Lo cerca (y lo lejos) que estamos de no dormir nada en absoluto: por primera vez en la historia, tenemos una pequeña vía para intentarlo
Publicado el 15/05/2025 por Diario Tecnología Artículo original
En la década de los 2000, unos investigadores de la Universidad de California en San Francisco se dieron cuenta de que era verdad que había gente que necesitaba dormir menos de lo normal. Es decir, gente que, de forma natural, duerme entre tres y seis horas (y no presentan síntomas de fatiga o deterioro cognitivo).
Y no podía ser, claro. El consenso entre los especialistas es que toda esa gente que decía dormir poco o bien no tenían una buena percepción del tiempo que dormían o bien estaban haciéndose un daño cognitivo del que no eran conscientes. Aí que se pusieron a investigarlo.
Sik3-N783Y. 20 años han tardado, pero en eso se resumen las conclusiones de su investigación en torno al 'sueño corto natural'. Tras analizar los genomas de madres e hijas, llegaron a la conclusión de que la Sik3-N783Y (una variante del gen Sik3) estaría detrás de este fenómeno. No es la única (el equipo ha localizado cinco mutaciones en cuatro genes distintos), pero sí parece la más relevante.
El problema es que era difícil de demostrar. Así que los investigadores introdujeron la variante en ratones de laboratorio y descubrieron que, efectivamente, dormía 31 minutos menos de media que el resto sin presentar ningún tipo de fatiga. De hecho, con un poco de estimulación, podían estar casi una hora sin dormir.
¿Y cómo es posible? Ying-Hui Fu, la neurocientífica que está detrás de la investigación, explicaba en la revista Nature que "nuestros cuerpos continúan funcionando cuando dormimos. Se desintoxican y reparan daños. Estas personas [las que tenían la mutación] pueden realizar esas funciones a un ritmo más alto que los demás".
Y esto es interesante.
Una nueva familia de medicamentos. Sobre todo, porque el Sik3 podría convertirse en un objetivo terapeútico. A día de hoy, tenemos varias técnicas y medicamentos para regular la expresión de los genes y, al menos sobre el papel, estas variantes que ha localizado el equipo de Ying-Hui Fu podrían constituir un 'roadmap' para internarnos en el mundo de los productos para dormir menos.
Y, seamos sinceros, el mercado es enorme. La ambición por robarle horas al sueño es tan antigua como el hombre. Es lo que está detrás de las bebidas energéticas, el metilfenidato recreativo o las técnicas para aprender a dormir apenas cuatro horas: una carrera desenfrenada por huir del cansancio y la extenuación.
El problema es que tiene consecuencias terribles: rápidamente surgen problemas inmunológicos, metabólicos, cardiacos, psicológicos y cognitivos. La falta de sueño (o el sueño de poca caldiad) está íntimamente relacionado un aumento de la enfermedad coronaria, de la diabetes y de la obesidad. También puede ejercer presión sobre las relaciones personales y conducir al aislamiento social.
Una pastilla que limitar los daños que causa el sueño de mala calidad sería una bomba para las grandes farmacéuticas.
¿Estamos cerca de conseguirlo? Aún es pronto para ponerlo en esos términos, pero por primera vez en mucho tiempo parece que tenemos una vía sólida para caminar hacia ello. Con todo lo que eso significa, claro.
Imagen | Nubelson Fernandes
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