos en una operación de fraude global de la que ni siquiera son conocedores. Christina Chapman es uno de esos casos. La tiktoker se presentaba en sus redes como una freelance de lifestyle que comparte sus rutinas diarias, metas de escritura y su amor por la música pop, consiguiendo así 100.000 seguidores en TikTok.
Hasta aquí, todo más o menos normal. Sin embargo y según los fiscales de la investigación, en su casa había una granja de portátiles desde donde agentes norcoreanos se hacían pasar por trabajadores de la industria tech que supuestamente estaban en Estados Unidos. Más concretamente, los hackers utilizaban identidades robadas de estadounidounidenses para conseguir tanto el trabajo como el acceso a los sistemas empresariales.
Como detalla TechSpot, todo comenzó con un simple mensaje de LinkedIn allá por 2020 en el que alguien le preguntó si quería ser la cara estadounidense de una empresa que colocaba talento tecnológico en el extranjero. Su misión consistía en recibir portátiles corporativos, configurar el acceso remoto y mantenerlos operativos para que los trabajadores pudieran simular que trabajaban desde allí. Asimismo, también gestionaba documentación y por sus manos pasaron documentos falsificados y hasta reenviaba cheques tras quedarse con una comisión. Recibió por ello 150.000 dólares.
De acuerdo con la investigación, la granja de portátiles de la tiktoker prestó servicios a más de 300 empresas y mover 17,1 millones de dólares en concepto de salarios. Curiosamente, los documentos recopilados evidencian que Chapman no sabía que sus clientes eran en realidad agentes norcoreanos. Muchas de estas empresas que enviaron equipos y fondos, tampoco. Por supuesto, tampoco esos supuestos trabajadores cuya identidad se suplantaba.
La magnitud del fraude es enorme a varios niveles. Por un lado, los trabajadores norcoreanos a menudo contaban en sus currículums con exhaustivos y exigentes programas de formación técnica, lo que les permitió conseguir empleos en firmas de renombre, desempeñar varios empleos y lograr salarios de seis cifras. Asimismo contaban con software avanzado para saltar los sistemas de seguridad empresariales, captaban reuniones y extraían datos sensibles sin ser detectados.
¿Cómo esquivaron algunas pruebas donde hacía falta ver la cara del trabajador? De varias formas: recurrieron a trabajadores ocasionales para esas verificaciones en videollamadas o para crear cuentas de freelance legítimas e incluso llegaron a usar inteligencia artificial para modificar su apariencia en entrevistas. Si todo lo anterior no era suficiente, llegaron a contratar a estadounidenses como sustitutos.
La investigación del fraude llegó hasta Chapman, que en octubre de 2023 fue descubierta y arrestada. Ahora se enfrenta a una posible pena de nueve años de prisión.
Hasta hace poco, si querías probar la potencia de Veo 3, el generador de videos con inteligencia artificial de Google, tenías que pagar una cuota mensual de 250 dólares. Esto lo convertía en una herramienta reservada casi exclusivamente para estudios de producción y profesionales con presupuestos generosos. Sin embargo, la situación ha cambiado de forma… Continúa leyendo »
Arañas mutantes. Podría ser la premisa de una película que mezcle ciencia ficción y terror, o de la pesadilla de alguien con aracnofobia. Sin embargo las primeras arañas mutantes creadas por el ser humano responden a algo mucho más inocente. Pero quizá aún más interesante.
Arañas mutantes. Un grupo de investigadores ha editado genéticamente un grupo de arañas. El más curioso de los resultados obtenidos por este equipo es probablemente un grupo de arañas que, tras la edición, son capaces de tejer una colorada tela de araña roja fluorescente.
Se trata del primer experimento de edición genética en arañas del que tenemos conocimiento. Para este, el equipo recurrió a ejemplares de la araña doméstica americana (Parasteatoda tepidariorum), una especie que, como otras tantas, emplea su tela de araña no solo para la caza sino también para proteger sus huevos.
