Vender un iPhone en China era más rentable para las "vacas amarillas" que para Apple. Así era el sistema que movía millones a espaldas de Cupertino
Publicado el 21/05/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Una habitación de 185 metros cuadrados repleta de montañas de yuanes. Autobuses llenos de trabajadores coordinados por teléfono. Chips deliberadamente "quemados" para engañar al Genius Bar. Una unidad militar de élite ordenando apagar las cámaras de seguridad mientras golpeaba a decenas de personas. Suena a película de acción, pero fue la realidad que Apple enfrentó en China durante años con las llamadas vacas amarillas (黄牛, huángniú).
En mandarín, las vacas amarillas eran auténticas redes organizadas que encontraban deficiencias del mercado y las explotaban. En los años 90, habían creado un lucrativo negocio con billetes de tren. En 2010, habían encontrado su nueva mina de oro: el iPhone.
Mucha demanda y apenas cuatro tiendas para toda China
A finales de 2010, Apple operaba más de 300 tiendas en todo el mundo, pero en Beijing, una ciudad de casi 20 millones de habitantes, solo tenía dos. Abrir tiendas de Apple en el gigante asiático no fue fácil. De hecho, lo consiguieron de milagro en 2008 gracias a un taller de costura que les permitió traspasar la licencia. En un año en que la fiebre por el iPhone 4 era muy alta, Apple tenía dos tiendas en Beijing y otras dos en Shanghái. La población entre ambas ciudades superaba los 40 millones de personas. La misma, casi que España entera. Y por supuesto, sin sumar el resto de las ciudades chinas.
Ante este panorama de ausencia de tiendas Apple por todo el país, las vacas amarillas tomaron la iniciativa para "atender" a mil millones de clientes potenciales. John Ford, encargado de la tienda Apple en Sanlitun (Beijing), no estaba seguro si aquellos hombres formaban parte del crimen organizado, pero todo apuntaba a ello. Lucían cadenas de oro, bolsas Louis Vuitton repletas de billetes de 100 yuanes y ejercían un control absoluto sobre las miles de personas que hacían cola frente a la Apple Store.
Él intentó diversas tácticas para alejar a los revendedores: exigir identificación, limitar las ventas a cinco productos por persona, luego a dos. En una ocasión, recibió autorización para vender 2.000 iPhone a un solo revendedor, creyendo que lo contentaría. El hombre aceptó encantado y regresó al día siguiente por más.

Montañas de dinero y flotas de autobuses
En uno de los choques de John Ford con una de las famosas vacas amarillas, la escena parecía sacada de una película de atracos, al más puro estilo Ocean's Eleven. Tras hablar con él en la fila de la Apple Store, el revendedor le dijo: "Nunca podrás dejarme sin dinero". Para demostrarlo, se lo llevó a una habitación de unos 185 metros cuadrados que contenía solo una cosa: yuanes. Montañas de dinero en efectivo ordenado en pilas perfectas, listo para distribuir entre cientos de trabajadores que comprarían iPhone para ellos.
El negocio funcionaba así: contrataban a cientos de personas normales y corrientes para comprar varios iPhone cada una. De esta manera, su banda podía acumular miles de dispositivos y enviarlos a otra ciudad importante donde serían los vendedores exclusivos. Un solo revendedor, pero con todo un ejército de compradores.

Las vacas amarillas reclutaban a sus soldados anunciando trabajos en periódicos regionales. Organizaban flotas enteras de autobuses que transportaban a trabajadores cada mañana. Los coordinadores utilizaban teléfonos móviles para dirigir a sus "tropas", indicándoles a qué tienda acudir según el inventario disponible y las condiciones de cada establecimiento. Pagaban a cientos de personas para que hicieran cola en las cuatro tiendas Apple de China horas antes de que abrieran, ofreciendo a cada una unos 100 yuanes (15 dólares) por cada iPhone o iPad que pudieran conseguir.
Brady MacKay, un agente especial estadounidense que vivía en China, recuerda el "tono febril de los chinos" mientras miles de consumidores peleaban entre sí en la cola. El personal de Apple usaba cuerdas y barandillas para separar a la gente y mantener el orden. "Era casi tumultuoso, y John trataba de mantener el control sobre las masas, las multitudes, las trampas, la deshonestidad, y aun así seguir vendiendo el producto", dice MacKay. La situación llegó a tal punto que la tienda Sanlitun vendía hasta quince iPad por minuto.

