Rusia ha recordado una amenaza que asoma en la guerra entre Irán e Israel: la posibilidad de un desastre nuclear

Publicado el 19/06/2025 por Diario Tecnología
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Rusia ha recordado una amenaza que asoma en la guerra entre Irán e Israel: la posibilidad de un desastre nuclear

Todo lo que sabemos a esta hora es que Estados Unidos, a través de su presidente, ha dicho que la próxima semana será “muy importante” para determinar el curso de la guerra entre Israel y la república islámica. Mientras tanto, un temor asoma de fondo, uno que, paradójicamente, incluso Rusia ha puesto encima de la mesa cuatro meses después del ataque a Chernóbil: “el mundo está a milímetros de una catástrofe”, dijo el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso.

Hablan de una catástrofe nuclear.

Impacto potencial sobre lo nuclear. Contaba esta semana el Financial Times que los ataques aéreos israelíes contra infraestructuras nucleares de Irán han reavivado temores sobre una posible catástrofe radiológica o química en la región. A ese respecto, el director general del Organismo Internacional de Energía Atómica, Rafael Grossi, calificó de “profundamente preocupante” la ofensiva, advirtiendo que la escalada militar aumenta el riesgo de una liberación radiactiva con consecuencias graves para la población y el medio ambiente.

Si bien por el momento no se ha registrado una emergencia radiológica de gran escala, algunos incidentes, como el ataque al complejo de enriquecimiento de uranio de Natanz, han provocado contaminación localizada dentro de las instalaciones, aunque sin afectar el entorno exterior, según las mediciones de la propia agencia nuclear.

Contaminación radiológica. Los datos actuales indican que la contaminación radiactiva detectada se limita al interior del complejo de Natanz y está compuesta principalmente por partículas alfa, cuyo riesgo sanitario se considera manejable si no son inhaladas o ingeridas, ya que su alcance se reduce al contacto directo con tejidos internos.

En el caso de Natanz, se dañaron dos salas subterráneas de enriquecimiento y varios edificios de superficie, incluido un laboratorio piloto. Sin embargo, el nivel de radiación en los alrededores no mostró cambios, lo que sugiere que no ha habido fuga externa. En cuanto a otras instalaciones clave como Fordow o el reactor de agua pesada en construcción en Khondab, no se han registrado daños, mientras que en Isfahán tampoco se ha detectado aumento de radiación tras los ataques recientes.

La dificultad de una catástrofe. Explicaba el Times que una explosión de grandes dimensiones que libere contaminantes radiactivos de forma masiva requeriría alcanzar materiales sometidos a fisión, como sucede en un reactor operativo o en una bomba atómica. Sin embargo, ni la central nuclear de Bushehr ni el reactor de investigación de Teherán han sido atacados hasta el momento. El uranio enriquecido que posee Irán es en sí mismo débilmente radiactivo y solo presenta riesgos mayores en condiciones muy específicas.

La liberación de productos de fisión como yodo radiactivo o cesio-137, responsables de los peores efectos sanitarios tras Chernóbil en 1986, no parece probable en el escenario actual. Además, las principales instalaciones nucleares de Irán están diseñadas para minimizar riesgos externos: las zonas críticas de Natanz y Fordow están enterradas bajo toneladas de hormigón y tierra, lo que hace que incluso armas potentes tengan dificultad para penetrarlas por completo.

Iaea 02790015 5613115146 Fotografía aérea del reactor 4, varios meses después de la explosión

Riesgos químicos. Más allá de la radiación, los expertos señalan que el verdadero peligro podría estar en la dispersión de productos químicos tóxicos. En las instalaciones atacadas, como Natanz e Isfahán, se almacena y manipula hexafluoruro de uranio, un compuesto utilizado en el proceso de enriquecimiento.

Aunque es estable a temperatura ambiente, su contacto con el agua (incluso la del aire) puede producir gas fluorhídrico, altamente corrosivo y letal si se inhala. El OIEA ha confirmado que en el ataque a Natanz es posible que se hayan liberado compuestos como hexafluoruro de uranio, uranilfluoruro e incluso gas fluorhídrico, aunque de forma contenida dentro del recinto. Un caso ilustrativo fue la explosión de 1986 en una planta de conversión en Oklahoma, donde la liberación de hexafluoruro provocó una muerte y contaminación en el entorno, demostrando el alcance de este tipo de accidentes incluso fuera de un contexto bélico.

Instalaciones nucleares de Natas Instalaciones nucleares de Natanz

Normativa internacional. En clave del marco jurídico internacional se prohíben los ataques armados contra instalaciones nucleares con fines pacíficos. El OIEA ha reiterado en diversas ocasiones que cualquier agresión de este tipo viola los principios de la Carta de Naciones Unidas, las propias reglas del organismo y el derecho internacional. Tanto Israel como Irán forman parte del OIEA, aunque el primero no es firmante del Tratado de No Proliferación.

En 2022, el precedente del ataque ruso y posterior ocupación de la central ucraniana de Zaporiyia ya se señaló por el organismo como un hecho sin precedentes, al ocurrir en un complejo nuclear de gran envergadura. En el caso que nos ocupa, Israel justifica sus acciones en la sospecha de que Irán está desarrollando un arma nuclear, acusación que Teherán niega. Por su parte, el OIEA declaró recientemente que Irán ha violado por primera vez en veinte años sus obligaciones de no proliferación, añadiendo más tensión al contexto.

