Si tienes una entrada para Bad Bunny, tienes un tesoro: los megaconciertos ya se están devorando a sí mismos
Publicado el 08/05/2025 por Diario Tecnología Artículo original
A finales de mayo, Bad Bunny tocará en Madrid y Barcelona dentro de su gira 'Debí tirar más fotos World Tour'. Desde que se anunció hace escasos días, se convirtió de forma instantánea en uno de los acontecimientos musicales en vivo más importantes de 2026 en España. Se podía adivinar cierta expectación, teniendo en cuenta que el lanzamiento del disco del mismo nombre en enero se convirtió en un fenómeno viral. Pero la respuesta ha sido apabullante. Y apunta a ciertos problemas en la gestión actual de los macroconciertos.
Los juegos del hambre. A las 12.45, un cuarto de hora antes de que comenzara la preventa de los (inicialmente) tres conciertos que el cantante puertorriqueño iba a dar en España en 2026, la web de Ticketmaster se cayó debido a la altísima demanda. Mensajes de error en el servidor (“Error 503” y “500 Internal Server Error” eran los más frecuentes) han acabado derivando en una cola de varios cientos de miles de personas aguardando su turno. Pronto el caos comenzó a derivar a redes sociales, que empezaron a llenarse de protestas. Acceder a las entradas, limitadas a un máximo de ocho por persona, era imposible.
Como setas. La demanda ha sido de tal calibre que Bad Bunny ha anunciado, en las horas siguientes, cinco conciertos más que se suman a los tres previstos, cuatro en Madrid y uno en Barcelona. Las fechas quedan así:
- Viernes 22 de mayo - Barcelona - Estadi Olìmpic
- Sábado 23 de mayo - Barcelona - Estadi Olìmpic
- Sábado 30 de mayo - Madrid - Riyadh Air Metropolitano
- Domingo 31 de mayo Madrid - Riyadh Air Metropolitano
- Martes 2 de junio - Madrid - Riyadh Air Metropolitano
- Miércoles 3 de junio - Madrid - Riyadh Air Metropolitano
- Sábado 6 de junio - Madrid - Riyadh Air Metropolitano
- Domingo 7 de junio - Madrid - Riyadh Air Metropolitano
El espacio de una semana que mediaba originariamente entre los conciertos de Madrid y de Barcelona hace pensar que estos conciertos extra ya estaban previstos. Posiblemente, estos nuevos anuncios no son tanto una respuesta a la brutal demanda como una maniobra estratégica para generar más expectación por la escasez de fechas. De momento, las entradas se van agotando, pero aún quedan por vender: cuando el próximo 9 de mayo se pongan a la venta las entradas generales, se abrirán nuevos sectores del Metropolitano y el Estadi Olìmpic.
La cultura del acontecimiento. Los dos millones y medio de personas que acudieron en Rio de Janeiro a ver a Lady Gaga lo dejaron claro. La industria del espectáculo favorece una "cultura del acontecimiento" que deja de lado los pequeños conciertos o el consumo cultural en privado, para dar paso a un disfrute de la música o el cine que solo tiene significado cuando es un gran evento que se puede mostrar al resto del mundo diciendo "yo estuve ahí".
Esta forma de acceder a la cultura trae de la mano una sensación de FOMO (fear of missing out, o "miedo a perdérselo"), ya que la sensación que transmiten estos conciertos mastodónticos es que pasará mucho tiempo antes de que se repitan, si es que se repiten (como ha sucedido, sin duda, con Lady Gaga). Bad Bunny, por ejemplo, no actuaba en España desde 2019. Esto ya ha sucedido antes: esta misma expectación es la que ha generado problemas para conseguir entradas en los conciertos de Taylor Swift u Oasis. ¿Cuándo dará Taylor otra gira de esta envergadura? ¿Cuándo volverán a hablarse los Gallagher? Ni se sabe, lo que desemboca en una necesidad del público de no querer perdérselo.
Problemas técnicos. El problema es que aunque Live Nation sea una multinacional de la gestión de eventos en vivo, los problemas se repiten con cada uno de estos eventos. Caida de servidores, exceso de demanda y finalmente miles de personas quedándose sin entradas después de días con expectativas altísimas. Los viajes a otros países para ver a los artistas se convierten en habituales, y se genera un problema adicional: la venta de segunda mano, un problema que aún está por solucionar en estos tiempos en los que, gracias a internet y a plataformas dedicándose en exclusiva en ello convierten el sobreprecio en algo prácticamente inmediato.
Desde hace tiempo, Ticketmaster está intentando combatir la proliferación de bots que saturan de peticiones de compra los sistemas y que llevaron a que en 2022, por ejemplo, las entradas para conciertos de Taylor Swift en el arranque de su gira mundial se cotizaran a 22.000 dólares. Un problema que solo añade leña al fuego, porque los bots no están falseando del todo la demanda real: con reventa o sin ella, cientos de miles de seguidores auténticos de Bad Bunny luchan por conseguir una entrada para 2026.
Y esta sobrepreciación viene de que toda la situación es un embudo que conduce a justificar cualquier precio de admisión. Hace unos años, antes de la explosión de los conciertos-evento, era extraordinario pagar cien euros por un concierto, por muy de primera fila que fuera el artista. Ahora, el mencionado FOMO y la cultura del espectáculo que no te puedes perder ha disparado los precios hasta hacer que el público asimile como normal entradas de doscientos euros o más.
El problema de los macroconciertos. Con los formatos físicos en punto muerto, los macroconciertos se han convertido en la forma más efectiva de la industria de hacer dinero. En España en 2024, la música en vivo ingresó un 25,32% más que el año anterior, 725,6 millones de euros, y esto no se debe solo a que haya más conciertos, sino a que los precios están disparados. Según datos de Pollstar, solo los 100 tours más exitosos del mundo (se puede decir que todos ellos son macroconciertos) alcanzaron una recaudación conjunta de 9.500 millones de dólares. Es decir: el grueso de los ingresos lo proporcionan un número muy limitado de conciertos.
Debido a esta caída (de un 6,9 %) de los ingresos medios brutos por espectáculo, el circuito de grupos pequeños y medianos, mucho menos rentable y jugoso a nivel macro, está tocado de muerte. El público ya solo quiere espectáculos en recintos que permiten la entrada de decenas de miles de personas cada noche, durante toda una semana. Y sus responsables ni siquiera ponen los medios para esta implosión del negocio de la música: hasta comprar una entrada de trescientos euros para el cantante de moda es complicadísimo.
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