Risas, no portátiles: decenas de cafeterías se plantan ante los usuarios que se pasan las horas con sus MacBook y un simple café o té
Publicado el 18/03/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Podemos decir que hace 40 años Apple revolucionó el mundo con el Macintosh, pero aquel aparato no se podía sacar de casa por muy modular y funcional que fuese. Sin embargo, en la cabeza de Apple como empresa siempre estuvo la portabilidad en primer plano. Que se lo digan al MacBook Air M4, con 11 mm de grosor y un peso de aproximadamente 1,2 kg. Hasta Newton, el bisabuelo del iPhone que casi manda a Apple a la bancarrota, aspiraba a colarse en nuestros bolsillos antes de que tuviéramos una remota idea de qué significaba la palabra smartphone.
Pero claro, si esta portabilidad ha cambiado por el camino la forma en que trabajamos —de la oficina tradicional a los entornos flexibles, y de ahí, a los cafés como espacios laborales improvisados—, algunos cafés están diciendo "basta" a la invasión de las mesas por hordas de freelancers y teletrabajadores. Yo reconozco que trabajar desde una cafetería con un latte recién hecho es una bendición. Las cafeterías del Apple Park, que presumen de café de calidad, seguro que también están atiborradas de perfiles como el mío. Pero es posible que se nos esté acabando el chollo.
El café como coworking no hace gracia a los dueños

Cuando estuve de viaje en Polonia hace unos días me di cuenta de una curiosa rutina: en cada local, el camarero te aborda insistentemente una y otra vez para saber si necesitas algo más. De lo contrario, te invita a pagar, te pregunta quién pagará la cuenta. Lo que sea con tal de rotar las mesas y evitar esa dinámica de comprar un capuchino y pasarse una tarde entera clavado en el sofá de algún Starbucks.
Pero claro, si estás en un entorno cómodo, con un MacBook, un café y una conexión Wi-Fi robusta, tampoco necesitas más. Ollie Gold, copropietario de Pophams Bakery en Londres, lo vio claro: "la idea era crear un espacio de comunidad, no un coworking gratuito". El problema es que pronto aquello se llenó de clientes con un té de tres libras ocupando una mesa durante horas, teclas repiqueteando y reuniones por Zoom entre sorbos de flat white.
La decisión fue tajante: restricciones a los portátiles, primero los fines de semana y después entre semana en ciertas zonas. "Queríamos que la gente volviera a charlar, a conectar, a disfrutar del ambiente", explica Gold. Algo similar ocurrió en Milk and Bean, en Newbury, donde implantaron una política de una hora de uso máximo para portátiles y prohibición total los fines de semana. "Preferimos que las mesas se reserven para la risa, el coqueteo y la conversación", reza el cartel del local.
Cuánto ha cambiado la esencia de las cafeterías

En el siglo XVII, las cafeterías eran los epicentros del chismorreo londinense. Samuel Pepys, el legendario cronista citado en el artículo original del Guardian, describía estos lugares como hervideros de conversaciones apasionadas. En España teníamos el Café de Chinitas, la cuna del arte andaluz donde Lorca y otros se reunían a debatir sobre arte. Pero el murmullo ahora es tecleo furioso de portátiles y eso no genera rédito. Tim Cook, quien reconoce haber "abusado" del café —a su manera—, imagino que estará de acuerdo.
La pandemia lo cambió todo. Curiosamente, esta tendencia coincide con la filosofía que Apple ha defendido durante años. Steve Jobs siempre apostó por la interacción humana como motor creativo. La disposición de las oficinas de Apple Park está pensada para fomentar encuentros fortuitos y conversaciones inesperadas que enciendan la chispa de la innovación.
Y bueno, no todos los cafés ven con malos ojos a los curritos itinerantes: Black Sheep Coffee, con más de 100 locales en todo el mundo, defiende un enfoque inclusivo: "Queremos que la gente se sienta bienvenida, con o sin portátil". Para mucha gente joven es eso o la biblioteca de algún campus. Sin embargo, la política que ha promovido que muchos locales de Reino Unido cuelguen el cartel de "No portátiles" tiene su razón de ser: no solo quieren hacer caja, también aspiran a la que gente se comunique. Que la cafetería siga siendo un centro social: "Queríamos crear una comunidad, un lugar para charlar con tu pareja o amigos. Los portátiles cambiaban completamente la energía del local."
En Milk and Bean, una pequeña cafetería en Newbury, también sintieron que algo se perdía cuando el sonido de las conversaciones fue reemplazado por el tecleo constante. Chris Chaplin, su dueño, introdujo una política que restringe el uso de portátiles a una hora por día y prohíbe su uso los fines de semana. Vestina Pranaityte, gerente de Grounded en Londres, cuenta que algunos clientes habituales dejaron de ir cuando se implementó una prohibición de portátiles entre las 11:00 y las 15:00 entre semana. "Tuvimos una clienta que llegaba a las siete y media de la mañana, pedía un café y se quedaba hasta las tres de la tarde".

Tengamos también en cuenta que hablamos de cafegerías de barrio. Starbucks y Caffè Nero mantienen su política de brazos abiertos hacia los trabajadores remotos, siempre y cuando hagas una mínima consumición. Al final, lo que está en juego no es solo un asiento cómodo y un enchufe libre. Es la esencia misma de estos lugares.
Está claro que ambas posturas tienen razón: los cafés no son oficinas con buen café. Quizás el punto clave está en encontrar un equilibrio entre un rincón para quienes buscan concentración y otro para quienes prefieren la charla. El problema es que los españoles somos bastante ruidosos. Yo mismo prefiero una de esas cafeterías con gatitos antes que una donde las cucharrillas repiquetean contra la loza. Pero bueno, como siempre, la clave está en el diseño y en saber cuándo cerrar la tapa del portátil.
Portada | CottonBro Studio / Fuente | The Guardian
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