Japón lleva años siendo un laboratorio de pruebas para incentivar la natalidad. Y no tiene buenas noticias para el mundo

Publicado el 05/06/2025 por Diario Tecnología
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Japón lleva años siendo un laboratorio de pruebas para incentivar la natalidad. Y no tiene buenas noticias para el mundo

Ni las ayudas. Ni las facilidades para acceder a la educación. Ni la mejora de las condiciones laborales. Ni siquiera los intentos por ejercer de "casamentero" y crear nuevas parejas. Los reiterados intentos de las autoridades japonesas por reactivar su mermada natalidad están pinchando en hueso y no han impedido que el país haya cerrado 2024 con un panorama demográfico desolador. Su tasa de fertilidad está en mínimos, los nacimientos han caído por debajo de la barrera de los 700.000 anuales y el número de muertes supera con creces al de bebés.

Así las cosas el país se enfrenta a una pregunta que llevan tiempo planteándose los analistas: ¿Qué puede hacer realmente un Gobierno para incentivar la natalidad? ¿Puede evitar el colapso fiándolo todo a las medidas de corte económico?

La natalidad, por los suelos. 2024 no ha sido un buen año para la demografía japonesa. Acaba de confirmarlo su Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar Social en un balance desolador y que constata que, pese a todos sus esfuerzos, el país aún no ha dado con la tecla adecuada para evitar el colapso. Entre todos sus datos hay dos especialmente preocupantes y que dan una idea de la deriva descendente que está trazando su natalidad: la tasa de fertilidad y los nacimientos.

El año pasado la tasa global de fecundidad (el número de hijos que tendría una mujer si viviera hasta el final de su vida fértil) se situó en 1,15. Un mal resultado por partida doble. No solo supone 0,05 puntos menos que en 2023, sino que deja ese indicador en mínimos históricos. Se trata del dato más bajo registrado desde al menos 1947, lo que aleja aún más a Japón de la conocida como tasa de reemplazo, el número de niños necesario (2,1) para mantener una población estable sin tener en cuenta la inmigración. En Tokio ese indicador no llega siquiera a 1.

Un dato: 686.000 bebés (y bajando). El otro dato demoledor para la demografía nipona es el del número de nacimientos. En 2024 el Ministerio de Salud nipón contabilizó 686.000, un 5,7% menos que en 2023. Es la primera vez además (al menos desde 1899, cuando se inició el registro oficial) que el número de alumbramientos anuales se situó por debajo de la barrera de los 700.000. Las autoridades niponas ya contaban con que la natalidad cruzaría esa línea roja psicológica, pero esperaban que lo hiciera dentro de varios años.

Las previsiones del Instituto Nacional de Investigación de la Población contemplaban que 2024 se cerrase con unos 755.000 nuevos bebés y que los nacimientos no caerían por debajo de la barrera de los 690.000 hasta dentro de una década y media, en 2039. Los vaticinios eran pesimistas, pero se han quedado cortos: ese umbral se cruzó 15 años antes de lo previsto. Asahi recuerda de hecho que el dato de 2024 ha coincidido con la peor proyección trazada por el organismo.

Perdiendo población. Los datos del Ministerio de Salud muestran solo la fotografía de la población autóctona residente en el país, excluyendo tanto a los extranjeros nacidos en Japón como a los japoneses nacidos fuera de sus fronteras; pero revela un grave problema en el motor demográfico de la nación. El motivo es sencillo: mueren más japoneses de los que nacen. Los 686.061 bebés anotados en 2024 se quedan lejos de las 1,6 millones de muertes (un 1,9% más que en 2023).

Eso se traduce en un saldo negativo de 919.237 personas, alrededor de 70.000 personas más que el año anterior. Para entender lo que supone en la práctica ese dato, Nikei desliza que equivale más o menos a perder a toda Kagawa en cuestión de 12 años. Ese agujero se suma además a los que Japón ha ido padeciendo a lo largo de los últimos años. Al fin y al cabo lleva casi dos décadas soportando más decesos que nacimientos, lo que se refleja en la evolución de su población total.

