Hace 25 años, las marcas japonesas hicieron un pacto de caballeros. Uno para limitar sus motos a 299 km/h
Publicado el 24/06/2025 por Diario Tecnología Artículo original
Los años 90 fueron una de las épocas doradas del motociclismo. Una época en la que no había controles electrónicos, normativas anticontaminación ni preocupación por la seguridad. Donde ahora vemos caos y descontrol, hace unos años los fabricantes de moto veían un campo de pruebas para lanzar los vehículos más rápidos del mundo. Tanto fue así, que las propias marcas tuvieron que ponerse un límite para dejar de competir ferozmente entre ellas.
Qué estaba pasando. El mercado de las motos ha cambiado. Actualmente lo que más se vende son scooters y cómodas motos trail, el SUV hecho moto. En la década de los 90, los iconos eran las deportivas japonesas de Honda, Yamaha, Suzuki y Kawasaki. Llegó un punto en el que prácticamente toda gran deportiva de calle alcanzaba velocidades de vértigo.
A principios de los 90, Honda lanzaba su CBR900RR FireBlade, una de las motos de producción más rápida del mundo. No tardó en ser superada por la Kawasaki ZZR1100 y posteriormente por la Hayabusa. Una carrera por pisar el césped del vecino que acabó descontrolada.
Los 300 km/h. Motos como la Hayabusa pasaban holgadamente los 330 km/h, y ante el temor de que los gobiernos impusieran nuevas regulaciones y prohibiciones ante vehículos tan potentes, la industria decidió autocontrolarse con un pacto de caballeros.
La industria quería seguir vendiendo superdeportivas, pero no quería intimidar a los organismos reguladores con motos que empezaban a acercarse más a la barrera de los 400 km/h que a la de los 300.
Un pacto secreto. El pacto de caballeros entre los fabricantes de motos es un secreto a voces, aunque dada la naturaleza del acuerdo nunca hubo declaraciones oficiales. Se rumorea que BMW inició conversaciones tanto con fabricantes japoneses como con los italianos. Curiosamente, cuando BMW no tenía ni una sola moto capaz de competir por ser la más rápida.
Sea como fuere, a principios de los 2000 el pacto empezó a cumplirse: las motos que lanzaban los fabricantes, como la Kawasaki ZZR1200 o las propuestas de Honda, no pasaban de 299 km/h. Pero el mercado de las deportivas demandaba velocidad y músculo, volando por los aires el pacto.
No duró mucho. Tan solo siete años después, italianas como MV Agusta dejaban el pacto en el aire, con modelos como la F4 R superando los 300 km/h. Es algo que también hizo la propia BMW con su S1000R y, de nuevo, comenzó la carrera por la deportiva más rápida.

Qué queda del pacto. Pese a que hay numerosas motos de calle que superan los 300 km/h, los japoneses mantienen vivo el pacto. Fabricantes como Honda no marcan velocidad más allá de 299 km/h, aunque la moto realmente esté corriendo más allá de ella. Lo mismo sucede con Yamaha.
Versiones como la nueva Hayabusa o la Kawasaki H2, motos que podrían rozar los 400 km/h, siguen limitadas electrónicamente a 299 km/h. El respecto y la tradición japonesa mantienen casi intacto el pacto, manteniendo las excepciones para circuito como, la Kawasaki H2R y sus 400 km/h... con la moto de casa. Hay también quien se dedica a prepara motos para que pasen de 440 km/h. Por suerte, no pueden pisar la calle.
No solo en motos. El pacto entre los gigantes japoneses no fue el único hace décadas. En los años 80 y hasta bien entrados los 2000, fabricantes como Nissan, Honda, Subaru y Toyota firmaron un pacto para que sus coches no tuviesen más de 280 CV ni superasen los 180 km/h. Es especialmente llamativo subir a un japonés de casi 300 CV, y ver que su marcador está tarado en esos 180.
La medida surgió como respuesta a las crecientes preocupaciones por la seguridad vial en el país, un acuerdo no formalizado ante el público, pero evidente al analizar coche tras coche. De esto aún quedan las limitaciones a 250 km/h en buena parte de los deportivos actuales.
Imagen | Austin Hervias
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