Un material fascinante. La seda de araña es uno de los materiales más interesantes del mundo animal. Las arañas son capaces de segregar distintos tipos de tela y entre ellas, las sedas estructurales están entre las más destacables por su altísima resistencia al rasgado que se une a su elasticidad, ligereza y al hecho de que se trata de un material biodegradable, explica el equipo responsable del estudio.
CRISPR-Cas9. En su experimento, el equipo recurrió a las “tijeras” de edición genética CRISPR-Cas9. Comenzaron el proceso enfocándose en un gen vinculado al desarrollo de los ojos con el objetivo de obtener un primer resultado fácil de identificar.
El equipo inyectó su herramienta de edición genética en una hembra con el fin eliminar el gen elegido en sus células reproductivas y poder así detectar cambios en su camada. Los resutlados: arañas que no llegaron a desarrollar sus ojos.
De los ojos a la seda. El primer éxito llevó a repetir la prueba, pero esta vez enfocándose en los genes responsables de codificar algunas de las proteínas presentes en la seda estructural de las arañas. Al hacerlo lograron que las arañas tejieran filamentos de seda de araña de color rojo fluorescente.
Los detalles del experimento fueron publicados en un artículo en la revista Angewandte Chemie.
Un primer paso. Poder editar los genes responsables de la producción de un material tan interesante como los filamentos estructurales de las telas de araña abre nuevas puertas a la hora de conocer mejor este material y sus orígenes bioquímicos. Por supuesto también puede allanarnos el camino hacia poder sintetizarlo de forma eficiente o incluso en el desarrollo de materiales con propiedades similares.
“Hemos demostrado, por primera vez en el mundo, que [la herramienta] CRISPR-Cas9 puede ser utilizada” para incorporar una secuencia deseada en las proteínas de la seda de araña, permitiendo así la funcionalización de estas fibras de seda”, destacaba en una nota de prensa Thomas Scheibel, coautor del estudio. “La habilidad de aplicar edición genética CRISPR a la seda de araña es muy prometedora para la ciencia de materiales; por ejemplo, puede ser utilizada para incrementar la ya alta tensión de rotura de la seda de araña.”
Las lluvias de los últimos meses han hecho que muchos de los embalses de la Península pasaran de quedar prácticamente secos por efecto de la sequía a recuperar caudales más propios de la normalidad. Ese no es el caso del embalse de Artikutza, un embalse navarro ubicado cerca de la frontera entre la Comunidad Foral y Gipuzkoa.
El motivo es que el embalse de Artikutza es un embalse muerto, y su presa, tal y como la conocemos, tiene los días contados.
Luz verde al derribo (parcial). El Ayuntamiento de San Sebastián se prepara para el derribo parcial de la presa de Artikutza según han informado las autoridades locales. La infraestructura, en desuso desde hace más de 20 años será midificada para que la llamada regata de Enobieta, cuyo caudal retenía la presa desemboque en el río Añarbe sin tener que cruzar las canalizaciones de la infraestructura. Se espera que las obras comiencen en 2026.
¿No estábamos en Navarra? Según relata a Iñigo García, concejal de Medio Ambiente del consistorio donostiarra, a EFEverde, la historia del embalse de Artikutza comienza en 1919, cuando el Ayuntamiento compró unos terrenos junto a la población de Artikutza, en el norte de Navarra con el fin de construir un embalse que abasteciera de agua al municipio costero.
La presa nunca llegó a llenarse del todo: en 1948, se detectaron problemas geológicos que limitaron la capacidad de llenado del embalse a aproximadamente la mitad del volumen previsto. A pesar de ello, el embalse fue la principal fuente de abastecimiento de agua de la capital guipuzcoana entre 1960 y 1976, cuando aguas abajo entró en servicio del embalse de Añarbe, de un volumen mucho mayor para afrontar el crecimiento demográfico de la urbe.
