La operación encubierta de Ucrania ha dejado un agujero irreparable para Rusia. Su disuasión nuclear ha saltado por los aires
Publicado el 03/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Si nos hubieran dicho que una flota de camiones disfrazadas de casas móviles se iba a adentrar en Rusia en una operación encubierta de año y medio, y que pasado ese tiempo un enjambre de más de 100 drones atacaría con precisión quirúrgica varias bases aéreas de Moscú, no lo habríamos creído. Sin embargo, y más allá de una misión que parece más propia de una película de Hollywood, la operación ha supuesto un agujero para Rusia que difícilmente podrá ser reemplazado en el corto plazo. Una carta clave en las negociaciones.
Sin precedentes. Lo contamos ayer. El 1 de junio de 2025, Ucrania llevó a cabo la mayor operación con drones de la guerra hasta la fecha, lanzando 117 drones contra al menos cuatro bases aéreas rusas en un ataque coordinado que tuvo como objetivo directo la columna vertebral de la aviación estratégica rusa: sus bombarderos de largo alcance.
Hasta entonces, los ataques ucranianos a estas plataformas habían sido esporádicos y limitados a un solo emplazamiento, pero este golpe, ejecutado de forma simultánea contra Belaya, Olenya, Dyagilevo e Ivanovo, señala un cambio radical en la capacidad ucraniana para penetrar profundamente en el espacio aéreo ruso y degradar activos estratégicos claves.
Cifras. Si bien aún hay incertidumbre sobre el número exacto de aviones destruidos o dañados, Ucrania afirma haber impactado al menos 41 aeronaves, con 13 de ellas completamente destruidas, entre ellas bombarderos Tu-22M3, Tu-95MS, un avión de alerta temprana A-50 y posiblemente un Tu-160 Blackjack, el bombardero más sofisticado de Rusia.
Una flota insustituible. La importancia de estos bombarderos no radica únicamente en su capacidad ofensiva convencional, sino en su rol nuclear dentro de la tríada estratégica rusa. De confirmarse las cifras de Ucrania, los daños equivaldrían a una pérdida del 10% de la fuerza operativa del Tu-95MS, por ejemplo, un porcentaje alarmante considerando que estas aeronaves no tienen reemplazo inmediato. El Tu-95MS, diseñado en los años cincuenta y producido hasta principios de los noventa, se ha ido modernizando, pero su valor es más estratégico que monetario.
En el caso del Tu-22M3, otra reliquia de la Guerra Fría, su uso actual ha estado marcado por bombardeos devastadores con misiles Kh-22 reconvertidos, causantes de gran número de muertes civiles en Ucrania. La pérdida de varios de estos aviones complica enormemente su reposición. Por su parte, el Tu-160, el único de estos modelos aún en producción, representa una mínima fracción de la flota y cada unidad cuesta más de 500 millones de dólares. Plus: construir nuevos lleva años y requiere una infraestructura industrial mermada por las sanciones.

Golpe a la disuasión nuclear. El ataque ucraniano, por su alcance y precisión, no solo neutraliza capacidad de ataque a corto plazo, sino que debilita la credibilidad de Rusia como potencia nuclear. Estos bombarderos constituyen la parte más flexible de su tríada disuasoria, no solo por su rol en conflictos convencionales, sino por su capacidad de lanzar misiles nucleares desde distancias remotas.
Además, también cumplen funciones simbólicas, patrullando el espacio aéreo de Europa, Asia e incluso acercándose al entorno de Alaska como muestra de fuerza. La pérdida de aeronaves en este sector socava esa proyección. Moscú ha sostenido repetidamente que ataques sobre sus capacidades estratégicas representan una línea roja, pero hasta ahora no ha respondido de manera proporcional a los ataques que han ido creciendo en alcance e intensidad. Esta operación, sin embargo, marca una escalada difícil de ignorar.

Vulnerabilidad estructural. El ataque también ha expuesto con claridad la vulnerabilidad persistente de la aviación rusa en tierra. A pesar de medidas defensivas implementadas desde ataques anteriores (como la dispersión de aeronaves, muros antiexplosivos, refugios reforzados, maquetas pintadas sobre pistas y neumáticos en las alas para confundir a los sistemas de guiado de los drones), la infraestructura no ha conseguido proteger aviones cuyo gran tamaño impide incluso resguardarlos completamente.
De hecho, se usaron aviones chatarra como señuelos, pero nada de eso evitó el daño. Las defensas antiaéreas instaladas en las bases han resultado, una vez más, insuficientes. La dispersión de bombarderos a lugares remotos como Olenya o Belaya pretendía complicar los ataques ucranianos, pero no logró evitar un golpe de enorme escala y precisión.