Nichiiro Lylachiqbsm Unsplash

Una pequeño rayo de luz: los matrimonios. Entre todos esos datos negativos el balance del Ministerio de Salud deja uno en positivo: el del número de matrimonios. El organismo registró 486.063, un 2,2% más que en 2023. Siguen en niveles bajos y por debajo del medio millón, pero dejan el primer aumento en dos años. Y eso es muy relevante para la natalidad. Aunque en España y otros países de la UE es cada vez más común que las parejas tengan bebés sin pasar por el altar, en la sociedad nipona los nacimientos fuera del matrimonio o las parejas de hecho aún son raros: Nikei recuerda que en 2023 representaron el 2,5% del total.

Una cuestión de Estado. Japón no es la única nación que lidia con problemas de natalidad. Algo similar le ocurre a Corea del Sur y China. Y al igual que ellos las autoridades niponas han desplegado un amplio abanico de medidas para intentar revertir la tendencia que incluyen desde subsidios por hijo o medidas que facilitan la educación a iniciativas para fomentar la creación de nuevas parejas.

"Centrarse en las políticas relacionadas con los niños y la crianza es algo que no puede esperar ni posponerse", advertía hace ya dos años¡ Fumio Kishida, el primer ministro de Japón hasta el pasado octubre. El problema preocupa lo suficiente en Tokio como para que su Ejecutivo se propusiese elevar las ayudas públicas por hijo a niveles similares a los de Suecia y evitar así que la nación perdiese "su capacidad para operar como sociedad". Ese mismo año el Gobierno anunció un ambicioso plan para incentivar la natalidad desplegando una inversión milmillonaria.

¿Puede solucionarse con dinero? Esa es la pregunta que deja botando el último balance demográfico de Japón y que llevan planteándose desde hace tiempo los analistas, tanto dentro como fuera de la nación. ¿Son suficientes las políticas de cariz económico para incentivar la natalidad? Hay quien señala que como mínimo esas estrategias deben ir acompañadas de cambios más profundos e incluso un replanteamiento de ciertas ideas y actitudes arraigadas en su cultura.

En 2023 Tomas Sobotka, subdirector del Instituto de Demografía de Viena, señalaba algunas claves que alimentan la crisis demográfica y que van más allá de los subsidios o las políticas casamenteras. En la lista incluye el retraso en la edad de la maternidad, cambios culturales y sociales que llevan a que los jóvenes opten por permanecer solteros y sin hijos, un cambio en las propias viviendas, la mayor presencia de las mujeres en el mercado laboral y una filosofía de vida que prioriza las ambiciones profesionales y deja poco tiempo disponible para la crianza.

Solución insuficiente a un problema grave. "En Japón hay una cultura laboral punitiva que exige largas horas de trabajo y un alto nivel de implicación de los empleados", reflexionaba Sobotka. "Queda claro que el repaldo monetario a las familias solo puede abordar parcialmente las razones detrás de la baja fertilidad". Encontrar una solución a ese descenso de la natalidad es una cuestión crucial para la nación, que se enfrenta ya al "Problema 2025", un envejecimiento acelerado que supondrá un desafío tanto a nivel social como político, económico y asistencial.

¿Puede conseguir el Gobierno que haya más bebés? La pregunta no es nuestra. La lanzaba hace unos meses Motoko Rich en un amplio análisis publicado en The New York Times al hilo precisamente de los reiterados intentos de Japón por activar su fertilidad, algo en lo que lleva empeñado desde los 90 sin demasiado éxito. La cuestión va sin embargo más allá de Japón y afecta a otras naciones que han intentado dar con la tecla para conseguir que su pirámide poblacional se ensanche por la base, como Italia, Corea del Sur o incluso China.

"Los defensores a veces sugieren que si se ofrecen permisos familiares remunerados o guardería gratuita, la tasa de natalidad se disparará por arte de magia. Pero durante cerca de tres décadas, Japón ha sido un laboratorio para estas iniciativas y las investigaciones demuestran que incluso las políticas generosas solo producen ligeros incrementos", reflexiona Rich. De fondo, un cambio clave: hoy los hijos ya no aportan riqueza a la familia o garantizan el cuidado de los padres en la vejez. "Hemos llegado a un punto en el que tener hijos supone una preferencia que implica pagar y sacrificios de ocio y desarrollo profesional", añade Poh Lin Tan.

Imágenes | JUNHØ (Unsplash) y Nichiiro (Unsplash)

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