Una presa malograda. En 1992 el embalse dejó de suministrar agua al municipio de Donostia, pero su declive definitivo comenzaría diez años después, en 2002. Este año, un fallo en el sistema eléctrico de maniobra llevó a la presa a perder su función de regulación, lo que supuso un nuevo clavo en el ataúd del embalse.
Embalse que acabaría vaciándose más de una década después, entre 2017 y 2019. Un conducto en la parte inferior de la presa permite al pequeño regato fluir sin apenas restricciones, pero el nuevo proyecto busca facilitar aún más el tránsito del río y evitar riesgos derivados de la acumulación de sedimentos.
Un derribo parcial. Señalábamos al comienzo que el derribo de la presa sería parcial y no total. El consistorio donostiarra consideró tres opciones de derribo: el derribo total, el parcial y la posibilidad de mantener la canalización actual para mantener una vía de paso abierta.
Finalmente la decisión fue favorable al derribo parcial, que implica la apertura de la presa a través de una hendidura vertical de siete metros de ancho debajo de uno de los antiguos aliviaderos de la presa. Esto permitiría recuperar el caudal natural del río evitando a la vez una engorrosa obra en un entorno natural protegido y de acceso complejo.
Proteger la fauna. Ahora cabe la pregunta, ¿y todo esto para qué? La posibilidad de dejar las cosas tal y como estaban estaba sobre la mesa. Sin embargo se consideró que la apertura de la presa era forma idónea de garantizar la conectividad biológica sin el riesgo de que la acumulación de sedimentos obstaculice el paso del agua y de los animales.
Hay varias especies cuya conservación sobre las que se ha incidido a la hora de explicar el impacto ecológico del proyecto. La primera es el desmán ibérico (Galemys pyrenaicus), un animal que también recibe el mote del "ornitorrinco español". Este animal es una de las especies de mamífero más amenazadas de nuestro entorno y tiene en esta cuenca hidrográfica, una pequeña población. Las autoridades también destacan la existencia de poblaciones de murciélagos “de mucho interés biológico” que habitan en el interior de la propia presa.
Aunque es difícil de creer, esta información ha sido recogida en varios libros, como el libro de Fred Vogelstein 'Dogfight: How Apple and Google Went to War and Started a Revolution' o el famoso 'One Device', más fácil de encontrar en España. Además, el propio Scott Forstall lo contó todo cuando se cumplieron cinco años tras su salida de Apple —y vencieron los acuerdos de no divulgación—.
Dicho esto, vamos allá: ¿has visto la película 'Fight Club'? 'El club de la lucha' en España, 'El club de la Pelea' en LATAM, un libro icónico de Chuck Palahniuk que adaptó al cine David Fincher. Se ha escrito tanto de este fenómeno social que os ahorro la explicación. Pero sí me detendré en un detalle: el nacimiento del iPhone también nació de un selecto club. Y también tenía reglas: la primera regla del iPhone es no hablar del iPhone. Ni con tu mujer, ni con tus hijos. Ni siquiera con tus amigos más cercanos. Apple no solo quería construir un producto: quería sellar un pacto de silencio, una hermandad secreta. Y en el centro de todo estaba un hombre de personalidad extrema y una habitación de color extraño.
The One Device: The Secret History of the iPhone (English Edition)
* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión
Una puerta sin nombre, un proyecto sin rostro
A mediados de 2004, Apple tenía un problema. El iPod dominaba el mundo pero Steve Jobs ya intuía un cambio: los móviles iban a comerse a los MP3. Blackberry hizo sus mejores años después de existir el iPhone, que nació como un iPad con pantalla más pequeña. Lo llamaron Skankphone.
El caso es que la respuesta debía ser radical. El tiempo apremiaba —solo hay que ver lo que tardaron en dar forma a la pantalla— y no bastaba con poner iTunes en un teléfono. Había que hacer un dispositivo completamente nuevo, algo que no existía y con el "multitouch" por bandera. Y para eso necesitaba una célula rebelde dentro de Apple. Un grupo tan aislado, tan secreto, que ni siquiera otros empleados sabrían de su existencia.
