La caza ha estado impresa en el DNI nacional de España desde hace siglos. Ahora tiene un problema: no hay relevo
Publicado el 06/03/2025 por Diario Tecnología Artículo original
La caza envejece en España. Mucho. Rápido. Y de una forma que invita a pensar que en cuestión de décadas el colectivo, que hasta hace no tanto presumía de que solo lo superaba en número de federados el fútbol y el baloncesto, verá su peso aún más reducido. Así lo refleja al menos un estudio publicado en People and Nature en el que se analiza cómo ha evolucionado la práctica de la caza en la península ibérica a lo largo del último medio siglo y cuáles son las previsiones para las próximas décadas.
El escenario que pintan no es precisamente halagüeño y deja botando varias preguntas, como su impacto en los montes.
La caza en España, a examen. Eso es lo que ha hecho un grupo de investigadores, entre los que hay varios miembros del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC), en un amplio artículo publicado en la revista People and Nature. El título ya deja poco margen para interpretaciones: "El colapso demográfico de la caza en la península ibérica". Para su análisis los expertos han analizado seis regiones españolas (Navarra, Madrid, Aragón, Castilla-La Mancha, Murcia y Andalucía) y Portugal, abarcando una población de cazadores que en 2020 alcanzaba los 583.575.

Un porcentaje: 45%. Una de las primeras conclusiones a la que han llegado los investigadores es que la población de cazadores se ha reducido de forma notable durante el último medio siglo. Y si se mantiene la tendencia, seguirá haciéndolo los próximos años.
El estudio muestra que en la última década y media el número de cazadores cayó en la zona analizada un 26%, porcentaje que se eleva al 45% si ampliamos el foco a 50 años. En la práctica eso se traduce en pasar de unos 1,06 millones en 1970 a algo menos de 800.000 en 2005 y bajar de los 600.000 en 2020. Y los investigadores ya advierten que el futuro no pinta mejor.
"Para 2050, si se siguen las tendencias medias observadas durante las últimas cinco décadas, se espera que los cazadores de toda la zona de estudio disminuyan en un 70%", señalan los autores del estudio. A modo de referencia recuerdan que en 2007 España sumaba 980.000 cazadores, el segundo mayor registro de Europa, solo superado por Francia. Sus cálculos apuntan que en 2050 en el área estudiada, que no abarca todo el país pero sí gran parte del territorio, quedarán 176.815.
La clave: el relevo generacional. Uno de los grandes desafíos con los que lidia la caza es la falta de sabia nueva. El envejecimiento de la población, el éxodo rural y los cambios sociales y culturales han pasado factura al colectivo y eso se refleja con claridad en sus cifras. Los investigadores hablan de que, al menos en las regiones que han analizado, "el reclutamiento" ha descendido más de un 89% en apenas 50 años.
De 44.000 nuevos cazadores entre 1970 y 1979 se pasó a menos de 5.000 en la década de 2010 a 2020. Y los descensos fueron incluso mayores en regiones con una fuerte tradición, como Castilla-La Mancha o Portugal, ambos con caídas que superan el 90%.
El resultado es que la participación de los jóvenes en la caza ha bajado a "mínimos históricos", complicando aún más el futuro de la actividad. La mayor proporción de cazadores jóvenes se encuentra en los municipios más pequeños, de menos de 100 habitantes, donde alcanza el 14%. En las localidades con más de 10.000 vecinos esa incidencia se desploma por debajo del 1%.

Un grupo más envejecido. El resultado es obvio. Cada vez resulta más fácil encontrarse en España con cazadores mayores, que han pasado los 60 años. Y más difícil ver a veinteañeros o treintañeros por el monte con la escopeta colgada al hombro. Si la tendencia no varía a lo largo de los próximos años los investigadores ya advierten que a mediados de este siglo la proporción de cazadores que ya han soplado las 60 velas pasará del 40 al 61%, convirtiéndose así en una holgada mayoría.
"La población cinegética estudiada, con cerca de 600.000 cazadores, está fuertemente envejecida, siendo la cohorte más abundante la comprendida entre los 61 y 70 años, y su prevalencia es ocho veces mayor en las poblaciones más pequeñas que en las grandes ciudades", reflexionan los autores del estudio.
Las cifras son de nuevo reveladoras: la franja de cazadores de 61 a 70 años fue la más abundante, con un 23%, a pesar de que los expertos detectaron que el abandono de la caza se acelera a partir de los 65 años. La cohorte de edad por debajo de los 20 años resulta testimonial, con solo un 0,92%.
Cuestión de cambios. Cambia la caza, pero cambia también la sociedad y la propia población española. De hecho su paulatino envejecimiento coincide con el del conjunto de la sociedad y el abandono del rural, otra clave que parece afectar a la práctica de la caza.
Los investigadores han comprobado que la tasa de participación media es mucho mayor en los municipios pequeños que en los grandes: en los pueblos de menos de 100 vecinos alcanza el 8%, frente al 1% en los de más de 100.000 habitantes. Con todo el peso poblacional de estos últimos explica que la mayor parte de los cazadores residan en grandes localidades, sobre todo las que tienen entre 10.000 y 100.000 censados.
La foto global puede ser incluso peor para el colectivo, ya que, como reconocen los propios autores, la investigación no abarca el conjunto del territorio español. "Las tasas de disminución reales en toda la península ibérica son probablemente mayores, ya que las regiones no incluidas en nuestro estudio, ubicadas sobre todo en el noroeste de España, son las más envejecidas y donde es probable que la caza haya disminuido más", asumen.
Un dato, varias preguntas. El estudio de People and Nature es interesante porque refleja, con cifras y porcentajes concretos, el "colapso demográfico" que está sufriendo la caza en la península. Sin embargo esos mismos datos dejan botando algunas preguntas importantes, una de ellas esbozada en el propio informe: ¿Qué impacto tiene esa pérdida de peso de la caza en los ecosistemas y más concretamente las poblaciones de fauna y flora silvestre? ¿Cuáles son sus implicaciones ecológicas? ¿Cómo afectan a las políticas de gestión ambiental, si se tiene en cuenta que el declive coincide con el abandono del rural?
La huella económica. España ha sido además un país de profunda tradición cinegética, lo que explica que al menos en 2017, según el Anuario de Estadísticas Deportivas, tuviese más gente federada que la mayoría de deportes. De hecho solo había dos que la superaban: el fútbol y el baloncesto.
Ese enorme peso se traduce, según las cifras que maneja el sector, en la generación de más de 6.000 millones de euros cada año, la inyección de cientos de millones en las arcas públicas y la creación de decenas de miles de empleos. También explica que en los armeros haya un buen número de armas, más incluso que las dedicadas a tiro deportivo.
Imágenes | Emmanuel Rodríguez (Flickr) y The demographic collapse of hunting in the Iberian Peninsula (People and Nature)
utm_campaign=06_Mar_2025"> Carlos Prego .