Durante años las ciudades de Europa vieron en el turismo una mina de oro. Ahora lo son de algo distinto: protestas

Publicado el 16/06/2025 por Diario Tecnología
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Durante años las ciudades de Europa vieron en el turismo una mina de oro. Ahora lo son de algo distinto: protestas

La imagen resultaba tan chocante que acabó replicada en diarios y teles de todo el mundo. Hace justo un año un grupo de vecinos de Barcelona decidió mostrar su rechazo al turismo masivo (mejor dicho, sus efectos) saliendo a la calle con pistolas de agua y rociando a viajeros. Todo entre pancartas en las que podían leerse mensajes como "Tourits go home" o "Barcelona no está en venta". Ayer las pistolas de agua volvieron a la Ciudad Condal en un acto similar al de junio de 2024, aunque el telón de fondo era algo distinto.

En esta ocasión sus protestas se sumaron a las de otra docena larga de ciudades europeas en las que en los últimos años ha ido ganando fuerza el hartazgo por la turistificación.

Un fantasma recorre Europa… A las puertas del verano, con el flujo turístico recuperando su pulso prepandémico o incluso escalando a cifras récord (como ocurre en España), ayer miles de personas salieron a la calle en diferentes puntos de Europa para mostrar su rechazo al turismo masivo y cómo les está afectando en cuestiones tan básicas como la saturación urbana, el precio de la vivienda o el uso de los servicios públicos. La iniciativa se orquestó en abril, durante un acto organizado por la Red del Sur de Europa Contra la Turistificación, y es interesante por varias razones.

La principal es que visibiliza el cansancio que despierta el turismo masivo entre los habitantes de los grandes destinos del sur de Europa. Entre la decena y media de ciudades en las que se convocaron protestas, de una u otra forma, con mayor o menor respaldo, figuran Palma de Mallorca, San Sebastián, Granada, Ibiza o Barcelona, pero también Génova, Lisboa, Marsella o Venecia. "Durante la globalización tardía, alguien decidió que el sur de Europa sería el parque de vacaciones del mundo", lamentan los organizadores.

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De pistolas, santos y cruceros. El seguimiento no fue igual en todas las ciudades, igual que no lo fue tampoco la forma en que protestaron los vecinos. En Génova los manifestantes se movieron con maletas por las calles para generar ruido y arrastraron la figura de un crucero elaborada con cartón, en Venecia se desplegó una pancarta en un barco, en Lisboa los vecinos trasladaron una efigie artesanal del patrón de la ciudad desde su iglesia hasta el lugar donde se levantará un nuevo hotel de cinco estrellas y en Mallorca el sábado algunos manifestantes detuvieron un autobús turístico.

Una de las imágenes más icónicas la dejó Barcelona. Allí la convocatoria movilizó a unas 600 personas, según el recuento de la Guardia Urbana, que se desplazaron por el centro de la ciudad con una pancarta que clamaba por el “decrecimiento turístico”. Durante la jornada se vieron también carteles y algunas pistolas de agua con las que mojaron a turistas o una tienda de L&V. Hace un año un grupo de manifestantes usó exactamente l mismo juguete para rociar a turistas en la calle, dejando una imagen que dio la vuelta al mundo.

"El turismo nos roba". No todas las ciudades que participaron en la jornada soportan el mismo nivel de presión turística ni afrontan exactamente los mismos desafíos, pero la idea, como resume The Guardian, está clara: protestar por las externalidades del turismo masivo y su impacto en el día a día de la población local. “Estamos aquí para tener una vida digna, para detener la turistificación de las ciudades y poner límites”, clamó Jaume Pujol, de Menys Turisme Més Vida, en declaraciones recogidas por El País. Solo en Palma de Mallorca la Policía Nacional calcula que la convocatoria movilizó a 8.000 personas pese al calor.

Discurso muy similar traslada la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico (ABDT) en Cataluña, que advierte: "El turismo nos roba pan, techo y futuro". El colectivo denuncia que la supuesta generación de riqueza generada por el turismo no llega realmente a la calle, el sector genera empleos precarios y afecta de forma directa al mercado inmobiliario, "expulsando" a familias de sus hogares, afirma, para convertirlos en pisos turísticos u hoteles.

"Los cruceros son basureros". El año pasado la industria turística española recibió alrededor de 94 millones de visitantes extranjeros y registró un gasto turístico de 126.000 millones de euros, cifras que se superarán este año según las previsiones que maneja ya Andersen Consulting. La "cara B" de ese volumen de negocio, con un peso sensible en el PIB del país, es la presión que padecen los grandes polos turísticos, como Barcelona, Ibiza, Tenerife o Palma, donde el turismo tensiona (aún más) el mercado residencial.

El gran dilema es compaginar el crecimiento del sector con el día a día de los residentes, un desafío que afrontan también Ámsterdam, Florencia o Venecia, por citar un puñado de ejemplos. En Madrid se ha congelado la apertura de nuevos pisos turísticos, en Barcelona se quiere acabar con ellos y en Ámsterdam han alejado por ejemplo ciertos perfiles. "Los cruceros son basureros", clamaba un asistente a las protestas de este fin de semana en Barcelona, ciudad que ya advierte que ha "tocado techo" en el movimiento de cruceristas.

Imágenes | PAH Barcelona (X)

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