Hay que esperar 17 años para que una mina dé resultados. China ya lleva dos décadas de ventaja

Publicado el 22/05/2025 por Diario Tecnología
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Hay que esperar 17 años para que una mina dé resultados. China ya lleva dos décadas de ventaja

El nuevo mapa del poder global, ya no pasa con tener petróleo. El verdadero valor estratégico reside en el dominio de los minerales críticos, tales como el litio, el níquel, el cobre o las tierras raras, considerados la columna vertebral de las tecnologías esenciales. Por ello, quien controle su acceso, producción y refinado equivale a tener las llaves del futuro energético y digital. Según ha estimado en una entrevista para el Wall Street Journal el director de la IEA, Fatih Birol, para lograr tener una mina operativa se puede tardar hasta 17 años. Mientras muchos países apenas empiezan a moverse, ya hay un país a la cabeza.

La llegada. Hay un dicho italiano que dice así: “Piano piano si arriva lontano”, traducido sería que poco a poco se llega lejos. Y no es de extrañar que esta premisa le viene como anillo al dedo al gigante asiático. Desde principios de este siglo, Pekín adoptó una estrategia deliberada de inversión a gran escala en toda la cadena de valor de los minerales críticos. El resultado de esa apuesta es que actualmente China es el principal refinador mundial de 19 de los 20 minerales estratégicos evaluados por la IEA.

Datos más recientes. Entre 2020 y 2024, fue responsable de aproximadamente el 80 % del crecimiento en el suministro global de litio y cobre. El control es aún más apabullante en ciertos elementos clave:

  • El país procesa el 95 % del grafito que se utiliza en baterías de iones de litio.
  • El 98 % de las tierras raras necesarias para fabricar imanes de alto rendimiento, fundamentales en motores eléctricos, turbinas eólicas y sistemas militares avanzados.

Fuera de sus fronteras. Muchas de las minas y plantas procesadoras en África, América Latina y el sudeste asiático son propiedad de empresas chinas o tienen una gran participación de capital chino, según Wall Street Journal. Empezando por Indonesia, donde se refina gran parte del níquel, mineral para baterías de alta densidad energética. Por su parte, en la República Democrática del Congo, el refinamiento del cobalto está en manos de empresas chinas.

Han visto una oportunidad. No todo es extraer, sabiendo la situación actual del planeta han visto una oportunidad en el reciclaje. Más de dos tercios del crecimiento global en reciclaje de baterías desde 2020 han tenido lugar en China, lo que refuerza su liderazgo incluso en la etapa final del ciclo de vida de los minerales. Este poder, sustentado en inversión sostenida, bajos costos y una política industrial agresiva, convierte a China no solo en un proveedor dominante, sino en un actor difícil de sustituir.

El reloj en contra para Occidente. Las regiones que buscan reducir su dependencia, como Estados Unidos y la Unión Europea, han enfrentado barreras financieras, regulatorias y logísticas. Además, la reciente caída en los precios de muchos minerales críticos ha desincentivado la inversión, haciendo aún más difícil que nuevos actores entren al mercado, como ha explicado el Wall Street Journal. Esto ha afectado especialmente a empresas emergentes, cuyas iniciativas han quedado paralizadas por la falta de señales económicas claras.

Las reacciones. Estados Unidos ha emitido órdenes ejecutivas para acelerar permisos y estimular la inversión interna. La Unión Europea ha lanzado su Critical Raw Materials Act, designando 47 proyectos estratégicos que tendrán prioridad en financiamiento y autorizaciones. Ambos bloques buscan tejer alianzas con países productores como Argentina, Brasil y Australia, con la intención de construir cadenas de suministro más resilientes. Sin embargo, incluso si todos estos proyectos se aprobaran hoy, los beneficios tangibles no se verían hasta la segunda mitad de la próxima década. La ventana de oportunidad para reducir la dependencia es estrecha; el riesgo de quedarse atrás es real.

La concentración de minerales. Según la IEA, el 86 % de la producción refinada de minerales clave proviene de solo tres países. En muchos casos, de uno solo: China. Más de la mitad de los 20 minerales críticos ya están sometidos a algún tipo de restricción a la exportación. Desde 2023, Pekín ha implementado controles sobre galio, germanio, bismuto, antimonio y diversas tierras raras, muchos de ellos esenciales para las industrias electrónica, energética y militar.

Trae consecuencias. Estas restricciones han provocado subidas de precios abruptas y han encendido alarmas en gobiernos y empresas. La dependencia de un número tan reducido de proveedores convierte a toda la cadena de valor en un sistema frágil: basta una catástrofe climática, una crisis geopolítica o un accidente técnico para desencadenar un colapso del suministro. La IEA ha estimado que una interrupción prolongada en el flujo de metales clave para baterías podría encarecer los precios globales hasta en un 50 %.

Una amenaza silenciosa. De todos los minerales, el cobre emerge como uno de los mayores desafíos. Aunque no es raro ni nuevo, es absolutamente esencial para la electrificación: se utiliza en redes inteligentes, motores eléctricos, transformadores y cargadores. El informe de la IEA ha advertido que para 2035 podría haber un déficit de suministro del 30 %, debido a la caída en la ley del mineral, la falta de nuevos descubrimientos y los altos costos de desarrollo. A diferencia del litio —donde han surgido actores nuevos como Argentina o Zimbabue—, el mercado del cobre sigue concentrado en pocos países y está sometido a largos procesos regulatorios. El retraso en ampliar la oferta tiene consecuencias directas: sin cobre no hay cables, y sin cables no hay electrificación. El cuello de botella no es teórico: es inminente.

El nuevo juego del poder. En un mundo que avanza hacia una economía electrificada, los minerales críticos ya no son un componente más: son el eje mismo del futuro energético y tecnológico. La concentración de su producción en pocos actores, sumada a los largos plazos de desarrollo y las barreras económicas, obliga a los países a actuar con urgencia y coordinación. La seguridad energética del siglo XXI no se juega solo en los pozos petroleros, sino en los túneles de las minas, los hornos de refinado y los laboratorios de materiales avanzados. Y en esta nueva geopolítica del subsuelo, el tiempo es un recurso tan escaso como el litio.

Imagen | PxHere

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