Hace cinco años dejé mi trabajo por un proyecto internacional y la Covid cerró fronteras. El teletrabajo y el confinamiento me salvaron
Publicado el 15/03/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Hace cinco años en los que estaba a punto de cambiarnos muchísimo la vida. Yo, personalmente, lo recuerdo como si fuera ayer mientras que, al mismo tiempo, han pasado muchísimas cosas desde entonces en mi vida y en el mundo. Soy asturiana y por aquellos meses anteriores al confinamiento estaba viviendo en mi tierra, pero un 13 de marzo (día en que arranco a escribir este reportaje), estaba en Barcelona visitando a una amiga y a punto de volar a la otra punta de Europa.
Los días previos al confinamiento fueron de muchísima incertidumbre en general para todo el mundo. A mí me pilló justo cuando acababa de dejar a varios clientes laborales (en ese momento era freelance, online, y escribía contenidos para varias empresas) porque estaba a punto de irme a hacer un proyecto internacional durante unos meses.
Creo que muy pocas personas nos podemos olvidar de aquellos días: incertidumbre, bombardeo de noticias, informaciones de casos de Covid que iban aumentando y aumentando sin que se supiera cómo se contagiaba ese virus, la tristeza de ver a gente sufrir y morir, incluso anécdotas de gente que de repente se iba a su casa de la playa pensando, las quejas de los que veían a la gente movilizarse saliendo de los lugares de España con más casos de Covid...
No sabíamos que las mascarillas se convertirían en una parte esencial de nuestra vestimenta y que las PCR serían el objeto más necesario unos días después.
Índice de Contenidos (5)
Nos cierran la frontera un día antes de mi vuelo
Yo estaba en Barcelona visitando a una amiga, como tránsito en mi viaje. Había conseguido, unos meses atrás, una financiación de una fundación europea para un proyecto de investigación periodística que recorría varios países desde Turquía hasta Croacia. Lo que había llevado mucho trabajo. Esos días en Barcelona, la semana entre el 9 y el 12 de marzo, la pareja de mi amiga nos advertía de que nos llegaba un encierro y él compraba enseres útiles para la casa mientras nosotras estábamos escépticas: cómo van a cerrar a los españoles en casa con lo que nos gusta una terracita en primavera, con la necesidad de ir a trabajar cada día, con esta economía nuestra que se sustenta en los servicios y el turismo...
Un día antes de mi vuelo a Bulgaria (era más barato ir de Barcelona a Sofía y de ahí yo me iba a Turquía por tierra, como tenía organizado), Turquía anunció que cerraba fronteras con España y otros pocos países del oeste de Europa con más casos registrados (este, junto con Italia era uno de los países que más casos de Covid iba registrando en ese momento).
No lo tomé. Aunque mi vuelo era a Bulgaria, que sí aceptaba viajeros de España en ese momento, probablemente Turquía no me iba a dejar entrar desde Bulgaria con mi pasaporte. Y viajar tampoco era una opción que pareciera responsable ni apetecible en aquel momento.
Dónde me confino: primer paso
El día 13 de marzo, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, anunció el estado de alarma. Lo mirábamos alucinadas, prestando muchísima atención a todo, como casi todo el país estaba haciendo. Entendimos que era un momento muy extraño y nuestra reacción fue de hay que acatar y ser responsables. Pero yo estaba de visita en una ciudad que casi no conozco, donde solo he ido unas pocas veces a visitar a mis amistades o de paso por tomar allí vuelos. Y estaba casi sin trabajo. Tenía que buscarme la vida.
Y ahí llegó mi primer reto: encontrar dónde pasar el encierro que nos llegaba, de dos semanas (que era el plan inicial). Ir a mi proyecto internacional no era una opción, volver a mi tierra tampoco (sobre todo porque a mi madre le daba pánico que yo me metiera en un transporte público y no era plan de hacerle pasar ese momento con más angustia que el que ella ya tenía) y la casa de mi amiga era algo pequeña para tener a tres personas encerradas. Son gente a la que quiero mucho, muy hospitalaria, pero nos pareció lo más coherente que yo sí buscase algo alternativo.
