Nadie ha sido consciente del peligro de algunos vuelos comerciales en EEUU. Un teléfono apagado tres años tiene la culpa

Publicado el 16/05/2025 por Diario Tecnología
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Nadie ha sido consciente del peligro de algunos vuelos comerciales en EEUU. Un teléfono apagado tres años tiene la culpa

La escena aún se recuerda por lo inverosímil. El pasado 29 de enero, una cámara de móvil grababa lo que parecía impensable. En medio de la noche, sobre el Aeropuerto Nacional Ronald Reagan de Washington, un helicóptero Black Hawk militar se acercaba hasta impactar de frente en un avión comercial de American Airlines. Murieron 67 personas convirtiéndose en el accidente aéreo más mortal en Estados Unidos desde 2001. Ahora se ha conocido que el peligro era mucho mayor.

Línea muerta y silencio. Los medios estadounidenses han lanzado una noticia impactante. Durante más de tres años, una línea directa (y crítica) de comunicación entre los controladores aéreos del Aeropuerto Nacional Reagan y la torre del helipuerto del Pentágono ha permanecido completamente inoperativa sin que la Administración Federal de Aviación (FAA) lo supiera. Esta desconexión, confirmada por un alto funcionario de la FAA ante el Senado, salió a la luz solo después de un incidente ocurrido el 1 de mayo, cuando dos aviones comerciales fueron obligados a abortar su aterrizaje por la presencia de un helicóptero del Ejército que volaba en círculos sobre el Pentágono.

La línea, gestionada por el Departamento de Defensa, se había desconectado en marzo de 2022 y no fue detectada hasta después del suceso, lo que revela una alarmante falta de coordinación entre las agencias responsables del espacio aéreo más restringido y sensible de Estados Unidos, justo meses después del mortal choque del Black Hawk y el avión de American Airlines que dejó 67 muertos.

Choques burocráticos. Qué duda cabe, el hallazgo ha desatado tensiones visibles entre la FAA y el Departamento de Defensa, con acusaciones mutuas sobre quién incumple los protocolos de seguridad. Mientras el secretario de Transporte ha señalado violaciones por parte de los militares, estos insisten en que han respetado las restricciones vigentes. En el Senado, figuras como Tammy Duckworth, ex piloto de Black Hawk, y Dan Sullivan expresaron su indignación ante la falta de respuestas claras y la aparente pasividad institucional.

La comisión escuchó cómo los controladores del aeropuerto, tanto el día del accidente de enero como en el reciente incidente de mayo, asumieron múltiples funciones simultáneamente, una práctica que aumenta la carga de trabajo y reduce los márgenes de seguridad operativa. El propio subdirector de tráfico aéreo de la FAA, Franklin McIntosh, reconoció que la agencia no supo que la línea estaba caída y que debió haberlo detectado mucho antes.

Una cadena de fallos. Al parecer, tras el accidente de enero, la FAA restringió las rutas de helicópteros cerca del aeropuerto, pero los vuelos militares, policiales y médicos han seguido operando, provocando más conflictos con el tráfico comercial. Según McIntosh, la agencia llegó a considerar suspender el acuerdo que permite a los helicópteros militares volar sin previa autorización de la FAA, pero el Ejército anunció por su cuenta la suspensión de los vuelos hacia el Pentágono mientras revisaba sus procedimientos.

¿El problema? Que el incidente de mayo mostró que los problemas persisten, y que el Ejército continúa operando en rutas comprometidas sin plena coordinación. La falta de transparencia por parte del Ejército, aludiendo a la naturaleza sensible de sus misiones, ha dificultado los esfuerzos de supervisión, y ex investigadores del NTSB y la FAA advierten que esa opacidad ya no es sostenible bajo el escrutinio actual.

Errores y más errores. Explicaba el Post que la situación en el área de Washington no es un caso aislado. Durante la misma audiencia, el Senado abordó también los problemas técnicos y de personal en el aeropuerto de Newark, que ha sufrido días de retrasos por falta de controladores y tecnología poco fiable. A pesar de las declaraciones del secretario de Transporte asegurando que el aeropuerto es seguro, trascendió que desvió un vuelo de su esposa a LaGuardia, lo que sembró dudas sobre la confianza en la infraestructura aérea.

Pero hay mucho más. Contaba Fortune que un vuelo comercial tuvo que realizar una maniobra evasiva tras aproximarse peligrosamente a cuatro cazas militares que se dirigían a un acto ceremonial en Arlington, y todo por culpa de un error de coordinación entre controladores regionales y la torre de Reagan. En total, se han registrado al menos 85 cuasi colisiones en ese mismo espacio aéreo durante los tres años previos al choque de enero, una cifra que debería haber activado, como mínimo, alarmas institucionales mucho antes.

Un sistema bajo presión. En resumen, la desconexión prolongada de una línea crítica entre dos instalaciones de máximo riesgo, combinada con la lentitud en las respuestas institucionales y la fragmentación del mando entre civiles y militares, parecen poner en evidencia un sistema bajo estrés, cuyas fisuras, como ya ocurrió en enero, pueden tener consecuencias mortales si no se toman medidas urgentes. Esa línea directa entre el Pentágono y Reagan se convirtió, por omisión, en símbolo de una cadena de mando fracturada.

Eso sin contar con algo que también plantean muchos medios del país: el hecho de que sobre la capital más poderosa del mundo, en un escenario de creciente tensión como el actual, se siga dependiendo de teléfonos ordinarios para evitar otra tragedia aérea.

Imagen | bigbirdz

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