El último ataque de Ucrania a Rusia ha confirmado algo que se intuía: la guerra ha dejado de ser un asunto geográfico
Publicado el 02/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Ocurrió hace unas horas y ya es considerado por la mayoría de los analistas como el golpe más importante de Kyiv desde el inicio del conflicto. Sin embargo, y más allá del alcance que tendrá para la contienda, el ataque sin precedentes de un enjambre de drones ucranianos en territorio ruso viene a constatar algo que se intuía casi desde el inicio del conflicto entre ambas naciones: el fin de la guerra localizada.
Golpes quirúrgicos a distancia. Lo hemos contado durante meses. La lucha que está teniendo lugar en Ucrania ha cambiado para siempre el concepto de guerra por el uso y aparición de un actor que incluso ha creado una industria militar inédita: los drones (de bajo coste). En ese sentido, y aunque ambos bandos han ido desarrollando sus enjambres, Ucrania, motivada por la falta de artillería y recursos, se ha elevado como pionera en muchos aspectos.
Spiderweb. Como contamos hoy, en el último de ellos, en la operación bautizada como “Spiderweb”, más de 40 aeronaves fueron alcanzadas en diversas bases aéreas rusas, incluyendo bombarderos estratégicos Tu-95 y Tu-22M3, así como uno de los pocos aviones de alerta temprana A-50 que aún conserva Moscú.
La operación no solo disminuye de forma tangible la capacidad ofensiva rusa, sino que compromete su flota de largo alcance, fundamental para los ataques de misiles lanzados desde territorio ruso más allá del alcance de las defensas ucranianas. Sin embargo, el ataque “a distancia” es solo uno más en el historial de la contienda. La guerra ha dejado de ser un asunto puramente geográfico.
El corazón de la Armada rusa. De hecho, en paralelo a los ataques aéreos, Ucrania también ha logrado dañar seriamente a la Flota del Mar Negro, una fuente clave del orgullo y poder naval ruso. Un ejemplo particularmente simbólico fue el ataque que dejó en llamas a un crucero lanzamisiles ruso, cuyas municiones explotaron tras un incendio a bordo, obligando a evacuar la nave y causando graves daños estructurales.
Los analistas compararon su pérdida con el hundimiento de un acorazado estadounidense en la Segunda Guerra Mundial o de un portaaviones moderno. Poco después, a inicios de 2024, un enjambre de drones navales impulsados por motores de motos acuáticas destruyó el buque lanzamisiles Ivanovets. Imágenes nocturnas mostraron a soldados rusos disparando frenéticamente mientras al menos dos drones impactaban en el casco del navío, causando explosiones masivas. Estos reveses marcaron una cadena de derrotas navales para Moscú que minaron la capacidad operativa de su flota en el mar Negro.
Ataque en Kerch. Otro de los golpes que sirven como ejemplo para esta guerra “sin soldados ni fronteras” fue el ataque al puente de Kerch en julio de 2023, una de las infraestructuras más simbólicas del dominio ruso sobre Crimea. Inaugurado tras la anexión de la península en 2014 y construido por unos 3.700 millones de dólares, el puente era esencial tanto para el abastecimiento militar como para la vida cotidiana en Crimea.
El SBU, en coordinación con la Armada ucraniana, logró bombardear la estructura mediante el uso de un dron marino experimental. Aunque Moscú minimizó el impacto, admitió la muerte de dos civiles y daños considerables en los carriles viales. El ataque, más allá de sus consecuencias prácticas, fue un golpe directo al prestigio personal de Putin, quien había promovido personalmente el proyecto como símbolo de integración. Hace unas semanas y como contamos, otra acción inédita convirtió la primera lancha no tripulada en historia bélica: sí, un dron marino lanzaba misiles y derribaba a un caza ruso.
De Ucrania al resto del mundo. La guerra en Ucrania, por tanto, se ha convertido en el mayor laboratorio contemporáneo del combate no tripulado. Desde drones FPV lanzando minas hasta motos de agua suicidas, cada día se prueban nuevas estrategias. El impacto no es solo táctico: la visibilidad de estos sistemas y su bajo coste han acelerado la carrera global por dominarlos.
En Nagorno-Karabaj, por ejemplo, los drones turcos permitieron a Azerbaiyán obtener una victoria decisiva sin superioridad terrestre. Estados Unidos, por su parte, impulsa flotas de USVs bajo su iniciativa Ghost Fleet, mientras China despliega buques madre para enjambres marítimos no tripulados como el Zhu Hai Yun. Rusia apuesta por UUVs para minado encubierto e inteligencia en el mar Negro. Todos estos actores comparten un objetivo: reducir el riesgo humano y aumentar el alcance estratégico sin escalar conflictos de forma visible, porque ya no hay fronteras.
Lo que viene: IA. Ante las limitaciones impuestas por la guerra electrónica, la evolución natural apunta al uso de drones en masa equipados con inteligencia artificial, capaces de identificar y fijar objetivos sin necesidad de comunicación directa con un operador. Estos UAVs no pueden ser interferidos, porque no dependen de señales externas.
Aunque su despliegue aún es limitado, pilotos y fabricantes coinciden en que representan el futuro inmediato de la guerra aérea. La posibilidad de que la protección electrónica se extienda tanto que haga obsoletos los FPV convencionales impulsa una carrera por desarrollar IA táctica capaz de guiar enjambres de drones con autonomía plena. Bajo ese prisma, los drones no solo serán más precisos, sino también más difíciles de rastrear, más veloces en reacción y menos vulnerables a la desactivación remota.
Un punto y aparte. Muchas de las operaciones llevadas a cabo en la guerra de Ucrania han demostrado que ya no existen zonas seguras dentro de las fronteras de un país en guerra. En Spiderweb, los drones FPV ucranianos fueron transportados en camiones camuflados como casas móviles, atravesaron miles de kilómetros de territorio ruso y fueron lanzados a solo unos metros de bases estratégicas como Belaya y Olenya, destruyendo o dañando esos más de 40 bombarderos.
Estos ataques no solo fueron tácticamente exitosos, sino que rompieron la noción de profundidad estratégica: incluso áreas como Siberia o la península de Kola (consideradas durante décadas como inexpugnables) quedaron al alcance de armamento improvisado y económico. La operación, por tanto, marca una transformación radical en la guerra moderna: la retaguardia ha dejado de existir.
No hay nación invulnerable. El fenómeno, además, no es exclusivo de Rusia. Tal y como contaba The Wall Street Journal, las capacidades tecnológicas actuales (drones de largo alcance, IA embarcada, sistemas de navegación autónoma) están erosionando las barreras geográficas tradicionales. Estados Unidos, China, Irán y Turquía están desarrollando enjambres de drones que pueden ser lanzados desde plataformas civiles, submarinas o terrestres sin depender de operadores en tiempo real.
En definitiva, la guerra, tal como se concebía en términos de frentes delimitados y “zonas de combate”, se disuelve ante sistemas móviles, precisos y de bajo coste que pueden infiltrar cualquier punto del territorio enemigo. Esto implica que, en futuros conflictos, desde el Indo-Pacífico hasta Oriente Medio, ninguna infraestructura crítica (por remota o protegida que esté) estará fuera del alcance.
Así, la guerra ya no se libra solo en el frente: ahora, todo el país es el frente.
Imagen | farsnews.ir, Picrysl
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