Reino Unido puso a prueba su sofisticada defensa nacional simulando una invasión de Rusia. Ya no es tan sofisticada como creía

Publicado el 19/05/2025 por Diario Tecnología
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Reino Unido puso a prueba su sofisticada defensa nacional simulando una invasión de Rusia. Ya no es tan sofisticada como creía

Las simulaciones son una parte esencial del entramado de la defensa de las naciones. Tenemos un gran número de ejemplos, desde el “juego” que utilizaron en la Guerra Fría Estados Unidos y Rusia para llegar a la conclusión de que no valía la pena poner a prueba su armamento nuclear, hasta otros más recientes, como la simulación que llevó a cabo China para probar su último destructor contra Washington, o las que ha activado Taiwán en los últimos tiempos “por lo que pueda pasar”. Reino Unido también llevó a cabo una prueba que debía confirmar que su arsenal está listo para la batalla.

Las conclusiones no fueron precisamente esas.

Una lección brutal. La historia tuvo lugar hace un tiempo. Como decíamos, Reino Unido llevó a cabo una simulación estratégica de altísima importancia: replicó en su propio territorio aéreo el patrón exacto del primer ataque ruso a Ucrania, ocurrido el 24 de febrero de 2022. Lo hizo a través del sistema de entrenamiento Gladiator, valorado en 24 millones de libras, y con el objetivo de evaluar cómo responderían sus defensas si el mismo tipo de embestida hubiera tenido como blanco el suelo británico.

La conclusión fue alarmante. Aunque los resultados no se revelaron con detalle, el entonces comandante del Air Battlespace Training Centre, el comodoro del aire Blythe Crawford, fue tajante al calificarlo como "un panorama nada bonito". Para un país que durante décadas se sintió protegido por su ubicación al borde occidental de Europa (con la masa continental actuando como colchón natural frente a amenazas), el ejercicio fue una sacudida estratégica que tiró por tierra viejos supuestos.

Una amenaza que ya no es lejana. Luego se supo más, principalmente que el ejercicio reveló la vulnerabilidad del Reino Unido ante un ataque aéreo masivo y moderno como el que Rusia empleó contra Ucrania, con una combinación devastadora de misiles, drones y tecnologías autónomas. Crawford, además, subrayó que Ucrania hizo que todo Occidente despertara. El conflicto no solo expuso la brutalidad de los primeros golpes rusos, sino que también puso de relieve cómo la guerra moderna ha transformado las reglas del dominio aéreo, como hemos venido contando.

Explicaba Crawford que ya no se trata de lograr superioridad aérea en términos amplios y sostenidos a lo largo de un teatro de operaciones, sino de asumir que la supremacía puede ser fragmentaria, efímera, incluso localizada entre dos trincheras o apenas a escasos metros del suelo. La guerra en Ucrania, decía, es un campo de batalla sin precedentes entre dos países con potentes sistemas integrados de defensa aérea, pero donde ninguno ha logrado un dominio pleno de los cielos, en contraste con la doctrina aérea predominante de las últimas décadas.

El enjambre que viene. Uno de los puntos más reveladores de la intervención de Crawford fue su análisis del uso masivo de drones en Ucrania. Para el alto mando, ya no se trata simplemente de dispositivos individuales: ahora se enfrentan enjambres de cientos de unidades, muchas de ellas equipadas con explosivos, otras diseñadas como señuelos, y otras simplemente kamikaze.

Estas oleadas, combinadas con cohetes y misiles balísticos intercontinentales, configuran un tipo de amenaza múltiple, simultánea y heterogénea para la cual los sistemas defensivos tradicionales fueron concebidos en escenarios mucho más predecibles. El dilema táctico, a su juicio, es claro: "¿Deben neutralizarse todos los vectores de ataque, o priorizar los más letales?". Una pregunta sin una solución definitiva, pero que afecta a todas las fuerzas aéreas de Occidente.

De fortaleza a vulnerabilidad. Uno de los mensajes más contundentes de la simulación de Reino Unido fue la necesidad de cambiar la mentalidad defensiva de la nación y de sus aliados. Durante décadas, las guerras modernas se libraron lejos del territorio nacional, lo que condujo a una percepción errónea de seguridad doméstica.

De ahí que el comodoro alertara de que es momento de abandonar esa confianza y asumir que incluso las bases británicas están ahora bajo amenaza directa. Dicho de otra forma: no se puede considerar a Reino Unido como un simple punto de partida seguro para operaciones exteriores, sino que debe pensarse como un objetivo potencial y prepararse como tal. El riesgo, a su juicio, no es hipotético: si Rusia decidiera lanzar un ataque contra suelo británico, podría hacerlo a través de su Flota del Norte desde el Atlántico, evitando así el espacio aéreo europeo.

Redibujando doctrinas. La última de las patas a tratar con los resultados de la simulación. El caso ucraniano está reescribiendo doctrinas militares que durante generaciones fueron consideradas incuestionables. La noción de control aéreo total, piedra angular de la estrategia de la OTAN desde la Guerra del Golfo, parece estar erosionándose por una nueva generación de amenazas que conjuga velocidad, volumen, imprevisibilidad y autonomía.

Para Crawford y muchos otros estrategas, la clave está en aprender rápido, asumir que el escenario (en este caso británico) ya no es inmune, y repensar los sistemas de defensa como si el próximo ataque no ocurriera en un país lejano, sino en "casa".

Imagen | U.S. Department of Defense

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