En 2015 Escocia lanzó una ruta para revitalizar las Highlands mediante el turismo. Diez años después tienen un problema
Publicado el 16/08/2025 por Diario Tecnología Artículo original
La historia se remonta al año 2015. Cuentan quienes conocen los detalles que con el respaldo del entonces príncipe Carlos y a través de la North Highland Initiative, se lanzó un ambicioso proyecto para reactivar económicamente las remotas Highlands del norte de Escocia. A aquella ruta la llamaron North Coast 500, pero no midieron el impacto que iba a tener un "viejo conocido".
El nacimiento del mito. El proyecto de hace una década tenía unas líneas muy claras. Sobre la base de carreteras ya existentes, se diseñó un recorrido circular de 830 kilómetros con inicio y fin en Inverness, concebido como una versión escocesa de la mítica Ruta 66 estadounidense. La promesa era doble: dinamizar la economía de pequeñas localidades olvidadas y ofrecer al viajero una experiencia inolvidable entre castillos, costas abruptas y paisajes vírgenes.
En sus primeros años, los números confirmaron el éxito: un aumento del 26% en visitas a centros de información turística y hasta un 30% en atracciones locales. En 2018, un estudio calculó que la ruta generaba más de 22 millones de libras anuales para la región.
Que viene el turismo… de masas. El éxito, sin embargo, trajo consigo consecuencias no deseadas. La llegada masiva de caravanas, autocaravanas, coches deportivos y motocicletas desbordó unas carreteras precarias y pueblos poco preparados, convirtiéndolas en un infierno sonoro.
Lo que en un inicio fue presentado como un impulso económico terminó percibiéndose por muchos residentes como una invasión: praderas arrasadas por barbacoas, veredas convertidas en improvisados retretes y ecosistemas frágiles, como los hábitats de frailecillos atlánticos, perturbados por turistas imprudentes.

Insostenible. La falta de infraestructuras básicas (aparcamientos, aseos, puntos de vertido de aguas residuales) derivó en vertidos de basura y desechos humanos en propiedades privadas y en la intromisión constante en esos hábitats frágiles como los de los frailecillos. Los accidentes aumentaron, agravados por visitantes poco habituados a carreteras de un solo carril o al hecho de conducir por la izquierda. De hecho, los datos oficiales muestran un repunte de colisiones graves provocadas por turistas estadounidenses.
Mientras tanto, el mítico puerto de montaña Bealach na Bà, con sus curvas cerradas a más de 600 metros de altura, se convirtió en un peligroso embudo para motorhomes sobredimensionadas.

La paradoja del turismo masivo. La prosperidad que aportó el NC500 es incuestionable: miles de empleos ligados al turismo y el salvamento de negocios rurales que de otro modo habrían desaparecido. Propietarios de alojamientos reconocen que sin la ruta sus empresas no habrían sobrevivido, especialmente tras la pandemia.
Pero esa bonanza económica convive con la percepción de un auténtico “invasor estacional” que altera el ritmo de vida de las comunidades. La convivencia diaria con caravanas aparcadas en las ventanas de las casas, rallys a gran velocidad o campistas talando árboles para hacer fuego ha alimentado un malestar creciente, canalizado en grupos de Facebook como NC500 The Dirty Truth. Para muchos, la marca se ha convertido en rehén de grandes empresas que la explotan sin hacerse responsables de los daños culturales y medioambientales.
Respuestas locales y futuro. La situación ha llevado a que el NC500 figure ya en la lista negra de destinos de Fodor’s Travel, que lo desaconseja por “popularidad insostenible”. Ante ello, autoridades y promotores intentan recuperar el equilibrio con campañas como Press Pause, que busca que las propias comunidades decidan cómo promocionar su territorio, y con la contratación de guardabosques que patrullen y eduquen a los turistas.
La compañía NC500 Ltd. ha introducido además un “compromiso del viajero” en su web, con más de 4.000 firmas, para fomentar el respeto ambiental y social. Sin embargo, el trasfondo es complejo: ¿cómo compatibilizar el atractivo de una ruta que ha colocado al norte de Escocia en el mapa mundial con la necesidad de preservar su identidad, su naturaleza y la vida cotidiana de sus habitantes?
El dilema de las Highlands. Si se quiere también, el NC500 encarna un dilema global del que hemos hablado mucho: la tensión entre el beneficio económico del turismo masivo y la erosión de aquello que lo hace deseable. En este caso, el riesgo es que la “última frontera salvaje” de Escocia se convierta en un escaparate saturado, incapaz de sostener ni a sus visitantes ni a sus comunidades.
Para algunos locales, la respuesta pasa por limitar el flujo de turistas y reforzar las infraestructuras. Para otros, por aceptar que la cultura de las Highlands cambiará inevitablemente bajo el peso del turismo internacional. Entre el entusiasmo de los negocios y la frustración de los residentes, el NC500 permanece como un espejo incómodo: un sueño de desarrollo rural que amenaza con destruir aquello que lo hizo posible, la serenidad majestuosa de unas tierras que ahora todos quiere recorrer.
Si William Wallace levantara la mirada no daría crédito.
Imagen | Fabian A Scherschel, Lauren Friedman, Thincat, NC500 The Dirty Truth
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