Disfrutemos de esta ola de calor mientras podamos. Va a ser mucho más suave que las que nos esperan en el futuro

Publicado el 01/07/2025 por Diario Tecnología
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Disfrutemos de esta ola de calor mientras podamos. Va a ser mucho más suave que las que nos esperan en el futuro

Una buena parte del planeta tiene clara una cosa: hace calor, muchísimo. Tanto, que la vida durante el día se hace complicada. El pasado junio se convirtió en el nuevo julio, lo que nos deja una inquietante pregunta ahora que comenzamos nuevo mes: ¿qué va a pasar en julio? Muchos se preguntan si lo que ocurre es “normal”, y lo cierto es que los científicos tienen una respuesta: no solo lo es, si hacemos caso a los datos, todo se va a poner un poco más sofocante.

Anticipado y prolongado. Como decíamos, el verano no esperó a julio. Con olas de calor anticipadas que han freído a Canadá, el noreste de Estados Unidos, Reino Unido, Francia, los Países Bajos, y buena parte del norte de Europa, la temporada estival de 2025 se está configurando como otra evidencia contundente del rápido avance del cambio climático. Las piscinas en Toronto permanecen abiertas hasta medianoche, los conciertos se están cancelando en Ámsterdam y los ventiladores han reaparecido en los hogares franceses antes de lo habitual.

Lo alarmante no es solo la intensidad del calor, sino su cronología: el umbral térmico que antes marcaba el inicio del periodo más cálido del hemisferio norte se alcanzaba alrededor del 10 de julio. En 2024, el año más caluroso jamás registrado, se sobrepasó desde el 13 de junio hasta el 5 de septiembre. Este año, sin ser tan extremo como el anterior, ya está semanas adelantado respecto al promedio histórico. El fenómeno refleja un patrón claro: los veranos se están alargando por ambos extremos, comenzando antes y terminando más tarde, lo que incrementa el tiempo de exposición a olas de calor y eleva sustancialmente los riesgos sanitarios, agrícolas y medioambientales.

Calor fuera de época. Recordaba el Washington Post que las olas de calor ya no son fenómenos estacionales acotados, sino una amenaza cada vez más continua. Según datos de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, su duración, frecuencia e intensidad han aumentado notablemente en las últimas siete décadas, extendiendo la “temporada de calor extremo” de menos de 50 días en los años 90 a cerca de 70 desde 2020.

Este fenómeno ha alterado el calendario climático de manera drástica: entre enero y mediados de junio de este año, 163 de 171 días registraron temperaturas superiores a 32,2 °C en extensas regiones del hemisferio norte, una cifra sin precedentes desde 1980.

Ejemplos. Las consecuencias se manifiestan de forma múltiple: incendios forestales anticipados, derretimiento temprano de glaciares en los Alpes suizos o el incremento de muertes por golpe de calor, que en Europa han subido un 30% en los últimos 20 años. La peligrosidad aumenta especialmente en las olas de calor tempranas, cuando la población aún no se ha adaptado fisiológicamente ni ha activado protocolos preventivos, afectando con mayor gravedad a personas mayores o en situación vulnerable.

El calentamiento se acelera. Subrayaba el New York Times que la evidencia muestra que el planeta se está calentando, y lo está haciendo más rápido de lo que los modelos predijeron hace apenas unas décadas. El verano de 2025 apenas había comenzado cuando Estados Unidos ya se vio atrapado bajo esa sofocante "cúpula de calor" de la que hablamos que batió récords, mientras Alaska registró su primera alerta oficial por altas temperaturas.

Como decíamos, estas anomalías llegan tras un 2024 que fue el año más cálido jamás registrado, y refuerzan lo que la ciencia climática ha venido anticipando: el calentamiento global provocado por la actividad humana no solo sigue su curso, sino que se está acelerando.

Más ciencia. Un estudio reciente estima que la temperatura global media está aumentando a razón de 0,27 °C por década, una tasa significativamente superior al ritmo de 0,2 °C que se observaba en los años 70. Pero más allá de las cifras, lo más inquietante es cómo estos cambios han comenzado a manifestarse de forma directa y visible en la vida cotidiana: inundaciones devastadoras, sequías extremas, incendios cada vez más voraces y olas de calor que desafían los límites del cuerpo humano y las infraestructuras modernas.