Scott Forstall fue el elegido. Exjefe de software de Mac OS X, Scott era ambicioso, brillante, obsesionado con el detalle. Alguien en quien Steve Jobs confiaba al máximo. Y Forstall aceptó pero puso una condición: autonomía total. Y "dame a quien yo quiera y déjame esconderme donde nadie pregunte".
Así nació Proyecto Púrpura. Literalmente Purple Project. Su sede: una puerta anodina en el segundo piso del Infinite Loop de Apple. Sin nombre, sin logotipo y sin ventanas. Para entrar necesitabas autorización especial. Para salir tenías que "borrar tu mente", como los fueri de 'Separación'. Figuradamente, se entiende, pero la persecución judicial que te perseguiría sería digna de una serie aparte.
Qué era la habitación púrpura
Forstall, un veterano de 15 años de Apple, tiene una historia con Steve Jobs que se remonta a 1992. Fue cuando Forstall, entonces recién graduado de Stanford, comenzó a trabajar en NeXT, la empresa que Jobs fundó justo después de salir sin contemplaciones de Apple, a mediados de los años 1980. Forstall pronto se convirtió en uno de los lugartenientes de mayor confianza de Jobs. No era un novato, era un ingeniero audaz que desarrolló iteraciones clave de OS X. Por lo tanto, no es sorprendente que Forstall fuera el elegido por Jobs para crear el software que impulsaría el revolucionario dispositivo de Apple. Es decir, el iPhoneOS, hoy conocido como iOS.
Así que se le dio a Forstall plena libertad para gestionar el desarrollo de este software, aunque con una restricción: Steve Jobs le explicó que no podía contratar a nadie externo a la empresa. A cambio, Forstall podía elegir con libertad a quien quisiera, dentro de Apple, para unirse al naciente equipo del iPhone. Y sí, esto se hace en muchas empresas, pero lo que sucedió en Apple fue algo propio de Twin Peaks.
Scott Forstall se enfrentó al reto de formar un equipo de élite sin revelar la naturaleza del proyecto. Convocaba a los ingenieros más brillantes y les decía que tenían la opción de unirse a algo tan secreto que no podía describir. Les prometía largas horas y sacrificios personales. ¿Quién se suma a algo así? Quienes buscaban desafíos intelectuales y compartían una mentalidad predispuesta a esto, a enfrentarse a retos desconocidos. Y no eran pocos.
A las 2:00 am, con código y paranoia
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Los ingenieros reclutados trabajaban hasta las 2 o 3 de la madrugada, alguno dormía bajo sus escritorios. Nadie hablaba de lo que pasaba allí y, según describe el propio Fostall, el ambiente era denso, rallando lo asfixiante. Forstall les animaba a personalizar las paredes con grafitis, a bautizar salas con nombres de películas de espías. Un cartel grande de 'El Club de la Lucha' coronaba la pared sur.
Cada ingeniero tenía su propia historia: había quienes venían de crear QuickTime, otros, de Safari, había diseñadores con experiencia en juegos, en interfaces, en gráficos y todos eran brillantes y empleados de prestigio. Forstall llamaba a esta pequeña secta sus "renegados". Y durante casi dos años, vivieron una experiencia monástica de comer, dormir, codificar y hacer pruebas que recuerda más a lo que veríamos en series como 'Fringe' o la imagen que tenemos de compartimentación y seguridad total propia de la CIA.
Y en el centro de todo, un software llamado Acorn, el germen de iOS, nacido de la base de OS X, pero rediseñado para vivir sin ratón, sin teclado, sin nada salvo los dedos. Famosas son las frases "¿quién quiere un stylus? Tienes que cogerlos, dejarlos, los pierdes... ¡puaj!. En las manos ya tenemos diez stylus", pronunciadas por Steve Jobs en la mítica presentación del iPhone, el 9 de enero de 2007.
