Una habitación secreta en Perú escondía unos tubos. Ahora sabemos que las élites gobernaban con alucinógenos hace 2.000 años

Publicado el 11/05/2025 por Diario Tecnología
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Una habitación secreta en Perú escondía unos tubos. Ahora sabemos que las élites gobernaban con alucinógenos hace 2.000 años

Mucho antes de que el Imperio Inca dominara los Andes, la civilización Chavín (activa entre el 900 y el 650 a.C.) ya había establecido una compleja red cultural que abarcaba desde técnicas agrícolas comunes hasta formas compartidas de arquitectura y arte. De hecho, uno de sus centros más emblemáticos fue Chavín de Huántar, un monumento ceremonial de piedra ubicado a 430 kilómetros al norte de Lima, cuya arquitectura, símbolos y misteriosa acústica han intrigado a los arqueólogos durante más de un siglo.

Esa intriga ha dado paso a un descubrimiento fascinante.

Rituales visionarios. Sí, ahora y a través de un estudio, nuevas excavaciones y análisis químicos detallados han revelado que parte fundamental de su sistema de jerarquías sociales se cimentaba en rituales profundamente transformadores, potenciados por potentes sustancias alucinógenas como la vilca (fuente natural de DMT) y especies de tabaco silvestre.

Estos rituales, restringidos a pequeños espacios privados dentro del complejo ceremonial, no estaban diseñados para el acceso colectivo, sino que constituían experiencias exclusivas para individuos seleccionados, posiblemente sacerdotes o élites espirituales, reforzando así el poder simbólico y el orden social establecido.

Psicoactivos y arquitectura. Tal y como cuentan los arqueólogos, el análisis de los tubos de hueso tallado hallados en varias cámaras secretas cerradas ha demostrado que se utilizaban para inhalar las sustancias, ofreciendo pruebas directas del uso ritual de estas drogas psicodélicas. A diferencia de las prácticas comunitarias observadas en otras culturas amazónicas, los rituales Chavín eran íntimos, regulados y rodeados de un aura de misterio, probablemente destinados a consolidar la autoridad espiritual de ciertos individuos dentro de una estructura vertical de poder.

Complementando estas prácticas, cuentan los investigadores que la arquitectura del templo estaba diseñada para intensificar la experiencia: trompetas de concha marina y salas diseñadas para amplificar el sonido apuntan a una estrategia sensorial completa, donde la música y la reverberación contribuían a generar estados alterados de conciencia. Lejos de ser entretenimiento místico, estas ceremonias eran, según los científicos, herramientas ideológicas de cohesión social, capaces de inspirar a los habitantes a colaborar voluntariamente en la construcción de templos y monumentos sin necesidad de coerción física.

Un sistema de evitó la violencia. Hay mucho más, ya que uno de los hallazgos más sugerentes del estudio es la aparente ausencia de coerción directa en la organización Chavín. La eficacia de los rituales para legitimar las jerarquías parece haber sustituido la necesidad de represión sistemática o guerra organizada.

Así todo, este delicado equilibrio ideológico no fue eterno. Hacia el 500–400 a.C., los indicios arqueológicos apuntan a un periodo prolongado de violencia interna, probablemente vinculado a una transición desde un orden teocrático hacia formas más seculares de organización. Este cambio habría socavado las bases simbólicas de la autoridad religiosa, desembocando en un colapso progresivo de la estructura social que los Chavín habían mantenido durante siglos.

Religión y desigualdad. Por último, para los arqueólogos, el caso Chavín demuestra cómo la desigualdad puede institucionalizarse, no solo mediante la fuerza o la economía, sino también a través de creencias profundamente interiorizadas.

En el trabajo exponen que la experiencia sobrenatural inducida por los alucinógenos se convertía en una vía para naturalizar las jerarquías y justificar la concentración del poder. El legado de los Chavín, sin embargo, perdura como un puente entre culturas más igualitarias previas y las sofisticadas estructuras imperiales que surgirían siglos después, aportando claves sobre cómo se articulan creencias, arquitectura, sustancias psicoactivas y poder en la historia profunda de los Andes.

Imagen | Daniel Contreras

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