Un hueso mordisqueado nos ha revelado una de las diversiones más sangrientas de Roma: las peleas de gladiadores y leones
Publicado el 25/04/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Uno puede pasar a la posteridad por muchas razones. Por escribir una gran novela, componer una sinfonía, ser un político influyente, un pionero o incluso cometer alguna fechoría o un error difíciles de olvidar. En la antigua Britania romana vivía sin embargo un hombre joven, de no más de 35 años, que será recordado por algo bien distinto: una mordedura. Para ser más precisos la dentellada de un león en plena pelvis. Quizás parezca un motivo extravagante para pasar a los anales, pero es que ese mordisco nos dice mucho sobre los espectáculos romanos.
¿El motivo? El hombre en cuestión era probablemente un gladiador y esa vieja dentellada constituye "la primera evidencia física" de los combates entre humanos y fieras sobre la arena romana. Los historiadores ya sabían de ellos, pero a través de pistas como mosaicos, cerámicas o documentos escritos. No había pruebas.
En un lugar de Britania… El origen de la historia (o al menos el de la investigación que acaban de presentar un grupo de expertos de la Universidad de Maynooth y el King´s College London) está en un cementerio romano de 1.800 años de antigüedad situado en Driffield Terrace, a las afueras de York. Allí, cerca del antiguo Eboracum, en la vía principal entre lo que hoy es York y Londres, se descubrió en 2004 un yacimiento con decenas de enterramientos.
Algunos muy peculiares. En el 70% de los casos los expertos apreciaron que los cadáveres habían sido decapitados, una práctica bien conocida en Britania y que suele considerarse un ritual funerario post morten, aunque también se relaciona con ejecuciones. Además, salvo una mujer y algunos jóvenes, la gran mayoría de los enterrados eran hombres corpulentos de entre 18 y 45 años, varones con diferentes orígenes y con marcas de traumatismos brutales curados antes de fallecer, lo que lleva a pensar que participaban en combates a menudo.

Un hueso muy especial. Todos esos detalles y las similitudes entre los huesos de York y los hallados en otro antiguo cementerio excavado hace años en Éfeso, ha llevado a algunos expertos a una conclusión fascinante: lo que encontraron en Driffield es ni más ni menos que un enterramiento con restos de gladiadores.
Entre todos sus restos hubo uno sin embargo que llamó la atención de los arqueólogos: una pelvis, parte del esqueleto de un hombre de entre 26 y 35 años que fue enterrado junto a otras dos personas y recubierta de huesos de caballo. ¿Qué tenía de especial? Una marca. Profunda. Afilada. Enigmática. Un incisión que los expertos no tardaron en asociar con el mordisco de un animal.
¿Qué animal? ¿Y cuándo le mordió? Identificada la dentellada quedaba la tarea de averiguar su origen. Y para lograrlo los arqueólogos hicieron lo más lógica: contactaron con zoos británicos y les pidieron que les entregasen muestras de huesos de caballo mordidos por guepardos, tigres, leopardos y leones para luego comparar las marcas. Cuando terminaron se llevaron una sorpresa mayúscula.
La punción encontrada en la pelvis de York coincidía con el mayor felino de todos, el león. Así pues, quedaba pendiente la otra gran pregunta: ¿En qué circunstancias pudo un león morder a un luchador? ¿Cómo se encontraron ambos en la arena?
La cuestión es interesante porque, para empezar, los grandes felinos suelen matar a sus presas mordiéndoles en el cuello o la cabeza, como recuerda a The Guardian Tim Thompson, profesor de Antropología de Maynooth. "La pelvis resulta inusual. Se puede sobrevivir a esa herida. No es mortal. Creemos que el individuo había sido incapacitado y que estas marcas son pruebas de que el animal arrastró el cuerpo". Los huesos fueron contando así una historia fascinante.