Chips quemados y tácticas cada vez más sofisticadas incluso fuera de China
Con el tiempo, las vacas amarillas perfeccionaron sus métodos. Algunas comenzaron a comprar grandes cantidades de productos Apple en Estados Unidos, donde los iPhone eran más accesibles. Otros usaban documentos falsos para adquirir iPhone con solo un pago inicial en un contrato de 24 meses, sin intención de pagar las 23 cuotas restantes.
El problema era que estos iPhone estaban bloqueados para redes específicas de EE.UU. Así que desarrollaron técnicas para quemar el chip principal del iPhone, enmascarando su país de origen. Luego pagaban a ciudadanos chinos para que acudieran a la Apple Store y se quejaran de que su nuevo iPhone no funcionaba. Los empleados del Genius Bar, inicialmente ajenos al esquema, acababan entregando iPhone nuevos, para deleite de los jefes revendedores que habían ideado el plan.
Esto era como cocaína para las vacas amarillas, dijo un ex ejecutivo de Apple familiarizado con el episodio. Estaban haciendo una fortuna.
La noche que el caos se apoderó de la Apple Store
La situación llegó a ser tan tensa que en 2010, en la tienda Apple de Pudong (Shanghái), una multitud de más de 7.000 revendedores se enfureció cuando Apple se quedó sin stock. Ni siquiera los de guardias de seguridad pudieron controlarlos.
La situación escaló hasta que, después de las once de la noche, las autoridades centrales de Beijing llamaron a una unidad especial de élite policial. Cien hombres vestidos completamente de negro se presentaron en la Apple Store. Ordenaron a los gerentes de la tienda Apple que cortaran las cámaras de seguridad y aislaran al personal. Los policías vestidos de negro dijeron a los ciudadanos: "O se van voluntariamente o se van en bolsas para cadáveres". Cuando una joven sacó su smartphone para tomar una foto, un miembro de la unidad de élite la derribó, la agarró por el pelo y la arrastró detrás del Genius Bar.
Durante los siguientes 45 minutos, los ciudadanos fueron golpeados uno por uno. Parte del suelo de baldosas quedó tan manchado de sangre que Apple tuvo que reemplazar las piedras. Los teléfonos de los empleados presentes fueron borrados. No existe ningún registro del evento. "Muestra lo rápido que los chinos pueden barrer todo debajo de la alfombra", dice una persona presente. "Fue como una mini Plaza de Tiananmen".
Ahora estas y otras historias han salido a la luz en el libro Apple in China, donde su autor, Patrick McGee, ha investigado durante años la presencia de Apple en el país asiático con entrevistas directas que relatan cada uno de estos y otros acontecimientos sobre la relación entre el gigante tecnológico y el mercado chino.

El fin planificado de las vacas amarillas
Apple implementó una estrategias para combatir este mercado alternativo. Pasó de tener cuatro tiendas en toda China a construir más de 50 Apple Store. La empresa también estableció sistemas de reserva online, límites de compra por persona y controles de identidad más rigurosos.
Las autoridades chinas, que ya habían demostrado su capacidad de intervención, también endurecieron el control sobre los grupos organizados de reventa. De hecho, estos controles detectaron años después hasta veinte Apple Store falsas, en las que incluso los empleados se pensaban que estaban trabajando para la propia Apple.

Fue así como las vacas amarillas dejaron de ver en el iPhone ese producto para hacerse ricos. Además, la competencia local (Huawei, Oppo, Xiaomi) comenzó a ofrecer alternativas igual de atractivas o más baratas. Acercando así la tecnología a mucha más personas.
Y es precisamente aquí donde ahora Apple tiene su desafío en China. Aquel furor por los iPhone se ha quedado atrás. El gigante de Cupertino sigue liderando con sus iPad, pero sus smartphones pierden terreno ante la ausencia de Apple Intelligence y la competencia de marcas locales que disfrutan de ayudas estatales. Pero si Apple logró montar su imperio gracias a un taller de costura y sobrevivió a las vacas amarillas, no cabe duda de que podrá con todo lo que venga por delante.
Fuente | Apple in China
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