El yogur griego ha conquistado la estantería de yogures del supermercado. Todo gracias a la palabra mágica: proteína
Publicado el 10/09/2025 por Diario Tecnología Artículo original
En mi última visita al supermercado me di cuenta de que ya no bastaba con elegir entre yogur natural o de sabores. Ahora las etiquetas hablan de "griego" o "proteico", sin olvidarme de los "0% grasa". "Elige tu propia aventura", podríamos pensar a primera vista.
Sin embargo, mi planteamiento se enfoca hacia el yogur griego, porque el "yogur proteico" ya sabemos que estamos en la era de protein chic. Pero ¿qué tiene de especial el yogur griego para haberse convertido en el protagonista? ¿Es realmente mejor para la salud o se trata de un triunfo del marketing?
Más que un nombre exótico. El yogur griego no es ningún invento reciente. En la cuenca mediterránea se ha consumido desde hace siglos como un alimento básico: espeso, saciante y fácil de conservar gracias al colado que elimina parte del suero. En Grecia es habitual servirlo con miel y nueces, y en Turquía o en Oriente Medio se utiliza en salsas y platos salados.
Su salto a la fama global llegó hace apenas dos décadas, cuando marcas internacionales empezaron a comercializarlo. Y lo que lo distingue no es su pasaporte, sino más bien su proceso: se cuela el suero líquido, lo que le da una textura más espesa y cremosa, y un contenido proteico mayor que el de un yogur convencional.
Un chute de proteínas. Parece que aquí está el kit de la cuestión. En un reportaje del New York Times, Ethan Balk, profesor de nutrición en la Universidad de Nueva York, lo definía como una proteína completa: contiene los nueve aminoácidos esenciales que el cuerpo no produce por sí mismo.
Además, estudios clínicos han demostrado que consumirlo como tentempié ayuda a reducir el hambre y retrasar la siguiente comida. Asimismo, un metaanálisis añade que esta alta densidad proteica puede contribuir a reducir la ingesta calórica total y a aumentar el metabolismo cuando forma parte de una dieta equilibrada.
Pero el yogur griego no se queda ahí. Lo interesante llega cuando vemos qué más aporta.
Pierde parte del calcio en el proceso. Y sí, esto ocurre en la parte del colado, pero aún así sigue siendo una buena fuente de este mineral y de proteínas, clave para la salud ósea. En un artículo para News Medical Today señalan que una ingesta adecuada de ambos nutrientes puede reducir el riesgo de osteoporosis. Además, un estudio de 2014 encontró una relación entre el consumo habitual de yogur y un menor riesgo de diabetes tipo 2.
El intestino, gran protagonista. Todos los yogures con cultivos vivos, incluido el griego, contienen probióticos: las famosas “bacterias buenas”. Andrew T. Chan, gastroenterólogo de Harvard, siguió durante años a más de 130.000 adultos y observó algo llamativo: los que comían yogur dos veces por semana tenían un 20% menos de riesgo de un subtipo de cáncer de colon frente a quienes apenas lo probaban. Esto no prueba que el yogur sea un escudo contra el cáncer, porque era un estudio observacional y no distinguía variedades. Pero sí se suma a un cuerpo de evidencias cada vez mayor sobre el valor de los fermentados en la dieta.
Por su parte, desde Mayo Clinic, añaden que las bacterias del yogur participan no solo en la digestión, sino también en la regulación del sistema inmunitario y en la producción de neurotransmisores como la serotonina, fundamentales para el estado de ánimo.
No todos los yogures griegos son iguales. A estas alturas parece obvio, pero conviene recordarlo: no todo lo que lleva la etiqueta “griego” merece el mismo lugar en la nevera. Algunos yogures griegos de sabores pueden llevar tanto azúcar añadido que pasan de alimento saludable a ultraprocesado, advierte The New York Times. Desde Mayo Clinic recomiendan fijarse en que el envase indique “cultivos vivos y activos”, ya que no todos los yogures mantienen probióticos tras el proceso de pasteurización.
Además, la dietista Elaine Siu, citada por NYT, sugiere acompañarlo con fruta, frutos secos o semillas: así añadimos la fibra que necesitan las bacterias beneficiosas para multiplicarse. Y si no consumes lácteos, la alternativa más equilibrada en nutrientes es el yogur de soja fortificado con calcio y vitamina D.
¿Un superalimento? Esta palabra se ha puesto muy de moda y no podemos decir que el yogur griego lo sea. No obstante, si podemos matizar que es un producto denso en nutrientes: proteínas completas, vitamina B12, probióticos y calcio en un solo envase.
En un mercado saturado de etiquetas y reclamos, la conclusión parece clara: el valor del yogur griego no está en llamarse “griego” sino de presumir de ser un valor más en la fiebre de lo proteico.
Imagen | FreePik
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