Como siempre dice una de mis mejores amiga: "Bárbara tiene amigos hasta en el infierno" y, sí, afortunadamente tengo a muchas amistades en la capital catalana por diversos motivos y son gente muy maja. Contacté con unas pocas y una amiga tenía un cuarto libre en su casa porque la moradora de ese espacio estaba en ese momento en otro país, por trabajo, y no le era viable tampoco volver, así que yo podía alquilar ese cuarto y el precio estaba bien.
También miré Airbnb. Con la que se venía encima con el cierre de fronteras, desde el primer momento los precios de los alojamiento cayeron en picado y un apartamento para una persona en Barcelona podía costar menos de 400 euros para una persona un mes. Estaban muy bien ubicados, pero en ese momento a nadie le importaba. íbamos a estar en casa.
He dejado mi trabajo: qué hago ahora. Segundo paso
Y ahora llegaba otro problemilla. Yo había dejado a varios de mis clientes porque iba a estar muy ocupada entre tres y cuatro meses. Mantuve a un par de mis clientes (uno que era de gran confianza y otro que pagaba muy bien el contenido) aunque eran ingresos escasos para cubrir la cuota de autónomos, el alquiler del cuarto de mi confinamiento (asequible para ser Barcelona, pero era dinero) y poder ingresar algo.
Mi plan previo era el de volar a Turquía y pasar allí unos días a la espera de un fotógrafo compañero de proyecto antes de arrancar el trabajo y por eso no había dejado todos los clientes que tenía y había mantenido un par, para ingresar algo mientras tanto.
Seguía pagando autónomos normal (en aquel momento no había rangos como ahora y el pago de autónomos era un mínimo bastante alto), por estos dos mini trabajos y porque recibiría un ingreso por mi proyecto de investigación (una parte al arrancar y otra al concluirlo y publicar los resultados), lo que obliga a pagar estos impuestos.
Pero, con los cambios, ese dinero del proyecto llegaría más adelante (o no, con tanta incertidumbre ya no sabíamos nada de lo que podría pasar). Así que me puse a buscar nuevos clientes para los que escribir porque necesitaba vivir y pagar mis impuestos.
Me salvaron dos cosas: el teletrabajo (llevo haciéndolo muchísimos años, como ya os conté) y el hecho de que millones de personas estuvieran encerradas en casa consumiendo contenidos online, y es que las empresas necesitaban más creadores de contenidos varios que nunca antes.
Me salva el teletrabajo
Profesionalmente me salvó algo que no solo vivieron las grandes tecnológicas y es que tener a tantísimas personas en todo el mundo encerradas en casa consumiendo contenidos de internet hacía necesaria la mano de obra para crear esos contenidos. Entonces, aunque había dejado algunos de mis clientes, conseguí nuevos.
De hecho me contactaban y hasta pude elegir. Tenía un perfil en Upwork y mi cuenta en LinkedIn. Había pasado dos años atrás, una temporada sin trabajar, viviendo de ahorros y como voluntaria en un proyecto que me encantaba en otro país, así que no podía permitirme volver a estar sin recibir ingresos en esos momentos.
Y tuve qué decidir dónde trabajar: lo que estaba pasando en el mundo ya era duro: las noticias de personas muriendo, la falta de espacio en los hospitales, personas encerradas en casas muy precarias, lo que vivían las personas más vulnerables en los sitios donde yo había sido voluntaria, la soledad que mucha gente no llevaba bien... todo eso sumado a que yo hacía voluntariado online muchas horas llevando las redes sociales y comunicación de una organización denunciando los ataques a los derechos humanos a un colectivo de personas (que era algo constante y que se incrementó en esas fechas)... elegí los proyectos laborales que me ofrecieron que fueran más laxos y bonitos o entretenidos para no morir de tristeza frente a un PC.