No era un trabajo. Era una prueba de fe
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Jobs pasaba por la habitación púrpura de vez en cuando y, al parecer, nunca saludaba, solo miraba en silencio. Como un Tyler Durden analizando a sus púgiles para combatir en el Club de la Lucha. No le temblaba el pulso para echar un ojo a un prototipo y decir "esto es basura" o "le falta magia". Otras veces, callaba y se marchaba —el peor silencio, describe Fostall.
Tony Fadell —padre del iPod— también entraba a menudo. Pero él no fue bienvenido porque Forstall y Fadell mantenían una relación enfrentada. Lo llamaban "la guerra civil de Apple". Scott era software y Tony de hardware. Jobs dejó que se enfrentaran adrede. Creía que el conflicto sacaría lo mejor de ellos.
Afuera, Apple seguía funcionando como siempre. Como descifra y describe mi compañero Pedro, 2006 fue un año de transición. Y en esos años se estrenan muchas cosas para justificar muchas ausencias: llegaron un montón de Mac nuevos. Pero la innovación estaba en otro lado.
Y había ingenieros que desaparecían de sus equipos sin explicación. Empleados que se cruzaban por el campus sin mirar o bajando la mirada y diciendo "no puedo contar nada". Era gente que tenía que mostrar sus credenciales cinco o seis veces antes de cruzar a la planta adecuada. Un rumor comenzó a correr por Cupertino: "Hay un proyecto dentro de Apple más secreto que el iPod. Nadie sabe qué es. Pero es grande".
El Proyecto Púrpura funcionó: en enero de 2007, Steve Jobs subió al escenario del Moscone Center y presentó lo imposible: un teléfono sin teclado bajo una coreografía de varios modelos y varias funciones que protegían el efecto maravilla. Todo respondía de una forma tan ágil que parecía magia. Navegador, iPod y teléfono en uno solo. El iPhone había nacido y nadie dijo que era producto de la paranoia, la obsesión y una hermandad secreta que vivió en una caverna púrpura durante casi dos años.
Lo que queda de aquel cuarto púrpura
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Hoy, esa sala-dormitorio-laboratorio púrpura ya no existe. Fue desmantelado. Pero todavía se guardan algunos post-its con nombres en clave, planos dibujados a mano, fechas... muchas de estas cosas se han subastado. Otras se guardan con celo.
¿Y Scott Forstall? Ahora viene el tercer acto: fue despedido en 2012. Principalmente por el desastroso lanzamiento de Apple Maps en iOS 6 y su posterior negativa a firmar una disculpa pública por los numerosos fallos de la aplicación. Su firme defensa del skeumorfismo frente a las nuevas tendencias que preferían otros líderes como Jony Ive lo sacó de Cupertino. Había otros problemas subyacentes: su estilo de gestión conflictivo, su incapacidad para trabajar en equipo con otros líderes y las tensiones sobre la dirección del diseño de software. Tim Cook optó por una mayor cohesión en su equipo y consideró que Forstall no encajaba en la nueva Apple.
Tras su salida, sus responsabilidades se dividieron entre otros ejecutivos: Jony Ive asumió el liderazgo de la interfaz humana (software y hardware), el siempre carismático Craig Federighi se hizo cargo de iOS y OS X, y Eddy Cue se encargó de servicios como Siri y Mapas. Entretanto, Fadell también se fue, de hecho muchos de los ingenieros se dispersaron. Algunos acabaron en startups y otros fundaron nuevas divisiones dentro de Apple.
Pero todos coinciden en algo: nunca volvieron a vivir nada igual. Porque aquello no fue un trabajo, fue una guerra secreta. Algo obsesivo y sectario que dio lugar al producto más importante del siglo XXI —al menos, según algunos historiadores—. Y nadie habló del Proyecto Púrpura en voz alta, como en el Club de la Lucha. Porque la primera regla del Proyecto Púrpura... ya sabes cuál es.
No es solo que cuatro empresas –OpenAI, Google, Anthropic, Meta– estén construyendo la infraestructura con la que millones de personas resolvemos dudas y tomamos decisiones. No solo gestionan datos: también tutelan la forma en que enlazamos ideas.