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Los extremos crecen más rápido. De esta forma, cada décima adicional de grado no solo añade calor al planeta, sino que incrementa de forma desproporcionada la violencia de los fenómenos meteorológicos extremos. Según el climatólogo Daniel Swain, eventos como lluvias torrenciales o incendios forestales no crecen en línea recta con la temperatura: lo hacen con un patrón exponencial. Por cada grado Celsius de calentamiento, las precipitaciones extremas aumentan en un 7%, pero los llamados “eventos récord” están duplicando esa tasa.

Esta intensificación no solo era previsible, sino que los científicos ya la habían modelado, aunque ahora empieza a sentirse de manera tangible y desconcertante. Kate Marvel, otra reconocida climatóloga, lo resumía así en el Times: “No existe clima fuera del cambio climático”. Fenómenos como el huracán Helene o las inundaciones históricas de Vermont no son anomalías, sino expresiones directas de una atmósfera alterada. Aunque aún se carece de una comprensión total sobre los eventos más extremos (en parte porque su rareza dificulta su análisis estadístico), su frecuencia creciente está obligando a los investigadores a ajustar sus modelos con urgencia.

Deshielos acelerados. El impacto del calentamiento se siente con especial gravedad en regiones vulnerables como el Ártico y la Antártida. El deshielo de sus masas de hielo, que durante décadas parecía un fenómeno distante, ahora está contribuyendo a una subida del nivel del mar más rápido de lo previsto. Un análisis de la NASA publicado en marzo reveló que el nivel de los océanos aumentó en 2024 a un ritmo superior al estimado, debido a la expansión térmica de las aguas (calentadas en profundidad) y al deshielo acelerado de glaciares.

El mar y el planeta. Además, los datos de otro estudio del National Center for Earth Observation muestran que la temperatura de la superficie marina está incrementándose por encima de los pronósticos previos, lo cual tiene implicaciones directas para el clima global, los patrones de precipitación y la intensidad de los ciclones.

Cecilia Bitz, experta en modelización climática, reconoce que simular con precisión la complejidad de la Tierra es un desafío, pero insiste en que los grandes principios físicos del sistema climático siguen siendo válidos: no se están desmintiendo, sino cumpliendo con inquietante exactitud.

El desequilibrio energético. La raíz física del calentamiento global está en el desequilibrio energético del planeta: la diferencia entre la energía solar que la Tierra recibe y la que devuelve al espacio. Según otro estudio reciente basado en datos satelitales de la NASA, ese desequilibrio se ha duplicado en las últimas dos décadas y es ahora casi el doble de lo que se pensaba. Este hallazgo, que ha sorprendido incluso a los científicos, podría deberse a varios factores.

Uno de ellos es la reducción en la emisión de aerosoles (partículas contaminantes que reflejan la luz solar y mitigan temporalmente el efecto de los gases de efecto invernadero) debido a normativas ambientales más estrictas. La limpieza del aire, paradójicamente, está revelando con más crudeza el verdadero impacto del CO₂.

Y las nubes. Pero lo más preocupante, señalaba el investigador Zeke Hausfather, es que también podría deberse a cambios en la dinámica de las nubes: una alteración en su capacidad para reflejar radiación solar que desencadenaría un bucle de retroalimentación positiva, uno de los factores más inciertos y peligrosos en las proyecciones climáticas futuras.

El umbral del impacto humano. Todo esto nos lleva a un mismo punto. Más allá de modelos, datos y proyecciones, el cambio climático se está transformando en lo más parecido a una experiencia personal. A medida que el planeta traspasa los límites para los que fueron diseñadas nuestras ciudades, infraestructuras y sistemas agrícolas, millones de personas comienzan a vivir en carne propia lo que antes era una advertencia técnica.

La diferencia entre entender el cambio climático en una curva de datos y experimentarlo como una pérdida tangible (una casa arrasada, una cosecha arruinada, una vida menos por un golpe de calor) marca el nuevo rostro de la crisis. Como concluía Marvel en el Times, “siempre es peor de lo esperado cuando te sucede a ti”.

Y el problema es que ya está sucediendo... y cada vez más rápido.

Imagen | Unsplash

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