Mientras EEUU se obsesiona con los aranceles, China tiene un arma que está pasando desapercibida: la burocracia
Publicado el 15/04/2025 por Diario Tecnología Artículo original
En plena campaña electoral, cuando aún se hablaba de un duelo reñido con Kamala Harris en las urnas, Donald Trump reconoció durante una entrevista en Chicago que el término que más le gusta de la lengua de Shakespeare es tariff ( arancel). "Para mí, la palabra más hermosa del diccionario", proclamó. Vista la contundencia con la que China ha respondido a su guerra comercial bien podría pensarse que "arancel" también es el vocablo favorito de Xi Jinping, pero lo cierto es que Pekín tiene su propia forma de golpear el comercio de EEUU.
Una mucho más discreta que las tasas.
Pulso de impuestos. Trump no exageraba al proclamar su amor por los aranceles. Y buena prueba es que en los casi tres meses que lleva en la Casa Blanca ha lanzado de forma más o menos clara anuncios (y también alguna que otra auto enmienda) de tasas dirigidas al acero y aluminio o los coches y sus componentes. Además por supuesto de los mal llamados "aranceles recíprocos", plasmados en la famosa tabla de tarifas que presentó hace unas semanas en la rosaleda de la Casa Blanca, y los que ya asoman en el horizonte para chips y fármacos, entre otros.
Escalada. Con el paso de los días y después de que Trump pausara gran parte de sus aranceles durante 90 días, la guerra comercial se ha enquistado básicamente entre EEUU y China. Washington ha decidido aplicar a las importaciones chinas tasas que se elevan al 145%, mientras Pekín ha devuelto el golpe a Trump elevando los suyos al 125%. Esa respuesta no significa sin embargo que los aranceles sean la única herramienta a la que ha recurrido el Ejecutivo chino para plantar cara a EEUU. Al fin y al cabo… ¿No hay otras vías de atajar las importaciones?
¿Quién necesita aranceles?