La nueva Pebble es un recordatorio para la industria tecnológica: hay grandeza en las ambiciones pequeñas

Publicado el 20/03/2025 por Diario Tecnología
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La nueva Pebble es un recordatorio para la industria tecnológica: hay grandeza en las ambiciones pequeñas

No soy usuario de Pebble. No lo fui en su momento ni lo voy a ser con su relanzamiento: antes me iba el Apple Watch y ahora me he pasado a Garmin. Pero pocos anuncios tecnológicos me han resultado tan estimulantes como el de este histórico reloj bajo una nueva filosofía.

"Estoy construyendo una empresa pequeña y centrada en fabricar estos relojes. No tengo previsto recaudar dinero de inversores ni contratar un gran equipo. El énfasis está en la sostenibilidad", escribió Eric Migicovsky en su blog.

Esta declaración representa exactamente lo que la industria tecnológica necesita desesperadamente: proyectos que no aspiren a dominar el mundo, sino simplemente a existir con dignidad.

El ecosistema tecnológico actual opera bajo la dictadura del hipercrecimiento. Si no aspiras a ser una empresa valorada en miles de millones, la cultura dominante de Silicon Valley te considera un fracaso. Camina o revienta.Esta mentalidad ha distorsionado el desarrollo tecnológico, transformando potenciales obras de artesanía en productos genéricos diseñados para maximizar retornos de inversión. No es casualidad que la telefonía móvil se haya llenado de terminales indistinguibles unos de otros.

El resultado va por ahí: una homogeneización de la innovación y la desaparición gradual de propuestas que no encajan en la plantilla de unicornio. Entre las pocas alternativas que hemos visto, muchas nacieron descarriadas (Rabbit R1) o directamente malintencionadas (Humane AI Pin).

Pero también hay historias felices. Proyectos como el de Panic con su Playdate, el de Analogue, los teclados Keychron o las ReMarkable  lo demuestran: la excelencia no requiere dominio de mercado, solo una visión clara y una ejecución impecable.

Lo que está haciendo Migicovsky es una declaración de independencia. Al rechazar el capital externo y priorizar la sostenibilidad sobre la escala, está liberando su visión de las presiones que hundieron al Pebble original. Él mismo nos lo contó hace unos años.

La ironía es muy evidente: lo que causó el fracaso de Pebble no fue la demanda insuficiente, sino una estructura de costes insostenible nacida de expectativas desmesuradas.

Necesitamos una nueva taxonomía empresarial en tecnología. Entre los gigantes que aspiran a dominar el mundo y los proyectos de amateurs debería existir un gran ecosistema de empresas deliberadamente pequeñas pero profesionales, sostenibles y rentables.

Cada vez que veo un proyecto tecnológico que abraza sus limitaciones en lugar de disculparse por ellas, que encuentra libertad en la restricción voluntaria, recuerdo por qué me enamoré de la tecnología. No por sus aspiraciones de omnipotencia, sino por su capacidad para expresar la visión singular de sus creadores.

El nuevo Pebble no pretende competir con Apple Watch y hasta lo dice su CEO explícitamente –bastante le condenó infravalorarlo en su momento–, sino existir como una alternativa consciente para un nicho, no para cualquiera. Y eso es lo que lo hace potencialmente extraordinario. O al menos mucho más valioso de lo que le hace parecer su estrategia conservadora.

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