Una misteriosa señal terrestre está desafiando la física conocida. Viene de las profundidades de la Antártida

Publicado el 17/06/2025 por Diario Tecnología
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Una misteriosa señal terrestre está desafiando la física conocida. Viene de las profundidades de la Antártida

En la Tierra siempre se han dado enigmas a los que no encontramos respuesta. En algunos casos sí, como cuando desciframos la extraña señal de televisión que llegaba desde el cielo, pero en otros, como en el relato que nos ocupa, el misterio sigue así. En uno de los entornos más remotos y extremos del planeta, un globo científico de gran altitud sobrevolando la Antártida ha captado señales de radio que parecen provenir desde las profundidades de la Tierra.

Todo comenzó hace 20 años.

Una señal desde el hielo. Como decíamos, durante casi dos décadas, una serie de globos científicos ha sobrevolado la vasta desolación antártica a más de 40 kilómetros de altitud, portando consigo instrumentos diseñados para capturar ecos lejanos del universo. Hablamos del experimento ANITA, impulsado por un consorcio internacional de físicos que intentan detectar neutrinos, esas partículas sin carga, prácticamente sin masa, que atraviesan la materia sin dejar rastro.

Billones de ellos cruzan constantemente nuestros cuerpos sin que los notemos y, sin embargo, su detección es un logro extraordinario: cuando uno de ellos interactúa con una molécula de hielo, puede desencadenar una lluvia de partículas secundarias que emiten breves pulsos de ondas de radio. ANITA fue creado para eso. Pero desde su despliegue, ha captado algo más.

Señales inexplicables. En el año 2006, y luego otra vez en 2014, ANITA detectó pulsos de radio que parecían provenir no desde arriba (como era de esperar con los rayos cósmicos) sino desde abajo, desde dentro del hielo. Las ondas surgían en ángulos muy inclinados, de hasta 30 grados bajo la superficie, y no mostraban signos de reflejo.

¿El problema? Que, según las leyes de la física conocidas, eso no debería ser posible: para emerger desde esas profundidades, una partícula tendría que haber atravesado miles de kilómetros de roca sólida antes de liberar una señal detectable, algo que ni siquiera los neutrinos suelen lograr. Y, sin embargo, los datos estaban allí. La comparación con otros proyectos de detección neutrínica no arrojó coincidencias. Lo que ANITA estaba captando era real… pero inexplicable.

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La frontera de lo conocido. Los científicos inicialmente pensaron que podrían estar ante neutrinos tau, una variante que, al atravesar el hielo antártico, puede generar leptones tau y desencadenar las llamadas “lluvias de aire”, emisiones que ANITA está especialmente diseñada para detectar. Pero los ángulos, las intensidades y la frecuencia de las señales no coincidían con las predicciones del modelo estándar.

Stephanie Wissel, astrofísica de Penn State y una de las autoras del nuevo estudio, reconoció que, aunque estas señales podrían confundirse con eventos neutrínicos, todo apunta a que no lo son. Si se tratara de neutrinos convencionales, tendrían que haber atravesado el planeta entero sin interactuar con nada, lo cual, aunque técnicamente posible, sería estadísticamente milagroso.

Más allá del estándar. Y aquí viene lo más fascinante. La hipótesis más desconcertante es también la más sugerente: que estas señales provengan de partículas que no figuran en las teorías actuales. Algunos expertos han propuesto que pudieran estar relacionadas con la materia oscura o con interacciones aún no descritas.

Otras teorías apuntan a posibles efectos desconocidos de propagación de ondas de radio en los hielos polares, quizá influenciados por condiciones atmosféricas, topográficas o electromagnéticas únicas del entorno antártico. Dicho esto, y hasta ahora, ninguna de estas ideas ha podido reproducirse experimentalmente ni hallar evidencia paralela. El silencio de los demás detectores y la ausencia de patrones compatibles refuerzan el carácter anómalo de estos pulsos.

La promesa del sucesor. Con ANITA retirado desde 2016, la comunidad científica deposita ahora sus esperanzas en PUEO (Payload for Ultrahigh Energy Observations), un nuevo experimento aéreo más sensible y robusto que su predecesor. Diseñado por el mismo equipo, PUEO tendrá una mejor resolución angular y será capaz de captar señales más débiles o sutiles, lo que podría confirmar si las anomalías detectadas son eventos recurrentes o simples errores fortuitos.

Wissel y su equipo esperan que PUEO pueda no solo captar nuevos eventos similares, sino también dilucidar su naturaleza y, en el mejor de los casos, expandir los límites de lo que hoy entendemos por física de partículas.

Un enigma persistente. Una cosa está clara: el misterio permanece. Las señales detectadas por ANITA no encajan con neutrinos, no se corresponden con fenómenos conocidos y no han podido reproducirse. Dicho de otra forma: lo que hay es un vacío explicativo, una serie de datos que desafían nuestras teorías más sólidas.

Como decía la propia Wissel, tal vez estemos ante un fenómeno de propagación de radio desconocido, o tal vez no. El caso de ANITA representa uno de esos momentos únicos en la ciencia: cuando la observación se adelanta a la teoría, y los instrumentos detectan algo que la mente aún no puede comprender. Así, en el vasto silencio gélido de la Antártida, algo parece estar hablando.

Y no tenemos ni la menor idea de lo que nos está diciendo.

Imagen | Penn State

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