La paz que ofrece el fin del mundo: por qué muchos se han sentido más liberados que nunca durante el gran apagón
Publicado el 29/04/2025 por Diario Tecnología Artículo original
En Madrid, durante las horas más largas del apagón, Andrés tuvo una sensación "rara" similar a la de la pandemia, como de mundo detenido, de tiempo mucho más lento, de silencio. En Málaga y sin radio en casa, Matías pensó que era algo local y se puso a regar las plantas. Fueron dos horas de absoluta paz interior. En Ciudad Real, si datos ni portátil, Alex se sentó con su perra a disfrutar de la brisa que entraba por la ventana.
Y no era el mundo exterior. No podía ser: en las casas había el mismo ruido de siempre, las calles estaban más llenas de lo normal, el universo seguía girando. ¿Qué estaba pasando?
Paz en un mundo en ruinas. Porque eso es lo primero que viene a la cabeza: la paradoja de que en situaciones aparentemente negativas (o incluso trágicas) como los apagones, las pandemias o eventos externos de este tipo, las personas experimenten una rara sensación de paz, liberación o descompresión. Sin embargo, psicólogos, sociólogos y antropólogos dejan claro que la paradoja es solo aparente.
En realidad, estamos tan acostumbrados a vivir en vidas repletas de compromisos laborales, estudios, actividades sociales; vidas inmersas en un flujo de información constante... que un evento de este tipo nos trastoca profundamente. O, mejor dicho, nos desestabiliza: como nos dicen los expertos en terapias de activación conductual, las actividades de nuestro día son como anclas emocionales. SIn ellas, somos mucho más susceptibles a las incidencias exteriores; sean positivas o negativas.
La sorpresa, claro, es que a veces son positivas. Lo pudimos estudiar con mucho detalle durante la pandemia. Por ejemplo, un grupo de investigadores de la Universidad de Cambridge descubrieron que uno de cada tres jóvenes se habían sentido más felices durante los confinamientos. Pero no se redujo a ellos: es algo, de hecho, encontramos con sorprendente frecuencia.
Pero... ¿por qué? Se ha teorizado mucho sobre el por qué (menos estrés social y académico: menos soledad, ausencia de bullying, más horas de sueño o más ejercicio físico durante el encierro...), pero todas acaban en el mismo sitio. A la eliminación de los elementos aversivos de la vida cotidiana y el aumento de actividades agradables, se suma algo más: la ausencia de responsabilidad.
Esa es la pieza clave que permite aceptar la inactividad con menos resistencia. No es gratuito que entre los sanitarios, por ejemplo, este tipo de fenómenos fueran menos frecuentes durante la pandemia (incluso cuando estaban enfermos). La sensación de culpa o responsabilidad no desaparecía y, de hecho, se volvía un problema.
Lo que nos lleva a una pregunta... ¿Y si lo problemático es la normalidad? En 1922, Dorothy Thomas se dio cuenta de un detalle muy curioso: a diferencia de lo que podríamos pensar, la mortalidad parecía seguir un patrón "procíclico". Es decir, conforme mejor va la economía, más gente muere. Es así. Es algo que hemos visto una y otra vez: la última gran crisis española es un buen ejemplo.
La evidencia es sólida: el crecimiento económico tiene como consecuencia directa que la gente muere más. Como explicaban en el Colectivo Silesia, "hay algo en el propio sistema político-económico de circulación de capital y bienes que, al acelerarse, destruye la salud de las poblaciones". No solemos reparar en ellos (porque los beneficios son altos y porque las crisis económicas tampoco es que sean "buenas para la salud") pero es así.
¿Puede que pase algo parecido con la salud mental? Es una hipótesis plausible. Como explicábamos hace unas semanas, el 'cansancio' se ha convertido en algo ubicuo en nuestras sociedades. Prácticamente la mitad de la población trabajadora o bien sienten niveles altos de estrés o bien directamente han sufrido burnout.
Hemos construido unos entornos sociales donde prima un estilo de vida centrado en la hiperproductividad (productividad tóxica), la multitarea y la sobrecarga permanente; donde "sentir la presión de ser productivo en cada instante del día –tener siempre una lista de pendientes y culpa por no cumplirla–" se ha convertido en la nueva normalidad. Y en una fuente ansiedad, insomnio y agotamiento extremo.
Perder todo eso puede ser una forma de recuperar todo lo demás. De hecho, lo que han vuelto a demostrar estas doce horas de oscuridad es que, para mucha gente, lo es. Pero también demuestra la dificultad que tenemos para 'tomar el control' de nuestra propia vida imbuidos como estamos en sistemas socio-económicos cada vez más complejos: solo un evento histórico parece darnos pie a recuperarlo.
Imagen | Elaboración propia
utm_campaign=29_Apr_2025"> Javier Jiménez .