El "vino natural" se ha puesto de moda. Hay un lugar donde se lleva bebiendo siglos sin tanto bombo: la misa
Publicado el 17/04/2025 por Diario Tecnología Artículo original
En el 83, Juan Pablo II visitó la prisión de Rebibbia, en Roma, y abrazó a Mehmet Ali Agca, el hombre que había intentado asesinarlo un par de años antes de la Plaza de San Pedro. En el 89, una muchedumbre acompaña los féretros de los padres jesuitas asesinados en El Salvador. En 2016, en pleno Jueves Santo, Francisco lavó los pies de un grupo de refugiados del centro de Castelnuovo di Porto...
Hay muchas imágenes icónicas en torno a la Iglesia Católica. Pero para mi la imagen que más me ha impactado ocurrió hace un par de años: cuando vi al cura de mi pueblo, vestido con su clériman, comprando un tetra brick de vino tinto en el Mercadona.
¿Había encontrado el origen del vino de misa? Nunca me había preguntado de dónde salía el vino que se usaba en la eucaristía y, supongo que por ello, esa imagen me dejó completamente descolocado. Y como es normal, una pregunta me abordó de inmediato: "¿Era posible que ese fuera el vino que se usaba en misa?".
La respuesta, por si hay alguna duda, es: no.
Y aquí se podría acabar este artículo: con una anécdota propia de Berlanga que acaba "con forma de cola de pescado". Pero no. Porque, a poco que uno se pone a investigar, la historia del vino sagrado es realmente interesante.
¿Vino sagrado? Aunque es cierto que la Iglesia Católica (y el cristianismo en general) ha hecho mucho por llevar el vino a cualquier rincón del mundo, la historia sagrada de este tipo de caldos es larguísima. De hecho, Jesús de Nazaret vino a 'resignificar' un buen puñado de signos religiosos de uso común.
Lo que es cierto es que no es causalidad que la mayoría de viñedos históricos estén en terrenos eclesiásticos. Tampoco es casualidad que el desarrollo de la industria vitivinícola esté íntimamente relacionada con las idas y venidas de los misioneros. Ni que el Vaticano sea el país que más vino consume del mundo (unos 45.000 litros al año para sus 800 habitantes).
Vino e iglesia siempre han estado estrechamente ligados.
Y, por eso mismo, no cualquier vino vale. A lo largo de los siglos, se han ido desarrollando distintos criterios para saber si un vino era susceptible de ser usado en la eucaristía. Es algo que se ha discutido extensamente incluso en concilios como el de Florencia de 1438.
Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX cuando la Iglesia (con la industrialización del mundo del vino) empezó a tomarse en serio la idea de establecer criterios que aseguraran la pureza litúrgica del vino. De hecho, hasta 1959, como ocurría con otras cosas como las togas o cirios, había unos certificados eclesiásticos muy difíciles de conseguir.
El primer vino certificado fue, de hecho, español. Elaborado por Augusto De Müller Ruinart de Brimont, un alsaciano que huyó de su tierra por la plaga de la filoxera y montó una bodega cerca de Reus que aún hoy es referencia en el sector. Quizás no sea el más vendido, peor desde luego es el que más historia tiene (y cuesta menos de siete euros).
En busca de la pureza. El actual misal romano es bastante claro en torno al vino que puede usarse: "Ha de ser fruto de la uva madura o pasificada y sin añadidos artificiales como conservantes, colorantes, azúcares, clarificantes o zumos. En cambio, sí se permite agregar sulfitos como antioxidantes o destilado de vino para aumentar el contenido de alcohol, que no debe superar los 18 grados".
La idea es producir un vino que se parezca, de una forma u otra, al que se lleva usando desde tiempos inmemoriales. El problema es que eso supone retos que las nuevas técnicas vitivinícolas y la enologías intentan resolver: el boom del vino natural es parte del mismo juego. No deja de ser sorprendente la innovación que puede tener una botella de vino natural.
El color y el sabor dependen de la bodega. Y del que cura que lo compra.
Una lección de fondo. Porque más allá de la curiosidad de quién produce un producto como este, la historia del vino de misa nos habla de cómo el desarrollo tecnológico está trufado de valores, ideologías, creencias religiosas y configuraciones sociales.
Aquí se ve de forma sencilla (la composición del vino que consumen millones de personas es discutido en concilios ecuménicos), pero no es algo tan distinto de lo que opera en el vino natural que tan de moda se ha puesto. Ni muchas de las decisiones tecnológicas de nuestro día a día. La historia siempre es más complicada de lo que parece.
Imagen | Mateus Campos Felipe
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