Durante años la Iglesia restringió sus seminarios a los gais. En Italia ha decidido que es hora de pensárselo dos veces
Publicado el 14/01/2025 por Diario Tecnología Artículo original
La Iglesia da un paso para abrir sus seminarios a los homosexuales. Tímido, localizado, con matices y "experimental", pero paso adelante al fin y al cabo. Y uno especialmente valioso si se tiene en cuenta que, a pesar de su acercamiento al colectivo gay desde el inicio del pontificado del Papa Francisco, la Santa Sede ha demostrado en varias ocasiones a lo largo de los últimos años que sigue siendo uno de los frentes en los que menos cómoda se siente.
Por lo pronto los obispos de Italia han decidido que valorarán más la disposición de los seminaristas a mantenerse célibes que su orientación sexual, sean heteros o gais.
¿Qué ha pasado? Que los obispos italianos han movido ficha para que los hombres homosexuales puedan acceder a sus seminarios. Así lo recoge la última edición de su guía para la formación de sacerdotes católicos en Italia, un documento aprobado en noviembre por la Conferencia Episcopal Italiana (CEI) y que entró en vigor el jueves 9, generando expectación tanto dentro como fuera del país. Es lógico. Al fin y al cabo supone un movimiento cargado de intención, uno que parte además de un actor poderoso e influyente: la curia italiana.
"Es la primera vez que veo en un documento aprobado por el Vaticano la sugerencia de que el discernimiento sobre si un hombre gay puede entrar en el seminario no puede determinarse simplemente por su orientación sexual", reconoce en X el padre James Martin, fundador de @outrchcatholic.
Lo importante: el celibato. Lo que ha hecho realmente la Iglesia italiana es cambiar el foco. Sigue estableciendo pautas estrictas para acceder a sus seminarios y no rompe del todo con las directrices previas, dadas en 2016, pero redirige ligeramente el foco: lo fundamental no es tanto la orientación sexual del aspirante a sacerdote (si es o no homosexual), como que esté dispuesto a mantenerse célibe. Lo mismo que se pide a los seminaristas heterosexuales.
"En el proceso formativo, cuando se refiere a las tendencias homosexuales, conviene no reducir el discernimiento solo a este aspecto, sino, como para todo candidato, captar su significado en el cuadro global de la personalidad del joven", recoge el documento. "El objetivo de la formación del candidato al sacerdocio en la esfera afectivo-sexual es la capacidad de acoger como un don, elegir libremente y vivir de una manera responsable la castidad en el celibato".
¿Y hasta ahora? El resumen de la nueva directriz de la Iglesia italiana es simple. Los responsables de la formación sacerdotal tendrán en cuenta la orientación sexual de los candidatos al sacerdocio, pero sin que esta resulte determinante o pueda cerrar de forma automática las puertas de los seminarios a los gais. Más bien deben plantearlo cómo parte de su personalidad. Lo fundamental, la auténtica 'línea roja', es otra: que respeten el celibato.
Quizás parezca una cuestión menor, pero supone un matiz importante y como tal lo han interpretado expertos y medios del alcance de The New York Times o Il Messagero, influyente diario con sede en Roma. En 2016 se aprobó un documento sobre vocaciones de cariz algo distinto (y en sintonía con otro previo de tiempos de Benedicto XVI) en el que se abogaba por no permitir el ingreso en los seminarios a aquellos aspirantes con tendencias homosexuales "profundamente arraigadas".
"Interpretada de diferentes maneras". "Esto siempre ha sido así y la expresión 'tendencias profundas' ha sido interpretada de diferentes maneras por obispos y rectores de seminarios", recuerda James Martin. Si la nueva directriz de Roma es interesante es porque, reivindica, aporta "algo nuevo", un matiz clave.
"Mi lectura (y es solo mi lectura) es que si un hombre homosexual es capaz de llevar una vida sana, casta y célibe, puede ser considerado para la admisión al seminario. Así que, tal como yo lo veo, esto es un paso adelante".
¿Es un cambio radical? No. Es más bien un paso. Primero porque lo han dado los obispos italianos y está aún por ver hasta qué punto marcará el camino a la curia de otras comunidades, algo a priori poco probable en el caso de los países en los que la Iglesia condena de forma abierta (y beligerante) la homosexualidad. Segundo porque las medidas del documento que acaba de entrar en vigor se aplicarán ad experimentun, a modo de prueba piloto, durante tres años.
Además las nuevas directrices de Roma están lejos de romper con el documento de 2016. Aunque desliza que lo importante es cumplir con la castidad y la "armonía general" del candidato al sacerdocio, el texto cita las pautas de ocho años antes.
"La Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al seminario y a las Sagradas Órdenes a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o apoyan la llamada cultura gay", recuerda la guía. El celibato sin embargo es extensible también a los seminaristas heteros, con lo que la orientación sexual no debería descalificar a una persona que aspire al sacerdocio.
Una relación complicada. Si algo ha demostrado la Iglesia a lo largo de los últimos años es que no le resulta fácil replantear su postura hacia los homosexuales. Sobre todo en los seminarios. Dejando a un lado las polémicas que cada cierto tiempo protagonizan obispos y curas, el Papa Francisco ha intentado suavizar la postura de la Iglesia católica.
En 2013, poco después de convertirse en Papa, Bergoglio sorprendió al mundo con una frase cargada de intención que dejó durante una charla con periodistas: "Si una persona es gay, ¿quién soy yo para juzgarlo?" No todo han sido declaraciones en esa línea. Hace unos meses Francisco tuvo que pedir disculpas después de quejarse del "mariconeo" en los seminarios y en su día él mismo abogó por cerrar sus puertas a los gais: "Ante la duda, mejor que no entren".
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