El ocaso del porno en papel está dejando una huella visible en las calles de Japón: el fin de los buzones "shiroposuto"
Publicado el 06/03/2025 por Diario Tecnología Artículo original
El de Kazuhide Inoue, un septuagenario que vive en el suroeste de Japón, es un trabajo peculiar. No es cartero, aunque se dedica a ir de buzón en buzón para revisar su contenido. Tampoco es un empleado de la limpieza, aunque cada vez que encuentra algo dentro de uno de esos buzones cerrados con llave lo arroja en una bolsa para destruirlo. Inoue es otra cosa, una especie de guardián de la moral nipona que intenta evitar que los niños que acuden a la escuela se encuentren con revistas porno a su alcance.
Y lo hace gracias a esos peculiares buzones blancos, los shiroposuto, papeleras pensadas para que los japoneses puedan arrojar a ellas sus revistas, libros y DVD con contenidos para adultos. Desde hace un tiempo sin embargo están de capa caída.
¿Qué es un shiroposuto? La palabra no dice gran cosa. Al menos si no hablas japonés y estás familiarizado con su cultura. Pero en el país insular los shiroposuto son viejos conocidos que forman parte del paisaje urbano desde hace varias décadas. Por fuera parecen buzones comunes, con su hendidura para arrojar papeles al interior y una portezuela cerrada con candado en la base. Lo habitual en un buzón. Solo destacan por su color blanco.
Lo realmente curioso está dentro. Si abres un shiroposuto no te encontrarás con postales, sobres franqueados y facturas pendiente de reparto. No. Para eso ya están los buzones normales. Los pintados en blanco son más bien papeleras, colectores instalados específicamente para que los japoneses puedan arrojar a su interior de forma discreta sus revistas y películas porno.
Pero… ¿Son nuevos? Para nada. Su origen puede rastrearse al menos a hace al menos seis décadas. Hace poco la profesora de sociología Yuko Obi explicaba a Kyodo News que los primeros shiroposuto conocidos se montaron en 1963 en Amagasaki, al oeste del país, para que los japoneses pudiesen deshacerse de sus "publicaciones obscenas" sin tener que dejarlas en la calle. Tres años después se instaló otro en Tokio y con el paso del tiempo se han ido extendido por todo el país, llenándose con miles de revistas.
¿Cuál es su origen? Su objetivo no es tanto ofrecer a los adultos un lugar discreto en el que deshacerse de sus revistas como evitar que esas publicaciones acaben en papeleras convencionales o abandonadas en la calle, al alcance de los niños.
"La campaña para instalarlos fue liderada por madres que no querían que sus hijos estuvieran expuestos a nada dañino, incluidos libros y revistas porno", relata Obi. Para ponérselo aún más fácil a los consumidores de porno, los buzones se ubicaron fuera de las estaciones de tren, lugares de paso y discretos a los que podían acudir de noche.
¿Y funcionaron? La idea cuajó. Y al menos durante un tiempo los shiroposuto sirvieron para que miles de páginas y carátulas con desnudos y escenas de sexo acabasen confinadas en un cilindro metálico cerrado con candado, fuera de la vista de los adolescentes japoneses. En la década de 2010 solo en Nagasaki sirvieron para recoger entre 5.000 y 6.000 artículos porno.
La red de buzones blancos funciona en gran medida gracias a gente como Kazuhide Inoue, recolectores que se dedican a echar un vistazo cada cierto tiempo a los shiroposuto para retirar las revistas o películas que contengan. No es una labor que realicen a diario ni todas las semanas (Inoue por ejemplo lo hace varias veces al año), pero al menos sirve para su propósito principal: mantener las publicaciones fuera del alcance de los niños.
¿Por qué son noticia ahora? Porque están desapareciendo. Los buzones para contenido X tenían sentido cuando la gente compraba revistas, VHS o DVS con contenido sexual, pero las estadísticas muestran que cada vez menos gente lo hace. No es que los japoneses ya no consuman contenidos eróticos. De hecho el porno sigue presente en su sociedad, igual que lo está en otras. Lo que pasa es que lo hacen de otra forma, vía online, prescindiendo de las publicaciones que hace décadas acababan en los shiroposuto.
"Fueron un éxito cuando aparecieron por primera vez en los años 60, pero la sociedad japonesa ha cambiado y la forma en que la gente consume medios se ha transformado", reflexiona Obi en declaraciones a The Guardian. "Por aquel entonces circulaba mucho material pornográfico y los activistas hicieron una buena labor para crear conciencia sobre los shiroposuto, pero en la era de los medios digitales es imposible ocultar material dañino".
¿Adiós a los shiroposuto? Sí. Y no. No hay estadísticas que permitan conocer en detalle cuántos buzones había en los 70 u 80 y cuántos hay a día de hoy, pero la prensa japonesa explica que están desapareciendo a medida que cambia la sociedad. Eso no significa sin embargo que se estén retirando todos. O que ya no se vayan a ver más en las calles de Japón. El proceso es gradual, con pasos adelante y atrás: en 2018 la ciudad de Fukui instaló por ejemplo dos buzones blancos nuevos en sus calles mientras el año pasado Nagasaki decidió cerrar varios de los suyos al comprobar que su uso se había desplomado en la última década.
¿Siguen usándose? Obi reconoce además que, aunque han servido y sirven aún para recoger artículos porno, no son una solución perfecta: "Envejecen y se oxidan y hay que repararlos, pero no todo el mundo quiere que se gaste el dinero de los contribuyentes en eso. Además tienen que ser vaciados por un funcionario de la junta de educación local, a veces acompañado por un policía". Por lo pronto Inoue seguirá haciendo sus rondas "anti porno".
En una de las últimas el botín fue de 16 libros y 81 DVD en un día. "Por la noche, cuando las calles están menos concurridas, hombres de todas las edades vienen a deshacerse de sus cosas", confiesa un taxista de 71 años que trabaja cerca de un buzón.
Imagen | Christian Heilmann (Flickr)
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