Cambio doctrinal y una amenaza. También lo contamos ampliamente ayer. La operación Spiderweb no solo demostró la capacidad técnica de Ucrania para infiltrarse en territorio enemigo con drones pequeños y baratos, sino también una doctrina de guerra emergente centrada en saturar y erosionar activos clave. Esta táctica no solo daña equipos caros con medios económicos, sino que fuerza a Rusia a desplegar aún más recursos en defensa estática, reduce su libertad operativa y genera incertidumbre constante.
Mientras Moscú lanza cada noche cientos de drones contra Ucrania, Kiev demostró que puede devolver el golpe a distancias impensables hace tan solo un año. Y lo hace, además, con herramientas que evolucionan: se prevé el uso de drones con contramedidas mejoradas, inteligencia artificial para evitar el jamming y la eliminación del piloto humano en tiempo real, lo que dificultará aún más su detección y neutralización.
Putin y la invulnerabilidad. Contaba Bloomberg otra de las patas que se debe analizar tras el ataque. Más allá del conteo exacto de aviones destruidos, la misión ha sacudido el entorno del Kremlin. La propia reacción interna ha sido de alarma, enojo y reconocimiento de un escenario hasta ahora impensado: que activos nucleares puedan ser blanco legítimo y efectivo de un país que no posee armamento nuclear.
Aunque el número de bombarderos necesarios para atacar Ucrania es limitado y Moscú podría mantener su ritmo de envestidas, el mensaje subyacente parece claro: ya no hay territorio absolutamente seguro. Esta percepción afecta directamente la proyección de fuerza que Putin ha cultivado durante dos décadas y erosiona su retórica de supremacía estratégica.
La tríada nuclear, tocada. Lo decíamos al inicio. La aviación de largo alcance es el componente más reducido (y ahora, más dañado) de la tríada nuclear rusa, compuesta también por misiles balísticos intercontinentales y submarinos estratégicos. Aunque los bombarderos se emplean con frecuencia en misiones convencionales, también forman parte del engranaje disuasorio global. Su carácter simbólico como instrumentos de proyección nuclear añade una capa de gravedad al ataque.
Incluso si su papel operativo dentro del arsenal nuclear es secundario frente a los misiles o submarinos, la percepción de que pueden ser neutralizados desde el interior mismo de Rusia representa ese cambio doctrinal que comentábamos. Kyiv ya no se limita a atacar infraestructuras logísticas o depósitos de municiones: ahora apunta al corazón de la capacidad estratégica rusa.
Reparar daños. Según Bloomberg, el daño a estos bombarderos plantea, además, un desafío estructural para Rusia, cuya capacidad para reparar o sustituir estas aeronaves está gravemente comprometida. Una auditoría rusa filtrada en 2022 ya advertía que buena parte de estos aviones dependía de componentes occidentales que, tras las sanciones, son imposibles de reponer.
La producción nacional de repuestos no ha logrado avanzar, y ni siquiera China ha suplido esta brecha de forma efectiva. Así, cada aeronave perdida o dañada representa no solo un golpe táctico, sino un debilitamiento duradero de un sistema que Moscú no puede regenerar fácilmente.
Occidente toma nota. Desde la perspectiva de los aliados europeos y de la OTAN, la operación tiene implicaciones directas sobre la seguridad continental. Los bombarderos de largo alcance rusos representan una amenaza constante, incluso para países alejados del conflicto, por su capacidad de lanzar misiles de crucero a gran distancia.
Al neutralizar parte de esta flota, Ucrania no solo mejora su defensa, sino que también contribuye a reducir la presión militar sobre Occidente, que ha luchado por equilibrar su capacidad de defensa aérea frente a la maquinaria de producción bélica rusa. La debilidad expuesta por los defensores aéreos rusos es, como han señalado expertos occidentales, una oportunidad táctica para equilibrar el juego estratégico.
Perspectivas inciertas. Para los analistas del New York Times, en el corto plazo, Rusia podría verse obligada a adoptar una estrategia aún más dispersa, sacrificando eficiencia por seguridad, lo cual limitaría seriamente su capacidad ofensiva. A largo plazo, concuerdan que quizá opte por construir refugios masivos capaces de albergar bombarderos pesados, aunque eso requerirá tiempo y recursos inmensos.
Las limitaciones industriales y económicas, agravadas por las sanciones y el coste de una guerra prolongada, hacen improbable que Moscú pueda reconstituir rápidamente su flota estratégica. Incluso la existente, aunque no destruida, podría quedar fuera de operación durante largos periodos por daños parciales, problemas logísticos o simple precaución. Visto así, la aviación estratégica rusa, pilar del músculo militar y disuasorio del Kremlin, ha quedado herida de forma estructural.
Por primera vez desde el inicio del conflicto, Ucrania demostró que puede tocar el corazón del poder aéreo ruso, no como un acto simbólico, sino como una amenaza sistemática, replicable y devastadora.
Imagen | Russian Ministry of Defense, VargaA, Mil.ru
utm_campaign=03_Jun_2025"> Miguel Jorge .