Y si… Luego hay otra cuestión de fondo. Si el régimen iraní se desmoronara repentinamente, dejando desprotegido su arsenal de uranio enriquecido y materiales relacionados, ¿qué pasaría? Aunque los ataques aéreos pueden degradar infraestructura crítica, no bastan por sí solos para garantizar la eliminación total de capacidades nucleares si estas son dispersadas o escondidas.

Ante este escenario, recordaban los analistas de The War Zone que las fuerzas especiales estadounidenses (en particular las unidades de élite como Delta Force y SEAL Team Six) llevan años preparándose para intervenir sobre el terreno en situaciones de emergencia nuclear. Desde 2016, el Mando de Operaciones Especiales (SOCOM) lidera la misión de contrarrestar armas de destrucción masiva (CWMD), heredando esta función del Mando Estratégico (STRATCOM). La experiencia adquirida desde la disolución de la URSS en asegurar arsenales descontrolados sirve de modelo para estas nuevas contingencias.

Loose Nukes Iran Special Operations Forces El ejército de Estados Unidos en ejercicios de emergencia nuclear

El umbral de la proliferación. Según los últimos informes del OIEA, Irán acumula al menos 400 kilogramos de uranio enriquecido al 60%, una pureza muy superior a la necesaria para uso civil (3-5%), aunque por debajo del 90 % requerido para armamento nuclear. Sin embargo, pasar del 60% al 90% es un salto técnico relativamente corto. El OIEA considera que con apenas 92,5 kg de uranio al 60% puede obtenerse una bomba nuclear tras el enriquecimiento final.

Esta realidad preocupa, dado que el régimen ha impedido las inspecciones en todas sus instalaciones nucleares. Irán incluso ha tomado “medidas especiales” para ocultar su material nuclear, según admitió su viceministro de Exteriores, sin informar al OIEA. Acciones que han multiplicado las incertidumbres sobre el paradero de materiales sensibles, como ese uranio hexafluoruro del que hablábamos, o cilindros de uranio enriquecido, cuya cantidad y movilidad permitirían esconderlos fácilmente incluso ante ataques masivos.

Escenarios operativos. Explicaban en TMZ que el ejército de Estados Unidos no solo ha desarrollado planes para incursiones quirúrgicas, sino que ha ejecutado ejercicios reales simulando redadas en instalaciones nucleares hostiles. Un ejemplo fue el entrenamiento conjunto en 2023 entre el Regimiento Ranger y el equipo de desactivación nuclear NDT-1 en una antigua instalación radiológica, donde simularon un asalto bajo fuego enemigo.

Otros ejercicios incluyeron la toma del Bellefonte Nuclear Power Plant en Alabama y su desactivación operativa. Estas unidades, bajo el mando del 20.º Mando CBRNE (químico, biológico, radiológico, nuclear y explosivos), están especializadas en localizar, explotar y neutralizar infraestructuras nucleares, así como asegurar componentes críticos. Su misión se centra en negar capacidades nucleares a enemigos en entornos hostiles y sensibles.

Reacción a amenazas móviles. El colapso repentino del régimen iraní o el desplazamiento de material nuclear fuera de las instalaciones podría exigir operaciones dinámicas para interceptar cargamentos en tránsito, ya sea por tierra o mar. Bajo ese escenario, los analistas subrayan que las fuerzas especiales, por su capacidad de infiltración "discreta y rápida", estarían en primera línea para tales misiones. Además, existe el riesgo de que material nuclear o tecnología llegue a manos de grupos como los hutíes en Yemen, lo cual ya se ha discutido en privado entre funcionarios estadounidenses e israelíes.

Aunque no hay evidencia confirmada de tal transferencia, la historia de Irán exportando misiles balísticos, drones y defensas aéreas a sus aliados regionales subraya el potencial de proliferación. Plus: la amenaza no se limita al uranio. Irán también podría tener programas paralelos de armas químicas y biológicas. Tras la caída de Gadafi, Estados Unidos tuvo que custodiar arsenales químicos en Libia durante tres años para neutralizarlos, un precedente que podría repetirse en Irán si el sistema colapsa.

Una amenaza global. En resumen, las contingencias no se limitan al presente conflicto entre Israel e Irán. La historia demuestra que la pérdida de control de material nuclear (incluso en pequeñas cantidades) puede tener consecuencias globales, ya sea en forma de bombas sucias, transferencia a terceros o incluso chantaje geopolítico.

Equilibrio inestable. En la otra acera, y aunque por ahora no se ha producido un desastre nuclear, el riesgo sigue presente. La continuidad de los bombardeos sobre instalaciones sensibles podría alterar ese equilibrio tan frágil. Aunque el diseño de los complejos y los protocolos de seguridad reducen la probabilidad de una catástrofe mayor, cualquier error de cálculo, impacto no previsto o daño colateral podría desencadenar un episodio de consecuencias impredecibles.

La posibilidad de contaminación química, más que la radiológica, es en este momento el foco principal de preocupación técnica. Así, y a medida que la ofensiva aérea avanza y se amplía la lista de objetivos, el peligro no reside tanto en un accidente a gran escala como en la acumulación de microincidentes que, de repetirse, pueden derivar en una emergencia sanitaria o medioambiental, como explicaba el Financial Times.

La advertencia del OIEA apunta precisamente a ese punto de inflexión aún evitable, pero cada vez más cercano.

Imagen | U.S. Department of Energy, Wikimedia, Maxar, US ARMY

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