Por ejemplo, me tocó analizar webs de citas, su funcionamiento y fiabilidad. Tuve que meterme en diversas aplicaciones de citas para poder conocer bien cómo trataban la privacidad, investigar si eran reales o solo buscaban engañar a los usuarios desesperados por encontrar el amor o algún tipo de contacto sexual (no os preocupéis que no me tocó a mí engañar a nadie, solo analizar y preguntar abiertamente)... escribí de economía y de naturaleza y agricultura. Y así mantuve unos ingresos estables durante todo el encierro.
El confinamiento también me salvó

Aunque el motivo del confinamiento es algo muy triste, porque necesitábamos aislarnos unas personas de otras para que un virus dejara de matar a personas y ese virus mataba a gente sin que supiéramos mucho más, personalmente necesitaba un descanso de mis proyectos internacionales a zonas de mucha violencia, donde llevaba unos años de voluntaria y reportando la situación y donde iba a volver con mi proyecto.
En ese momento no era consciente de ello y de que no paraba un segundo entre el trabajo y la vida social que tenía. Me vino bien el respiro de visitar zonas y de tener obligaciones de ver a gente o asistir a eventos de amistades cuando a veces solo necesitaba estar en casa. Adoro a mis amigos y disfrutar de cumpleaños y momentos felices pero aprendí que a veces una necesita simplemente estar en casa.
Por otro lado, en la organización donde yo era voluntaria también llegaron muchas donaciones. Con tantísima gente encerrada, compartiendo información y, de algún modo, siendo conscientes de lo duro que puede ser el sufrimiento, más gente apoyó el proyecto y, con el apoyo de gente local en los lugares donde estaba la organización pudimos enviar más ayuda. Incluso comencé a recibir un pequeño salario ahí porque una organización que quiso apoyar desde el Reino Unido, consideró importante que quienes pasábamos muchas horas al día en ese trabajo, tuviéramos un ingreso para hacerlo sostenible en el tiempo. No era mucho, pero daba menos antes cuando no recibía nada.
Cuando por fin pudimos comenzar a pasear con las precauciones que se necesitaban, el cuarto que alquilaba no estaba lejos del Parc Güell y pude visitar ese sitio sin gente. Pasear las calles de Barcelona y ese parque casi vacío fue algo impresionante. Dudo que volvamos a ver Barcelona casi vacía en las próximas décadas.
Por otro lado, en verano se levantaron ciertas restricciones y pude ir a hacer el proyecto de investigación que la fundación belga había subvencionado. Con muchísimas precauciones, claro está. Porque además pasaba por entrevistar y hablar con personas en situaciones vulnerables de acceso a sistemas médicos. Afortunadamente ya había mascarillas, PCR y hasta unas pantallas plásticas y mucho más conocimiento de la propagación del virus que permitían llevar a cabo las precauciones.
Además, algunos lugares que visitamos son muy turísticos en lugares como Grecia. Por lo que, mientras que, de normal, nos habría costado mucho dinero un sitio donde alojarnos, como casi no había turismo, tuvimos menos preocupaciones en cuanto al gasto porque los alojamientos tenían precios accesibles.
Fue duro todo el proceso. Personalmente también sufrí muchos problemas tanto personales como la angustia de ver la tristeza de todo lo que estaba pasando sin poder hacer nada más que estar en casa para mantener distancia social.
Afortunadamente, la amiga con la que me confiné fue (y es) maravillosa (no tanto otra gente en ese piso), pero al menos recordar lo bueno puede ser nostalgia de ciertos aspectos.... y también ceñirse a lo que cubre Genbeta: el teletrabajo, por mucho que se empeñen las empresas en volver a las oficinas a la fuerza, pudo sacar adelante a muchas empresas y a muchos trabajadores en momentos drásticos de cambios y de incertidumbre, Y yo comencé a apreciar la naturaleza como nunca antes y acabé mudándome a mi pueblo tras muchísimos años viajando.
Imágenes | Bárbara Bécares
utm_campaign=15_Mar_2025"> Bárbara Bécares .