Pensábamos que habíamos encontrado una alternativa segura y sostenible al plástico derivado del petróleo. Tenemos que seguir buscando
Publicado el 15/05/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Hace muchos años, mucho antes del "¿quiere bolsa?" y los nuevos tapones europeos, conseguí un pequeño trabajo de verano repartiendo bolsas de fécula de patata por media Granada. El mundo se había empezado a dar cuenta del enorme problema de las bolsas de plástico y se preparaba para el día después.
En ese sentido, la fécula de patata era una cosa extraordinaria. En primer lugar, porque sonaba ridículo, extravagante y dejaba a todo el mundo fuera de juego (¿una bolsa de qué?); pero sobre todo porque los bioplásticos a base de almidón parecían un material mucho más sostenible y renovable.
El asunto es que empezamos a descubrir que tienen problemas.
¿Qué es un bioplástico a base de almidón...? Porque, aunque las bolsas de patatas siempre estarán en nuestros corazones, la verdadera revolución de esta familia de productos ocurrió cuando llegaron al mundo del envase para alimentos, utensilios desechables, films para recubrir o incluso productos médicos de un solo uso.
¿...y por qué son un problema? Un estudio recién publicado en el Journal of Agricultural and Food Chemistry acaba de mostrar cómo "los animales que consumen partículas de este material alternativo desarrollan problemas de salud como daño hepático y desequilibrios en el microbioma intestinal".
Es decir, por usar las palabras exactas de los autores de este estudio, "los plásticos biodegradables basados en almidón pueden no ser tan seguros ni beneficiosos para la salud como se suponía originalmente".
Comer plástico. Los investigadores compararon tres grupos de cinco ratones: un grupo (el control) consumía pienso normal; los otros dos grupos que consumían alimentos con partículas derivadas de la 'biodegradación' de los microplásticos a base de almidón.
Son dos porque cada uno tenía una dosis (baja y alta) calculada y escalada a partir del consumo diario previsto para un ser humano normal. Los monitorizaron, los estudiaron y ahí empezaron los problemas.
¿Qué encontraron? En los ratones que consumieron dosis altas de bioplásticos presentaron órganos dañados (incluyendo el hígado y los ovarios), problemas a la hora de manejar la glucosa e incluso vías genéticas desreguladas.
"La exposición prolongada a dosis bajas de microplásticos a base de almidón puede provocar un amplio espectro de impactos en la salud, en particular la alteración de los ritmos circadianos y la alteración del metabolismo de la glucosa y los lípidos", explicaba en la Sociedad Americana de Química Yongfeng Deng, autor principal del estudio.
¿Deberíamos preocuparnos? Pues sí y no. Evidentemente, los resultados de la investigación son peliagudos, pero no alarmantes en exceso. En realidad, de confirmarse, los resultados son muy parecidos a los de los plásticos convencionales.
Además, el estudio es pequeño y la investigación está en una fase muy inicial. Por decirlo de manera resumida: aún no sabemos cuánta de verdad hay en estos resultados. Queda mucho por trabajar, investigar y regular.
Y es que, en el fondo, lo más interesante de este trabajo no son sus resultados provisionales. Es la necesidad de no dar nada por sentado y de cuidar los movimientos que vamos haciendo en el desarrollo de nuevos materiales. Es, en definitiva, un recordatorio de que aún queda todo por hacer.
Imagen | Raymond Petrik
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