¿Y si se trata de un venatore? Pocas figuras hay más emblemáticas (y versionadas) de la historia romana que los gladiadores. Sin embargo no todos los luchadores y especialistas entrenados para divertir al pueblo peleaban con otros hombres en combates cuerpo a cuerpo. Había aurigas, acróbatas y venatores (o bestiarii), gente que se dedicaba a combatir sobre la arena con fieras salvajes.
"Los anfiteatros romanos también organizaban 'cacerías de bestias' (venationes), que enfrentaban a personas contra animales, un espectáculo que duró desde el período republicano hasta la Antigüedad tardía", recogen los investigadores en el artículo en el que recogen sus hallazgos, publicado en la revista PLOS One.
Gladiador vs grandes felinos. Durante los espectáculos los venatore se dedicaban a cazar y medir sus fuerzas ante el público con tigres, leopardos, osos, elefantes, jabalíes, ciervos, toros… y también leones. Los animales servían para los combates y también se usaban para "mutilaciones espectaculares" o ejecutar a criminales durante los sangrientos damnatio ad bestias ("condena a las fieras").
Con todos esos datos, el profesor Thomspon explica que él y sus colegas llegaron a una conclusión fascinante sobre el esqueleto mordisqueado de York: "Creemos que se trata de los restos de un gladiador que se enfrentó al felino en una arena de combate como parte de un espectáculo romano".
¿Por qué es importante? Porque como subrayan tanto el King´s College London y la Universidad Maynooth, el hueso de York es "la primera evidencia física de un combate de gladiadores entre humanos y animales en el período romano". Los historiadores habían visto imágenes de luchadores mordidos por leones en mosaicos y cerámicas y sabían de los combates con fieras gracias a los registros escritos, pero la pelvis desenterrada en la antigua Britania les ha permitido ir más allá y arrojar nueva luz sobre los espectáculos de Roma.
"Aunque han aparecido imágenes de gladiadores luchando contra leones en mosaicos y cerámicas antiguas, esta es la única evidencia esquelética convincente del mundo romano de marcas de mordeduras producidas por los dientes de un gran felino", celebra John Pearce, profesor de Arqueología del King´s College. Si el hueso de York y el estudio que ha inspirado es relevante, insiste la institución londinense, es porque arroja una "evidencia esquelética convincente".
"Las marcas de mordeduras representan la primera confirmación osteológica de encuentros violentos entre humanos y grandes carnívoros en un entorno de combate o entrenamiento en el mundo romano", zanja la institución.
De las pistas a las pruebas. Los arqueólogos sabían de la existencia de espectáculos con animales, pero en cierto modo hasta ahora tenían pistas, indicios repartidos por mosaicos, cerámicas y crónicas. York acaba de arrojar una prueba. Y una que se ha estudiado a fondo. "Durante años nuestra comprensión de los combates de gladiadores y los espectáculos con animales se ha basado en gran medida en textos históricos y representaciones artísticas", señala Thompson.
No solo eso. El experto de la Universidad de Maynooth apunta en cierto modo el hallazgo "redefine nuestra percepción” de la cultura del entretenimiento romana en Britania y deja botando unas cuantas preguntas igual de interesantes: ¿Cómo de frecuente era ver animales exóticos en la región? ¿Cómo los transportaban? ¿Y qué impacto tuvo ese tráfico de fieras salvajes a nivel medioambiental?
De África a Inglaterra. "La logística del transporte de grandes animales vivos desde el Mediterráneo hasta el norte de Inglaterra debió de ser compleja y costosa, probablemente aprovechando las rutas de suministro militar", añade Pearce. "Si el norte de África era saqueado por sus felinos no solo para los juegos en Roma, sino para las provincias septentrionales, las implicaciones ecológicas son significativas. Por cada león traído para los juegos de York (o ciudades y campamentos como Londres, Colonia o Carnuntum), muchos más debieron morir en el camino".
Imágenes | Wikipedia 1 y 2 y Maynooth University
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