Las grandes chinas de la IA quedan fuera de esta ecuación por una simple razón: su enfoque aún doméstico sin la vocación internacional de las estadounidenses.
Google (el buscador) era y es influyente, pero con él hemos tenido que hilar nuestro propio discurso: cotejar fuentes, ponderar sesgos, asumir contradicciones. La IA generativa en cambio sirve una respuesta redonda que suena coherente incluso cuando alucina –y por eso exige menos vigilancia–.
El resultado es que estamos reemplazando el "procesado interno" por un veredicto externo revestido de un aura tecnológica que disuade la réplica. Lo que tú digas, chatty.
Al hacerlo aceptamos sin discutir los sesgos y vacíos de un modelo entrenado sobre textos que nunca veremos. Es una cesión invisible y, por eso mismo, difícil de cuestionar.
Nunca antes tan pocas manos habían definido qué preguntas pueden hacerse y qué respuestas suenan razonables.
La historia ha conocido monopolios de infraestructuras –electricidad, Internet, ferrocarriles–, pero nunca uno sobre los patrones de razonamiento. Ahora aparece otro cualitativamente distinto: opera sobre el plano simbólico, donde se definen los marcos narrativos mediante los que comprendemos el mundo. Muy sutil y muy decisivo.
Lo que antes implicaba una deliberación —leer, contrastar, imaginar escenarios, sopesar matices— hoy se convierte en una respuesta instantánea, de apariencia definitiva. ¿Qué pensar sobre la eutanasia? ¿Cómo reaccionar ante una infidelidad? ¿Qué modelo económico es más justo?
Ya no buscamos elementos para pensar: buscamos la respuesta correcta cuanto más rápido y cómodo mejor. Y aceptamos como válida la que mejor suene, aunque ignore lo que no encaja en su narrativa.
¿Qué consecuencias tendrán los LLMs dentro de quince años? Si todos consultamos modelos que convergen hacia respuestas promedio, la excentricidad intelectual –caldo de cultivo para la innovación– será cada vez más rara.
Difícilmente hay un freno para la IA, pero quizás en algún momento tengamos que decidir cuánto razonamiento estamos dispuestos a entregar antes de quedarnos sin él.
Para muchos usuarios, Elden Ring está considerado como uno de los mejores videojuegos de todos los tiempos, ostentando el prestigioso premio a GOTY del año 2022. Un juego que logró redefinir el género soulslike, una denominación inspirada en la histórica serie Dark Souls, que se caracteriza por sus mecánicas desafiantes y por su alto nivel de exigencia.
* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión
Tanto es así que incluso su expansión, Shadow of the Erdtree, que llegó el año pasado, se coló en la lista de nominados a mejor premio del 2024, y también podemos disfrutar de una nueva entrega bajo un enfoque cooperativo denominada Nightreign. En el caso de que quieras volver a disfrutar de una experiencia parecida, y no quieras dejarte mucho dinero en ella, hoy tienes un juegazo como Lords of the Fallen por tan solo 19,99 euros.
Podría parecer un error, pero no lo es. Por tan solo 20 euros puedes hacerte con este espectacular videojuego, que actualmente se posiciona en su precio más bajo de todos los tiempos. Aprovechando el lanzamiento de este nuevo Elden Ring, puedes continuar con una entrega parecida, en formato físico para tu Xbox Series X.
Con Lords of the Fallen, podremos disfrutar de un soulslike caracterizado, cómo no, por su fórmula tan exigente que lo convierte en un videojuego complicado. Nos adentraremos en una oscura y peligrosa aventura en la que deberemos alternar entre el mundo de los vivos con el de los muertos, mediante el uso de una lámpara Umbral, lo que añadirá un toque más de dificultad. Sus actualizaciones más recientes han terminado de pulir la experiencia de este juegazo que hoy te sale tirado de precio.
* Algún precio puede haber cambiado desde la última revisión
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