Los generales en la guerra de Ucrania han dejado de ser humanos. Hay drones dando órdenes a drones antes de atacar

Publicado el 15/09/2025 por Diario Tecnología
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Los generales en la guerra de Ucrania han dejado de ser humanos. Hay drones dando órdenes a drones antes de atacar

El salto tecnológico que se está dando en la guerra de Ucrania sobrepasa cualquier previsión a una velocidad inesperada. De las máquinas capturando y haciendo prisioneros se pasó a los drones atacando por su cuenta en cuestión de semanas. Ahora, estas cuadrillas de robots capaces de coordinarse por su cuenta tienen un arma devastadora que las hace más imprevisibles: una IA capaz de generar mandos militares entre algoritmos, y varios programas que multiplican su alcance.

El salto de los enjambres. Sí, los enjambres de drones impulsados por inteligencia artificial están pasando de la promesa a la práctica operativa: software como Nemyx, de Auterion, convierte plataformas compatibles en una fuerza coordinada que maniobra, decide y ataca de forma colectiva para saturar defensas.

De hecho, Estados Unidos enviará 33.000 “kits de ataque” actualizables a Ucrania, síntoma de que los ejércitos asumen que el volumen inteligente (muchos drones baratos, conectados y autónomos) puede inclinar la balanza en el campo de batalla.

Cómo funcionan. En realidad, la clave no es un dron “más capaz”, sino muchos drones que cooperan como un organismo: comparten información, se reparten roles (siendo uno lo más parecido a un “general”), se reconfiguran ante interferencias y eluden defensas con rutas y tiempos de ataque coordinados. 

Así, un solo operador controla múltiples vectores, la toma de decisiones se automatiza a nivel táctico y la “masa de precisión” resultante abruma radares, misiles y artillería antiaérea con más blancos de los que pueden gestionar.

El ecosistema ucraniano. Contaba el fin de semana el Financial Times que Auterion ha presentado su “drone swarm strike engine” (Nemyx) como una app sobre su sistema operativo para sumar drones al enjambre con una simple actualización, mientras Helsing (junto a Systematic) anuncia capacidades de enjambre dirigidas por IA.

En paralelo, compañías ucranianas como Swarmer aseguran haber intervenido en 82.000 operaciones, con software que permite a un grupo aproximarse a posiciones rusas y elegir de forma autónoma el momento de atacar, materializando una tendencia iniciada en 2016 con microdrones lanzados por F-18 y acelerada por las demostraciones chinas de grandes enjambres desde 2017.

La ventaja ucraniana. Ucrania dispone de un archivo masivo de vídeo operacional (incluida una base clasificada denominada Universal Military Dataset) que alimenta modelos de autonomía y aprendizaje, un activo que sus empresas consideran decisivo. 

Además, la apertura de software y estándares permite integrar plataformas en “semanas o días”, no en “meses o años”, rebajando la barrera de entrada para fabricantes diversos y acortando el ciclo de innovación frente a adversarios.

Drone R18 Ukraine Dron ucraniano R18

De las oleadas al aprendizaje. Por su parte, Rusia ha mejorado su efectividad agrupando ataques de Shahed de largo alcance, pero eso se parece más a oleadas coordinadas que a un enjambre “inteligente”. 

La nueva generación introduce aprendizaje y coordinación distribuida, elimina la dependencia de un único relé de comunicaciones y permite que cada dron ajuste su comportamiento en tiempo real, con lo que la saturación no solo es cuantitativa sino también tácticamente adaptativa.

CUST fabrica varios drones de la familia Skvorets FPV, algunos con un alto grado de automatización. CUST fabrica varios drones de la familia Skvorets FPV, algunos con un alto grado de automatización

El salto ruso. Plus: Rusia ha anunciado un avance que podría transformar la guerra con drones: gracias al sistema Orbita, desarrollado por el consorcio CUST (una red de más de 200 startups que ha roto con la lentitud de la industria de defensa tradicional), los operadores de FPV ya no tendrían que acercarse al frente. 

En lugar de arriesgarse a ser objetivo de artillería o drones kamikaze, podrían controlar aparatos desde cientos de kilómetros, incluso desde Moscú, mientras soldados de primera línea solo despliegan brevemente los drones desde mochilas.

Entrenar una hora. El sistema emplea algoritmos de inteligencia artificial y redes neuronales para identificar, rastrear y atacar objetivos, convirtiendo al operador en supervisor más que en piloto. Según sus diseñadores, el entrenamiento necesario pasa de cuatro semanas a apenas una hora, un salto que de ser real democratiza la capacidad de pilotaje letal. 

La tecnología permitiría a Rusia mantener su ritmo de despliegue masivo de drones (más de 30.000 entregados en 2024) al mismo tiempo que protege a su personal más valioso, los operadores, considerados incluso más importantes que los tanquistas en el sistema ucraniano de puntos.

Evolución de Skvorets. Recordaban en Forbes que CUST ha demostrado pragmatismo industrial: de los Skvorets básicos, con cargas de 3 a 4 kilos y alcances de más de 10 km, han surgido versiones con cámaras térmicas, modelos reutilizables de reconocimiento, la variante Skvorets-Z con bloqueo automático de objetivos y el Skvorets Pro con funciones tan automatizadas que puede manejarse por un piloto sin experiencia. 

Incluso han desarrollado un modelo naval lanzable desde embarcaciones robóticas, lo que muestra que el concepto de control remoto ya estaba maduro antes de Orbita. Dicho de otra forma, si Orbita funciona como se afirma, los roles cambian: ya no habrá operadores en sótanos improvisados cerca del frente, sino en centros de mando alejados, invisibles e intocables. Los drones podrían ser lanzados por soldados de infantería, vehículos terrestres no tripulados o embarcaciones autónomas, mientras la decisión de ataque se valida desde retaguardia. 

Ética y legalidad. Ampliando el marco de todos estos avances, la potencia de todos estos sistemas tensiona el principio de control humano significativo. En el caso del bando ucraniano, los desarrolladores europeos subrayan que el operador mantiene la autorización de blancos y la supervisión de la letalidad, en línea con doctrinas y limitaciones del derecho internacional, pero la frontera entre automatización táctica y autonomía plena se difumina a medida que los algoritmos asumen más decisiones de vuelo, asignación de objetivos y sincronización de ataques.

Por su parte, en el caso ruso Orbita anuncia un futuro donde los “bots en tierra” sustituirán a las “botas en tierra”, donde los duelos de FPV se librarán entre máquinas guiadas a distancia y no entre combatientes cercanos. En un horizonte inmediato, el clásico operador lanzando a mano un dron a unos kilómetros del enemigo podría parecer tan obsoleto y expuesto como un jinete de caballería en pleno campo de batalla del siglo XXI.

Imagen | National Guard of Ukraine/Twitter, Trydence, CUST

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