Ocho personas fueron encerradas dos años en una mini-Tierra. Las únicas que prosperaron fueron las cucarachas

Publicado el 15/07/2025 por Diario Tecnología
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Ocho personas fueron encerradas dos años en una mini-Tierra. Las únicas que prosperaron fueron las cucarachas

En pleno desierto de Sonora, del lado estadounidense de la frontera, se erige un gran edificio de cristal que parece el escenario de una novela de ciencia ficción ambientada en otro planeta. No vamos desencaminados. Biosphere 2 es un complejo de más de una hectárea que alberga una selva tropical, una sabana y hasta un océano con arrecife de coral. Aquí, entre 1991 y 1993, ocho tripulantes conocidos como los "biosféricos" se encerraron herméticamente durante dos años.

La misión. Sobrevivir de manera autosuficiente, cultivando su propia comida, reciclando el agua que bebían y respirando el oxígeno generado por sus plantas. Un extravagante experimento científico para entender mejor la complejidad de nuestro planeta y probar si es posible crear hábitats similares para colonizar la Luna o Marte.

El experimento, sin embargo, acabó convertido en una pesadilla logística y un drama mediático. Como manda la ley de Murphy, "todo lo que podía salir mal, salió mal". A pesar de ello, Biosphere es visto hoy como una lección adelantada a su tiempo, cuyas instalaciones son ahora un laboratorio para estudiar el cambio climático y una popular atracción turística.

Un Edén en un portaaviones. La idea de Biosphere 2 no nació en un laboratorio de la NASA, sino en una ecoaldea de Nuevo México. John Allen y otros entusiastas de la agricultura orgánica soñaban con crear un sistema cerrado para comprender mejor la Tierra. El proyecto fue posible gracias a la financiación del multimillonario Ed Bass, que invirtió unos 150 millones de dólares de la época (equivalentes a más de 400 millones de dólares actuales).

La estructura era una maravilla de la ingeniería. Por encima, biomas llenos de vida; por debajo, una "tecnoesfera" de bombas, tuberías y sistemas para controlar desde la temperatura hasta la humedad. Uno de los biosféricos lo describió como "el Jardín del Edén encima de un portaaviones". En septiembre de 1991, ocho personas (cuatro hombres y cuatro mujeres) cruzaron la esclusa de aire para embarcarse en una msión de dos años.

Faltó oxígeno. En una charla TED, la biosférica Jane Poynter describió su experiencia como "visceral". Tardó cuatro meses en hacer una pizza. Tuvo que cosechar el trigo, molerlo, ordeñar las cabras para hacer el queso y esperar. "Estuve comiendo el mismo carbono una y otra vez", recuerda. "Comimos tantas batatas que me empecé a poner naranja".

Pero la pequeña Tierra tuvo un problema mucho más grave: la caída en picado de los niveles de oxígeno. El oxígeno pasó del 21% al 14,2% en 16 meses, el equivalente a estar en la cima de una montaña de más de 4.000 metros. "Nos arrastrábamos por la biosfera", cuenta Poynter. "Por la noche teníamos apnea del sueño. Me despertaba desesperada por tomar aire".

Los culpables eran los microorganismos del suelo. Habían usado un sustrato muy rico en nutrientes para acelerar el crecimiento de los cultivos, pero esto provocó una explosión de bacterias y hongos que consumían mucho más oxígeno del que las plantas podían reponer.

El interior de Biosphere 2 en Arizona

Sobraron cucarachas. Mientras los humanos tenían dificultades para respirar, otros seres vivos de Biosphere prosperaban. Las especies polinizadoras, como las abejas, se extinguieron, probablemente porque el cristal bloqueaba la luz ultravioleta que necesitan para ver las flores. A las plantas tampoco les fue muy bien. Algunos árboles crecían débiles y se quebraban por la falta de viento, que no los estimulaba a crear madera de tensión para fortalecerse.

Sin depredadores, las hormigas y las cucarachas se convirtieron en las reinas del lugar, invadiéndolo todo. La situación se volvió insostenible. Tuvieron que bombear oxígeno desde el exterior, lo que para muchos medios sentenció el proyecto como un fraude. Los conflictos personales entre los ocho habitantes, aislados y bajo una presión inmensa, se convirtieron en carnaza para los titulares. Cuando una biosférica tuvo que ser evacuada por un accidente en un dedo, se les acusó de hacer trampa.

¿Éxito o fracaso? Aunque el experimento fue ridiculizado en su día, hoy ya no se ve como un fracaso. Demostró con crudeza lo increíblemente difícil que es replicar los ecosistemas que la Tierra nos proporciona gratis. Y puso de relevancia quiénes gobiernan realmente el mundo: los microorganismos, cuyo papel en la regulación de la atmósfera se había subestimado.

Para los biosféricos, la experiencia fue transformadora. "Estar en un sistema pequeño donde ves que tu supervivencia depende de la salud de los ecosistemas que te rodean cambia tu forma de pensar a un nivel muy profundo", dijo a BBC Future Mark Nelson, otro de los participantes.

Hoy se puede visitar. Tras el fin de la misión original, y después de una segunda misión que fue abortada al poco tiempo por falta de financiación, Biosphere 2 pasó a manos de la Universidad de Arizona. Hoy en día, lejos de ser una reliquia, es un laboratorio científico de primer nivel y una popular atracción turística que ha recibido más de tres millones de visitantes.

Los científicos usan sus biomas controlados como una máquina del tiempo para simular los efectos del cambio climático. En la selva tropical se estudian los efectos de las sequías y las olas de calor extremas en los árboles. Además de probar los límites del cultivo de café y cacao. En el océano se simulan olas de calor para probar la resistencia de los corales a la acidificación. Y también se crean bancos de peces para su futura reintroducción en su hábitat natural.

Biosphere 2 ha completado el círculo. Nació como un intento de escapar de la Tierra y se ha convertido en una de nuestras mejores herramientas para entenderla y, con suerte, salvarla. Como concluyó Jane Poynter: al final, todos vivimos en una biosfera y estamos conectados por cada aliento que tomamos. "Inhalen profundamente. Puede que haya carbono de los dinosaurios en este aliento. El carbono que exhalan ahora puede estar en el aliento de sus tátara-tátara nietos".

Imagen | Universidad de Arizona

En Xataka | La mala noticia es que el oxígeno de la Tierra tiene fecha de caducidad. La buena es que no estaremos aquí para verlo

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