Llega el calor y apetece beber agua fría. La ciencia tiene una idea mucho más efectiva: beber agua caliente

Publicado el 18/06/2025 por Diario Tecnología
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Llega el calor y apetece beber agua fría. La ciencia tiene una idea mucho más efectiva: beber agua caliente

Llega el verano y con él mantenerse bien hidratados pasa a ser un imperativo. El calor seguramente hará aún más apetecible un vaso de agua fría, pero es probable que hayamos oído alguna vez eso de que el agua, mejor caliente. ¿Es un mito o hay un motivo detrás?

Beba agua. Beber agua es lo importante, caliente o fría, la mantener nuestro cuerpo hidratado es el principal objetivo. A pesar de ello, beber agua caliente o agua fría no es exactamente lo mismo: nuestro cuerpo puede reaccionar de forma distinta ante el estímulo. Esto es lo que nos dice la ciencia al respecto.

Una mejor digestión. Las infusiones calientes son un clásico de la sobremesa. Café, té o una manzanilla son elecciones habituales para cerrar la comida, especialmente si esta ha sido copiosa. Al consumir estas bebidas estamos, efectivamente, bebiendo agua caliente. Al hacerlo estamos hidratando nuestro cuerpo y permitiendo que el agua ayude al fluir de los alimentos en nuestro sistema digestivo.

Parte del efecto se lo debemos al mero hecho de estar bebiendo agua, pero hay algunos estudios que sugieren que la temperatura podría desempeñar un papel importante en el efecto digestivo de este hábito de sobremesa. Un estudio publicado en 2016 enfocado en pacientes recién operados observó que el consumo de agua caliente en personas recientemente operadas en el colon tenía un “impacto positivo” en los movimientos intestinales posteriores.

¿Adelgazar bebiendo agua? En 2023, un grupo de investigadores realizó un experimento en el que un grupo de participantes debía consumir cierta cantidad de agua tibia o caliente tras las comidas, mientras que el resto debía consumir la misma cantidad de agua a una temperatura sin especificar la temperatura. Según reportó el equipo, el grupo que consumía agua caliente perdió masa corporal a mayor velocidad que el grupo de control.

Esto podría explicar por qué asociamos bebidas como el té se asocian con la pérdida de peso. El potencial diurético de algunas infusiones y los beneficios que otras tienen sobre el tránsito intestinal podrían estar relacionadas con el mero acto de beber agua caliente, pero lo cierto es que las pruebas con las que contamos son muy limitadas, por lo que aún no podemos añadir el agua caliente a la eterna lista de candidatas a “dieta milagro”.

Enfriarnos con agua caliente. Puede parecer poco apetecible, pero las infusiones calientes son un clásico en algunos de los entornos más abrasadores del mundo. Nuestro cuerpo está a unos 37º Celsius: si consumimos algo a mayor temperatura, nuestro cuerpo absorberá ese calor. No parece un buen plan.

Y sin embargo, funciona (aunque no siempre). La clave, señalaon los expertos, está en cómo nuestro cuerpo disipa el calor a través del sudor. Una bebida caliente puede activar receptores nerviosos enviando la señal de que la temperatura es mayor de la que en realidad es, lo que hace a su vez que nuestro cuerpo empiece a sudar y con ello comience a disipar calor a través del agua que expulsamos por la piel. Para sudar, por supuesto, conviene también estar hidratado.

¿Cuándo puede no funcionar? Beber agua caliente para reducir nuestro calor corporal puede ser una mala idea en algunos contextos, principalmente cuando la humedad es alta. La humedad hace más difícil que se disipe el sudor, evitando con ello que lo haga el calor.

Temperatura e hidratación. Caliente o fría, comenzábamos diciendo que la propiedad más importante del agua es que hidrata: nuestro cuerpo necesita este líquido para mantenerse vivo y las bebidas son la principal fuente para obtenerlo. Ahora bien, sabemos que no todas las bebidas hidratan igual, ¿lo hace el agua indistintamente de su temperatura? Quizás no.

Un estudio publicado en 2013 calculó cómo afectaba la temperatura del agua al proceso de rehidratación. Un agua demasiado caliente podría inducir sudor, haciendo que perdamos algo de agua a la par que nos rehidratamos. Por el contraste, el agua demasiado fría o demasiado caliente puede también hacer que bebamos menos. El equipo observó que se lograba una mejor rehidratación al consumir agua fresca, a unos 16º, una temperatura similar a la que nos ofrece el agua del grifo.

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Imagen | Pixabay

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