La convivencia lleva siglos siendo el pilar de las parejas. Las relaciones TIL y LAT están decididas a que eso cambie

Publicado el 02/09/2025 por Diario Tecnología
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La convivencia lleva siglos siendo el pilar de las parejas. Las relaciones TIL y LAT están decididas a que eso cambie

El cronograma estaba muy claro: cumplida cierta edad uno buscaba una relación, vivía un noviazgo más o menos largo y luego (con un 'sí quiero' mediante) la pareja se iba a vivir junta. Hoy ya no se trata de que los novios se lacen a cohabitar antes de casarse (muchos jamás lo hacen), sino que directamente hay parejas que ni se plantean compartir techo. Lo hacen partiendo de una pregunta tan curiosa como desafiante para el canon: ¿Tiene el amor que llevar sí o sí a la convivencia?

¿Sigue siendo cierto eso de que 'el casado, casa quiere'?

¿Qué ha pasado? Que las parejas están cambiando. No es ninguna novedad. Cambian los tiempos y con ellos lo hace la sociedad, la demografía, la natalidad, las oportunidades laborales, los proyectos vitales, la forma de relacionarse y conceptos hasta hace no tanto tan firmemente inamovibles como el de matrimonio u hogar.

El INE es un buen reflejo de esa transformación. A lo largo de los últimos años ha ido registrando el aumento de las parejas de hecho y los hogares unipersonales, el peso creciente de quienes no conviven con sus 'amores' o el descenso en el número de enlaces, un fenómeno que llega acompañado de un retraso en las bodas. Hoy los españoles nos casamos de media con 39,6 años. Y las españolas con 36,9.

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Tres letras: TIL. El término quizás no te suene, pero refleja la realidad de muchas relaciones españolas (y de otros países). TIL son las siglas de Together in Life ("Juntos en la vida"), una etiqueta que sirve para identificar a aquellas parejas que establecen un vínculo y compromiso mutuo, forman un proyecto vital común, hacen planes de futuro... pero no duermen bajo el mismo techo. Lo primero se ajusta milimétricamente al patrón tradicional de pareja. Lo segundo, no. Las parejas TIL rompen el canon en un aspecto fundamental: la convivencia.

"Los modelos clásicos de convivencia se están redefiniendo y lo que hace unas décadas podía verse como excepción, ahora se acepta socialmente", explica Ana Domínguez, terapeuta de parejas, a Welife. "Ahora lo llaman TIL, pero es verdad que en consulta vemos parejas que, por distintos motivos, no viven juntos pero mantienen un vínculo afectivo y un profundo nivel de compromiso".

¿Qué las caracteriza? Los detalles pueden variar en función de la fuente que se consulte, pero habitualmente las parejas TIL se caracterizan por dos rasgos clave: el primero es que sus miembros no comparten techo; el segundo, que esa falta de convivencia no es fruto de un nivel de compromiso más débil que el que pueden tener quienes se despiertan, comen y hacen su rutina en la misma casa.

De hecho a menudo esa la falta de una convivencia prolongada ni siquiera es fruto de una decisión o un plan vital, sino más bien un 'estatus quo' establecido por las parejas para adaptarse a ciertas condiciones o necesidades. Y desde luego esa falta de convivencia no significa que la pareja tome decisiones de futuro en equipo.

"Este tipo de parejas no eligen la no convivencia como forma permanente, sino que la asumen como una situación transitoria o inevitable, manteniendo una fuerte conexión emocional, apoyo mutuo y planificación conjunta del futuro", insiste la experta. Hay vínculo y hay compromiso, pero lo hay un techo en común.

Diferente sí, sencillo no. Domínguez reconoce que, así como la convivencia acarrea sus desafíos para las parejas, las relaciones TIL afrontan sus propios retos, como "la falta de una cotidianidad compartida". "La convivencia permite compartir rutinas, gestos pequeños y el día a día, fortalece la conexión. Al no vivir juntos se pierden esos momentos espontáneos", reflexiona la terapeuta. De hecho, para compensarlo anima a crear rituales que se puedan mantener a distancia.

Por supuesto, no todo son retos. "Cuando están juntas, estas parejas pasan tiempo de calidad y se dedican a disfrutar el uno del otro sin que los desencuentros de la convivencia socaven la relación", señalan a El Mundo desde el centro de psicología Mens Sana, que advierte: "Cuando este modelo de convivencia no es una elección libre o nace del miedo y reservas es probable que la relación no dure mucho".

Otro término clave: LAT. Para comprender bien el fenómeno hay que familiarizarse con otro concepto: LAT, siglas de Living Apart Together, "Vivir separados, pero juntos". La diferencia entre las relaciones TIL y LAT es sutil y no todas las definiciones la trazan por igual, pero aún así es importante y sobre todo nos ayuda a entender cómo se están diversificando las relaciones.

Ambas realidades comparten un rasgo en común, la falta de convivencia, pero se diferencian en el planteamiento vital de sus miembros. Hay quien asegura que en las parejas LAT el compromiso es más flexible, pero su principal característica es que las dos partes viven con una autonomía a la que no se plantean renunciar. Sin que eso, claro está, suponga que la pareja tenga que romperse. Sencillamente no se busca la convivencia, incluso aunque no haya nada externo que lo impida.

"Lo esperamos con ilusión". Como siempre se entiende mejor un ejemplo que una definición viene bien echar un ojo al reportaje que hace unas semanas dedicó The Sydney Morning Herald a parejas LAT, relaciones formadas por personas que han decidido que un romance no tiene por qué derivar sí o sí en convivencia.

Entre otros, su autora charló con Judy Wolff y Alex Ruschanov, quienes llevan cerca de tres décadas como pareja sin cohabitación, salvo en las ocasiones en las que han tenido que cuidar el uno del otro por convalecencias. "Cada vez que nos reunimos es como un evento. Es algo que esperamos con ilusión y algo bonito".

Ambos rondan los 70 años. Ella es una bibliotecaria jubilada. Él un antiguo comerciante que poco antes de conocerla, hace ya cerca de 30 años, acaba de divorciarse y convivía con dos hijos que aún iban a la escuela. "Recuerdo haberle dicho a Alex: 'Mira, estás saliendo conmigo, no con mis hijos'. Quería que eso fuera aparte", relata él. Ella también había compartido techo con una expareja durante más de una década, una experiencia de la que salió sin ganas de repetir.

¿Amor = convivencia? Esa es la pregunta de fondo en las relaciones LAT. Sus miembros forman una pareja, pero optan por hacer sus vidas en hogares distintos sin que haya compromisos laborales, familiares o de cualquier otra naturaleza que lo justifique. Viven separados porque lo prefieren así. Punto. El Morning concreta que el 80% de los más de 1,8 millones australianos que en 2019 aseguraban tener una pareja con la que no convivían residían cerca, a menos de una hora de viaje. En esa bolsa puede haber gente que por edad o la propia madurez de la relación no están listos aún para convivir, pero también más casos como el de Alex y Judy.

Muchas tienen hijos y no quieren unir núcleos familiares. O sencillamente no les interesa la cohabitación. Es el caso de Lauren y Jess, dos mujeres que llevan tres años de noviazgo y viven a una a hora de distancia. En su tercera cita hablaron del qué tipo de pareja buscaban y coincidieron: "La independencia era una prioridad". Yvette y Ed son otro buen ejemplo: se conocieron en 2021 y se casaron en 2022, pero vivieron varios años separados. ¿El motivo? Tienen hijos de matrimonios anteriores y decidieron que querían que fusionar sus dos núcleos familiares.

¿Por qué es importante? Más allá de su interés como fenómenos social, las parejas TIL y LAT son relevantes por su peso demográfico y cómo pueden influir en otros aspectos clave, como la natalidad, la conformación de hogares o incluso el mercado residencial. Al fin y al cabo hay estudios que advierten del desafío que supone para los solteros adquirir una casa u optar a una hipoteca.

Lo primero (determinar su peso) es complicado. Un estudio desarrollado por varias instituciones británicas, incluida la Universidad de Essex, concluyó que en general el 10% de las personas de Reino Unido no viven con su pareja. En España hay quien también ha estudiado el fenómeno y el propio el INE publica algún indicador que sugiere un aumento paulatino de las parejas que no conviven.

Imágenes | Anthony Mapp (Unsplash) y Lo Lindo (Unsplash)

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